viernes, 17 de abril de 2020

La Cenicienta y sus versiones

La Cenicienta es un cuento de hadas que cuenta con varias versiones, orales y escritas, antiguas y modernas, procedentes de varios lugares del mundo; especialmente del continente eurásico. Una de las formas del cuento de La Cenicienta más conocida en occidente es la del francés Charles Perrault, que escribió en 1697 una versión de la historia transmitida mediante tradición oral; la de Perrault que se conoce con el título "Cendrillon ou La petite pantoufle de verre" (Cenicienta o El zapatito de cristal). Anterior a ella es la del italiano Giambattista Basile "La Gata Cenicienta" (en italianoLa Gatta Cenerentola; en el original napolitanoLa gatta cennerentola), que bebe de la tradición juliana; en esa zona, se habla el napolitano, en el que está escrito el cuento "de Basile", el cual forma parte de la obra Pentamerón.

En Alemania, la versión de La Cenicienta que forma partede la colección de cuentos de hadas (Märchen) de los hermanos Grimm Kinder- und Hausmärchen (Cuentos de la infancia y del hogar) es hasta ahora la más popular. La versión del año 1812 de los hermanos Grimm varía sin embargo en muchos detalles de la francesa, lo que no es extraño si se tiene en cuenta que cada país europeo tiene su propia tradición oral del personaje.
El arquetipo de la Cenicienta, al igual que muchos otros cuentos de hadas, tiene una larga historia. Es así que se encuentran los primeros rastros en los antiguos egipcios (la historia de Ródope), luego entre los romanos, en el Imperio Chino del siglo IX (del que queda como legado, aún hoy en día, el pequeño pie de Cenicienta) y en Persia a fines del siglo XII, en especial en la obra del año 1197 de Nezāmí "Las Siete Bellezas" (Haft Paykar; en persa, هفت پیکر), llamada también "Bahram-Nama".

Aunque se ignora su origen, se cree que procede de Oriente, pues la anécdota clave del cuento (una joven con unos pies tan pequeños que es la única que puede calzarse la zapatilla perdida) está muy relacionada con la costumbre de vendar los pies a las niñas para que apenas les crezcan, siendo su reducido tamaño un símbolo de belleza e incluso de virtud. En esta versión oriental, la cenicienta se llama Yehshien, tiene una madrastra que le obliga a hacer las tareas más duras y a vestir con harapos, mientras la joven sueña con ropas lujosas para asistir a una fiesta (donde no hay príncipes ni nobles). Transformada y bellísima, al abandonar el baile, pierde su ligero zapato de oro; lo encuentra un rico comerciante que, aun sin conocerla, queda enamorado de la dueña del diminuto calzado y ordena a los criados que vayan en su búsqueda.

La Cenicienta de los hermanos Grimm se ajusta mejor al fondo común de esta historia universal y en ella, con sus variantes anecdóticas, pueden reconocerse una gran parte de las versiones existentes. En el baile difieren muchas de ellas. En la de los hermanos Grimm, Cenicienta no huye porque su hada madrina (que no hay) le haya marcado una hora de regreso, sino que se escapa del príncipe porque éste quería acompañarla a casa, y así lo intenta la primera noche, la segunda y la tercera, que es cuando la joven pierde el zapato de oro (en otras versiones suele ser de raso, piel o seda).

El príncipe busca personalmente a la dueña de aquel calzado. Cuando llega a la casa de Cenicienta, la primera hermana se lo prueba; como no le entra, su madre toma un cuchillo y le dice: “Córtate el dedo, porque si eres reina ya no necesitarás caminar”. Así lo hace, y cuando va cabalgando hacia el castillo, un pájaro ve la sangre en el zapato y advierte al príncipe del engaño. Lo mismo sucede con la siguiente hermanastra: “Córtate el talón, porque cuando seas reina no andarás a pie”, le dice la madre. Al ser avisado de nuevo, el príncipe la devuelve a casa: “Ésta tampoco es la doncella. ¿No tiene otra hija?...”. Al fin aparece Cenicienta, cuyo pie encaja perfectamente. Y el príncipe descubre, bajo aquel triste vestuario y una cara teñida de ceniza, a la hermosa doncella con la que había bailado. Más allá de las apariencias se halla la verdadera belleza.


