miércoles, 23 de mayo de 2018

La asexualidad existe


La asexualidad es la falta de atracción sexual hacia otros, o el bajo o nulo interés en el deseo de actividad sexual.​ Puede ser considerada como la ausencia de orientación sexual o una de sus variaciones junto con la heterosexualidad, la homosexualidad y la bisexualidad.​ También puede usarse como una denominación general para categorizar un espectro más amplio de varias subidentidades asexuales.
La asexualidad es otra cosa diferente a la abstinencia sexual y el celibato,​ que son conductas voluntarias y generalmente motivadas por creencias personales o religiosas. A veces las personas asexuales se involucran en actividades sexuales a pesar de carecer deseo sexual, debido por ejemplo al deseo de complacer a sus parejas románticas (que sí pueden tener) o a un deseo de tener hijos.​ Los asexuales, a pesar de no sentir atracción sexual, sí pueden experimentar atracción romántica que puede estar dirigida hacia uno o ambos sexos. 

La aceptación de la asexualidad como una orientación sexual y como campo de investigación científica es relativamente nueva.​ Por este motivo, mientras que algunos investigadores afirman que la asexualidad es una orientación sexual, otros discrepan.​ Asimismo, el hecho de que la asexualidad haya ganado visibilidad social en los últimos años hace que la cantidad de estudios e investigaciones sobre el tema no sea lo suficientemente grande como para tener datos detallados de su presencia fuera de los países occidentales, ni sobre los mecanismos psicológicos y biológicos que pueden ayudar a entenderlo mejor.​

El concepto de libido esta entendido por Freud como una energía que vincula lo físico con lo psíquico. Se relaciona con la idea de que en el sujeto los estímulos producen un quantum de energía psíquica que se acumula y que es vivida como displacer. Esa energía debe ser descargada. Freud consideraba a la libido como la energía de la pulsión, aquella que llevaba al ser humano hacia la vida y que inicialmente tenía una expresión principalmente sexual, aunque podía sublimarse por diversos medios y manifestarse en multitud de formas. Según comprensiones más modernas desde el psicoanálisis la libido se reconceptualiza como la capacidad deseante del sujeto.


 Eso ocurre desde que nacemos y la sexualidad para el Psicoanálisis está relacionada con la búsqueda del placer, búsqueda que encontrará diversos modos en las diferentes etapas del individuo. Desde este punto de vista, a lo largo de las etapas de evolución de la libido que Freud describe se van formando distintas modalidades y objetos de satisfacción. Ya adultos, las pulsiones en su búsqueda de placer podrán tener distintos “destinos”: a través de diferentes objetos; homosexuales, heterosexuales, narcisistas/auto eróticos, ser reprimidas y quedar en el Inconsciente, dando lugar a satisfacciones disfrazadas a través de síntomas o ser sublimadas, ser desexualizadas y satisfacer la búsqueda de satisfacción a través de producciones no entendibles como “sexuales”.
Como se ve, la sexualidad es un concepto muchísimo mas amplio que lo genital y tiene múltiples manifestaciones. De hecho, la cultura es entendida por Freud como producto de la represión y sublimación de pulsiones sexuales. De ahí, describe un “malestar en la cultura”, derivado específicamente del plano de la represión, que es muy distinto al de la sublimación, ya que el primero conserva su carácter sexual, mientras que el segundo ha cambiado de meta, se ha “desexualizado”. Así para el psicoanálisis la energía que nos mueve es de origen sexual pero puede expresarse en modos que parecerían no ser sexuales en el sentido tradicional. El concepto de sublimación es un punto que todavía hoy presenta oscuridades y ofrece muchas puertas para investigar. Y puede ser interesante pues no significa que la pulsión se reprime sino que cambia y se desexualiza. Desde esta perspectiva, quizá se trate de une herramienta interesante para pensar la asexualidad. Y si no existe un malestar interno al respecto ni un anhelo por estar perdiendo la experiencia de disfrutar de la sexualidad, no existe  una patología ni una represión.


En el caso del autoerotismo, habría sexualidad entendida como búsqueda de placer a través del propio cuerpo. También hay objeto: el propio individuo. Lo que parecería no haber es otro sujeto a quien ligarse libidinalmente.

La asexualidad no es un nuevo aspecto de la sexualidad humana, pero sí es relativamente nueva en el discurso público.​ S. E. Smith de The Guardian no está seguro de que la asexualidad realmente haya aumentado, más bien se inclina hacia la creencia de que simplemente es más visible.​ Por su parte, Alfred Kinsey clasificó a los individuos en un grado de 0 a 6 de acuerdo con su orientación, desde heterosexual a homosexual, conocida como escala de Kinsey. Él también incluyó una categoría que llamó «X» para individuos «sin contacto o reacciones socio-sexuales».​ Kinsey etiquetó al 1.5% de la población de hombres adultos como «X».​ En su segundo libro, Sexual Behavior in the Human Female, él informó un desglose de personas que son «X»: mujeres solteras, 14-19%; mujeres casadas, 1-3%; mujeres previamente casadas, 5-8%, varones solteros, 3-4%; hombres casados, 0%; y varones previamente casados, 1-2%.​ A pesar de que, en tiempos modernos, esto es categorizado como representando a la asexualidad,​ Justin J. Lehmiller dijo que «la clasificación X de Kinsey enfatiza una falta de conducta sexual, mientras que la definición moderna de asexualidad enfatiza la falta de atracción sexual. Como tal, la escala de Kinsey puede no ser suficiente para una clasificación precisa de la asexualidad».