Finalmente, las hermanastras serán castigadas con la ceguera (al fin y al cabo eran personas para las que sólo existía lo externo y muestra su anterior ceguera ante la realidad), mientras que en otros cuentos son los propios pájaros los que les arrancan los ojos. En casi todas las versiones, las hermanas y a veces también la madre sufren terriblemente por su mal comportamiento, lo cual es más coherente.  

En la obra "Psicoanálisis de los cuentos de hadas" Bruno Bettelheim defiende que los cuentos de hadas ayudan  a los niños desde el momento que les proporcionan "criterios de valor", y lo hacen en un lenguaje alegórico, mítico y mágico, que no es otro que el de la propia infancia. Además indica que la estructura de estos textos convoca arquetipos de la esencia humana, que penetran adecuadamente en la psiquis infantil. Bettelheim afirma que mediante los cuentos de hadas el niño va conociendo, con alegorías adecuadas a su modo de aprehender el mundo, la cruda realidad de la vida.

Los temas que se desarrollan en Cenicienta son los sufrimientos por la rivalidad fraterna, la realización de los deseos, el triunfo de lo humilde, aunque se halle cubierto de cenizas, aparte, por supuesto, del reconocimiento del mérito y el castigo del malvado, como en casi todos los cuentos. Así nos lo recuerda Bruno Bettelheim en su libro Psicoanálisis de los cuentos de hadas, en un largo y complejo análisis de esta historia, en donde se alude tanto al tema de los celos fraternos (al llegar un nuevo hermano, su mimada existencia es amenazada) como al complejo edípico muy mitigado en las versiones más conocidas: la hija está enamorada de su padre y mata (en la mente) a su madre, que se convierte en madrastra, alguien ajeno pero doméstico que ahora la maltrata. Y esa degradación hacia las cenizas (que en algunas versiones se realiza por decisión propia) es una forma de liberarse de la ansiedad que le producen los celos y la rivalidad materna.

Son pasos previos y necesarios en su camino de iniciación. Cenicienta madura, sale del hogar y se enamora del príncipe azul con el que toda joven sueña. La parte central del cuento: la pérdida del zapato y la búsqueda de su dueña tiene una clara alusión sexual. La zapatilla representa a la vagina y el pie, al pene. El príncipe se casará con aquella mujer cuyo pie encaje (encajar y casar son palabras sinónimas) en la zapatilla de oro. Y cuando ve que el pie de Cenicienta se acopla al objeto que lleva consigo, la mira a los ojos y entonces la reconoce como la mujer que andaba buscando desde hace tanto tiempo.



miércoles, 15 de abril de 2020

Orfeo y el orfismo

    El orfismo es una antropogenia, una cosmogonía, una religión y un modo de vida. Es un movimiento de protesta religiosa contra el orden establecido, un cuestionamiento de la religión del Olimpo. Es un movimiento de poca amplitud pero probado históricamente. En la historia del pensamiento es una ruptura fundamental que inaugura la idea misma de sujeto que se piensa como único, capaz de pensar la humanidad en su conjunto y de conceptualizar lo Uno y lo Todo […]. En el pensamiento antiguo los dioses y los hombres eran distintos, en el orfismo el hombre está constituido de lo divino; antes, el vivo y el muerto estaban en continuidad, ahora están radicalmente separados. El órfico piensa: estoy constituido de divino y de titánico: soy único y soy como toda la humanidad; soy responsable de mí mismo y de toda la humanidad presente y por venir. […] con el orfismo, el hombre se piensa como dividido, división de lo puro y de lo impuro, del alma y del cuerpo. La división ya no es entre los hombres, los buenos y los malos, los amigos y los enemigos, sino dentro de cada cual constitucionalmente. Plantear la división adentro permite pensar la reunión con el exterior: la civilización, la capacidad para pensar la humanidad como un todo.
      Suzanne Delorme