Más datos empíricos sobre un grupo demográfico asexual aparecieron en 1994, cuando un equipo de investigación en el Reino Unido llevó a cabo una encuesta exhaustiva de 18876 residentes británicos, impulsado por la necesidad de información sexual a raíz de la pandemia de VIH/sida. La encuesta incluyó una pregunta sobre la atracción sexual en la cual el 1.05% de los encuestados indicaron que «nunca han sentido sexualmente atraídos por nadie».​ El estudio de este fenómeno fue continuado por el investigador canadiense Anthony Bogaert en 2004, él exploró el grupo demográfico asexual en una serie de estudios. La investigación de Bogaert indicó que el 1% de la población británica no experimenta atracción sexual,​ pero él creía que dicha cifra no era un reflejo preciso del porcentaje probablemente mucho mayor personas que se identifican como asexuales, pues observó que el 30% de las personas contactadas para la encuesta inicial optaron por no participar en la encuesta. Dado que las personas con menos experiencia sexual son más propensas a negarse a participar en estudios sobre sexualidad, y los asexuales tienden a tener menos experiencia sexual que los sexuales, es probable que los asexuales estuvieran infrarrepresentados en los participantes que respondieron. El mismo estudio encontró que el número de homosexuales y bisexuales combinados era de aproximadamente el 1.1% de la población, que es mucho más pequeño de lo que indican otros estudios.​


Contrastando la cifra de 1% de Bogaert, un estudio por Aicken et al., publicado en 2013, sugiere que, basado en datos de Natsal-2 de 2000-2001, la prevalencia de la asexualidad en Gran Bretaña es solo del 0.4% para personas entre las edades de 16-44.​ Este porcentaje indica una disminución del 0.9% en la cifra determinada a partir de los datos de Natsal-1 recopilados en el mismo rango de edad una década antes.

Existe un debate significativo sobre si la asexualidad es una orientación sexual o no.​ Ha sido comparado y equiparado con el trastorno del deseo sexual hipoactivo (TDSH), ya que ambos implican una falta general de atracción sexual hacia cualquiera; el TDSH ha sido usado para medicalizar la asexualidad, pero la asexualidad generalmente no se considera un trastorno o una disfunción sexual (tal como la anorgasmia, la anhedonia, etc.), porque no necesariamente define a alguien como que tiene un problema médico o problemas para relacionarse socialmente.​ A diferencia de las personas con TDSH, las personas asexuales normalmente no experimentan «distrés significativo», ni «dificultad interpersonal» en cuanto a sus sentimientos sobre su sexualidad, ni en general una falta de excitación sexual; en la asexualidad se considera la falta o ausencia de atracción sexual como una característica duradera.​ Un estudio encontró que, comparado con sujetos con TDSH, los asexuales reportaron bajos niveles de deseo sexual, experiencia sexual, angustia relacionada con el sexo y síntomas depresivos.​ Los investigadores Richards y Barker repotaron que los asexuales no presentan tasas desproporcionadas de alexitimia, depresión, o trastornos de personalidad.​ Algunas personas, sin embargo, pueden identificarse como asexuales incluso si su estado no sexual se explica por uno o más de los trastornos antes mencionados.



Lo único que cierto es que la asexualidad es una condición que ha existido siempre, que existe en todas las culturas aunque no se ha tenido en cuenta y que parece rondar el 1% de la población y que incluso parece también darse en otras especies animales.

El deseo o libido no tiene por qué materializarse en un impulso sexual, puede sublimarse (que no reprimirse como se ha visto) en otro tipo de impulsos y permitir a una persona adulta vivir una vida plena sin necesidad de tener relaciones sexuales. El sexo no es una necesidad fisiológica como comer, beber, respirar o dormir. Lo cierto es que la sexualidad humana ha estado muy influenciada social y culturalmente por muchos factores que han distorsionado su vivencia "natural"  y no podemos saber, al igual que ha pasado con las orientaciones sexuales diferentes a la heterosexual, cómo de presente ha estado en la vida de las personas la asexualidad.
Para muchas personas descubrir que no tener deseo sexual no es patológico ni malo es una liberación y debemos dejar de patologizar la falta de deseo sexual. Hay que normalizar y respetar.







Psiquentelequia (Enrique Schiaffino)
wikipedia
AVENes (Patricia Pomatti)