Orfeo es un personaje de la mitología griega. Según una creencia bastante difundida, sería hijo de Apolo y de una de sus musas, Calíope. Según los relatos, cuando tocaba su lira, las fieras se calmaban, y los hombres se reunían para oírlo y hacer descansar sus almas. Así enamoró a la bella Eurídice y logró dormir al terrible Cerbero cuando bajó al inframundo a intentar resucitarla. Orfeo era de origen tracio; en su honor se desarrollaron los Misterios órficos, rituales musicales bastante comunes en la Antigua Grecia, de los cuales no hay mucha información, o sus fuentes no son conocidas.
Desde el siglo vi a. C. en adelante fue considerado como uno de los principales poetas y músicos de la Antigüedad, el inventor de la cítara y quien añadió dos cuerdas a la lira: antes, la lira tenía siete cuerdas; la lira de Orfeo, nueve, en honor a las nueve musas.​ Con su música, Orfeo era capaz no solo de calmar a las bestias salvajes, sino incluso de mover árboles y rocas y detener el curso de los ríos. Como músico célebre, fue con los Argonautas en busca del vellocino de oro. Se le supone como uno de los pioneros de la civilización, habiendo enseñado a la humanidad las artes de la medicina, la escritura y la agricultura. En su aspecto más conectado con la vida religiosa, fue augur y profeta. Practicó las artes de la magia, en especial la astrología. Fundó o hizo accesibles muchos cultos importantes, como los de Apolo y Dioniso; instituyó ritos místicos, tanto públicos como privados; prescribió rituales iniciatorios y de purificación. Se dice que visitó Egipto y que allí se familiarizó con los escritos de Moisés, y con la doctrina de una vida futura. Orfeo aprendió la música de Apolo, quien le entregó su propia lira (fabricada por Hermes con el caparazón de una tortuga), como un presente de amor.
La historia más conocida sobre Orfeo es la que se refiere a su esposa Eurídice. Relata el mito que Eurídice paseaba tranquilamente por un prado de Tracia. Allí la ve Arsisteo, quien fascinado inmediatamente por ella, la persigue para hacerla suya. Ella escapa con miedo y en su huida es mordida por una serpiente e inmediatamente muere y desciende a los infiernosConsternado, Orfeo tocó canciones tan tristes y cantó tan lastimeramente que todas las ninfas y todos los dioses lloraron y le aconsejaron que descendiera al inframundo (catábasis) en busca de su amada. Durante el camino en las profundidades del inframundo, Orfeo tuvo que sortear muchos peligros; empleando su música, hizo detenerse los tormentos del inframundo (por primera y única vez), y, llegado el momento, ablandó los corazones de Hades y Perséfone, que permitieron a Eurídice que volviera con Orfeo al mundo de los vivos, pero con la condición de que él caminase delante de ella y no mirase atrás hasta que hubieran alcanzado el mundo superior y los rayos de sol bañasen a la mujer.
En el momento en que estaban a punto de abandonar las oscuras profundidades, Orfeo tuvo dudas. Así, empezó a pensar en la posibilidad de que Perséfone lo hubiera engañado y que Eurídice no viniera tras él, por lo que no pudo soportar la tentación  y se volvió para mirarla y corroborar que ella venía con él, por lo que ella desapareció para siempre.

Sobre la muerte de Orfeo hay gran número de mitos diferentes. El más extendido es que murió a manos de las mujeres Tracias que lo castigaron por su fidelidad a la memoria de Eurídice.  Otra explicación sobre su muerte se refiere a una maldición de Afrodita en venganza a Calíope. Una tradición completamente diferente es que murió abatido por un rayo de Zeus al haberlo irritado Orfeo por la revelación de los misterios que hacía a sus iniciados. Su lira fue ascendida al cielo dónde se convirtió en constelación y su alma pasó a los Campos Elíseos, dónde continúa cantando para los bienaventurados.
Como a otras figuras humanas legendarias, se ha atribuido a Orfeo un gran número de poemas religiosos griegos en hexámetro. De la vasta literatura solo sobreviven dos ejemplos completos: un conjunto de himnos compuestos en algún momento del siglo iii o del siglo ii a. C. y una Argonáutica órfica compuesta entre los siglos vi y iv a. C.. La literatura órfica temprana que puede datar del siglo vi a. C. sobrevive solo en fragmentos de papiro y en citas de autores posteriores.
Además de servir de almacén de datos mitológicos, la poesía órfica ha sido recitada en ritos mistéricos y rituales de purificación. Platón, en particular, habla sobre una clase de sacerdotes mendicantes que ofrecían a los ricos, mediante sacrificios y encantamientos, purificaciones de crímenes que hubieran podido cometer ellos o sus antepasados. Añade que estas prácticas, llamadas «iniciaciones a los misterios» se apoyaban en libros de Orfeo y Museo.​ Aquellos que eran especialmente devotos de estos rituales y poemas frecuentemente practicaban el vegetarianismo y la abstinencia sexual, y evitaban comer huevos. Esta costumbre llegó a ser conocida como «vida órfica» (Orphikos bios).
Lo que nos ha llegado del sistema de creencias órficas fragmentarias y de etapa tardía, en pleno helenismo. Si bien sus enseñanzas calaron hondo en la sociedad y cultura griega. Platón parece que fue un iniciado en sus misterios y que basó su filosofía en ellos. Los diálogos del el Fedro o el Banquete son un claro ejemplo.

El credo órfico propone una innovadora interpretación del ser humano, como compuesto de un cuerpo y un alma, un alma indestructible que sobrevive y recibe premios o castigos más allá de la muerte. Un precedente puede encontrarse en Homero, pero en él era el cuerpo el verdadero yo del hombre, mientras que para los órficos es el alma lo esencial, lo que el iniciado debe cuidar siempre y esforzarse en mantener pura para su salvación. El cuerpo es un mero vestido, un habitáculo temporal, una prisión o incluso una tumba para el alma, que en la muerte se desprende de esa envoltura terrenal y va al más allá a recibir sus premios o sus castigos, que pueden incluir algunas reencarnaciones o metempsicosis en otros cuerpos (y no sólo humanos), hasta lograr su purificación definitiva y reintegrarse en el ámbito divino.
Para expresar su credo, los órficos recurren a una mitología de temas muy definidos: de un lado, a una teogonía (distinta de la hesiódica) y, de otro, a una teoría soteriológica, de larga influencia posterior sobre el destino del alma.

Especial relieve tiene un mito dionisíaco que, en la interpretación órfica, explica el carácter patético de la vida humana, en una condena en que el alma debe purgar un crimen titánico. Según este mito, los antiguos Titanes, bestiales y soberbios, mataron al pequeño Dioniso, hijo de Zeus y Perséfone, atrayendo al niño con brillantes juguetes a una trampa. Lo mataron, lo descuartizaron, lo cocieron y lo devoraron. Zeus los castigó fulminándolos con su rayo (sólo el corazón del dios quedó a salvo, y de él resucitó entero de nuevo el hijo de Zeus). De la mezcla de las cenizas de los abrasados Titanes y la tierra surgieron luego los seres humanos, que albergan en su interior un componente titánico y otro dionísiaco. Nacen, pues, cargados con algo de la antigua culpa, y deben purificarse en ella en esta vida, evitando derramar sangre de hombres y animales, de modo que, al final de la existencia, el alma, liberada del cuerpo, casi tumba y cárcel, pueda reintegrarse al mundo divino del que procede.
El proceso de purificación puede ser largo y realizarse en varias transmigraciones del alma o metempsicosis. De ahí el precepto de no derramar sangre humana ni animal, ya que también en formas animales puede latir un alma humana (e incluso la de un pariente). Al iniciarse en los misterios, el hombre adquiere una guía de salvación, y por eso en el Más Allá los iniciados cuentan con una contraseña que los identifica, y saben que deben presentarse ante los dioses de ultratumba con un saludo amistoso, como indican las laminillas órficas que se entierran con ellos. Las laminillas áureas apuntan instrucciones para realizar bien la catábasis y entrar en el Hades (no beber en la fuente del Olvido, sí en la de la Memoria, proclamar 'también yo soy un ser inmortal', etc.).

La teogonía órfica recoge ecos de teogonías orientales y concede un papel esencial a divinidades marginadas del repertorio hesiódico, como Nix, el Tiempo y Fanes, y habla del Huevo Cósmico primordial, o del Reinado de Dioniso. Esta mitología está expuesta en textos de muy diversas épocas, y se compone de fragmentos muy distintos, empezando por breves restos de muy antiguos poemas y concluyendo con las glosas de época tardía donde se mezclan ecos filosóficos variados. Hubo una tradición de textos antiguos en verso y comentaristas en prosa, al margen de símbolos y contraseñas. Los órficos fueron muy aficionados a escritos y libros de nivel diverso, unos más de proselitismo popular y otros más refinados. Al final, confluyen con algunos textos de magia.


martes, 7 de abril de 2020

La mística de la feminidad

(la esposa de los barrios residenciales de EEUU era la ) "imagen soñada y envidia, según se decía, de las mujeres de todo el mundo… Estaba sana, hermosa, tenía estudios y solo tenía que preocuparse por su marido, sus hijos y su hogar. Había encontrado la auténtica realización femenina… tenía todo aquello con lo que una mujer siempre soñó.” Betty Friedan



La mística de la feminidad es el nombre de un libro clave del feminismo escrito por la teórica y activista feminista Betty Friedan y publicado en Estados Unidos en 1963. En la introducción, trata “el malestar que no tiene nombre”, que según las investigaciones que realizó ella misma, aquejaba a las mujeres estadounidenses de clase media y que la autora identifica con "la mística de la feminidad".



“Las mujeres que aparentemente valoraban más su educación, que se mostraban más alegres y positivas con respecto a su vida, eran las que no encajaban exactamente en el ‘rol de las mujeres’, en el sentido en que se definía entonces –esposa, madre, ama de casa, entregada a su marido, a sus hijos, al hogar–. Las que manifestaban dedicarse únicamente a ello estaban deprimidas o totalmente frustradas. Tal vez el problema que impedía que las mujeres estadounidenses ‘se adaptaran a su rol como mujeres’ no fuera la educación, sino aquella obtusa definición del ‘rol’ de las mujeres. El ‘problema femenino’, como se le llamaba entonces. Las mujeres acudían al médico aquejadas de enfermedades extrañas, sin diagnóstico; y los facultativos no daban con el motivo o el remedio de su ‘síndrome de fatiga crónica’” .(Nuria Varela)

Este libro fue el punto de arranque del feminismo de los años 70. Friedan describe el período de los años 50 en el que el modelo educativo, difundido después de la Segunda Guerra Mundial, se dirigía a que las mujeres decidieran elegir la opción de regresar al hogar, después de haber conquistado el derecho al voto y a la educación y de haber accedido a un empleo. 



La expresión mística de la feminidad, se emplea para describir un conglomerado de discursos y presupuestos tradicionales acerca de la feminidad que obstaculiza el compromiso intelectual y la participación activa de las mujeres en su sociedad. ​Sin independencia económica, el modo de vida del ama de casa en ese nuevo hogar tecnificado produce soledad, depresión y otros cuadros médicos calificados como "típicamente femeninos" como ansiedad, alcoholismo, desmedido deseo sexual, neurosis o incluso suicidio.​ Friedan analiza el sistema económico en el que se vende a las mujeres una identidad acorde con la unidad familiar de consumo en que se ha transformado la familia.
Analizó la situación de sometimiento y dominio sobre las mujeres estadounidenses de la postguerra desde el aspecto psicológico-social de la identidad femenina, apareciendo definidas y narradas únicamente como amas de casa, esposas y madres y presuponiéndolas desinteresadas en lo que ocurría fuera del hogar.​ A pesar de lo que psicólogos, expertos y publicistas aseguraban, la vida de las amas de casa de clase media estadounidense no se parecía en nada a la existencia satisfactoria que mostraban los anuncios de electrodomésticos, maquillaje o detergentes.​ 



En contra de la posición de otro grupo de psicólogos que también trabajaron el tema, consideraba que el problema no era sexual aunque pudiera generar patologías de ese tipo sino que estaba relacionado con el desarrollo de la identidad personal de propio yo. Por otro lado a través de estudios de campo descartó que estuviera vinculado a la clase social de las mujeres o a la formación y consideró que era un problema común a todas las mujeres estadounidenses y, en esa medida, su solución exigía una reacción de todas y cada una de ellas.​

Friedan recupera para los años 60 la reivindicación de que se reconozca a las mujeres el estatuto de "seres humanos" dotadas de razón. También postula que la identidad de las mujeres no puede definirse sólo por sus funciones biológicas (reproducción y crianza) señalando que la cultura es un valor fundamental en la formación de su yo.​


Betty Draper

En la serie "Mad men" podemos ver la encarnación del ama de casa con "ese problema que no tiene nombre" en el personaje de Betty Draper, la esposa de Don, el protagonista, un hombre exitoso en los negocios, mujeriego y profundamente egocéntrico perdido en la búsqueda de su propia identidad y que considera a Betty y a sus hijos como un accesorio más en su vida.
Betty es la esposa perfecta: guapa, una auténtica Grace Kelly, joven, delgada, con hijos y un marido con alto estatus económico. Sin embargo tiene síntomas extraños de tipo psicosomático, está triste, bebe y fuma muchísimo, en resumen no es feliz. Su marido la ningunea, ella misma sólo se valora en tanto a su físico, tal y como su madre recién fallecida le enseñó a hacer, y hasta transmite eso a su hija, una niña a la que llama gorda sin ningún disimulo y con repugnancia. 
Ella misma no sabe de dónde viene su malestar, sus reacciones extrañas, su alcoholismo. Betty es la imagen de la fallida mística de la feminidad.