jueves, 29 de octubre de 2015

Hola, ¿qué tal?

A estas alturas ya todos lo sabemos. O deberíamos saberlo. Cuando nos preguntan cómo estamos realmente formamos parte de un ritual en el que JAMÁS se va a esperar de nosotros que contestemos cómo nos encontramos ni  que hablemos de nuestros sentimientos. Hay que contestar "muy bien, ¿y tú?". Por eso me encanta ese práctico saludo anglosajón que ya de por sí trae una respuesta "How do you do? -How do you do?" y todos tan contentos, sin implicaciones personales, tú con lo tuyo y yo con lo mío, nos hemos saludado, hemos cumplido con el compromiso del contacto no programado con otro humano.
Pero el tramposo "¿cómo te va?" puede llevar a las almas cándidas a suponer que la persona que tiene delante se está interesando sinceramente por su estado, y no simplemente cumpliendo con un convencionalismo social.  No hay un interés genuino  por el otro en esta fórmula estereotipada de saludo. Puedes tropezarte por la calle con un amigo después meses o años sin verlo, y ese "cómo te va" puede llevar a engaño. Lo correcto es decir que estás muy bien, hablar de cuatro trivialidades, tal vez criticar a algún tercero que no se halle presente y por supuesto formular otra promesa vacía: "tenemos que quedar un día". Entiendo que los convencionalismos sociales son eso, pactos para comportarnos entre nosotros de forma previsible para no entrar en un inquietante caos social.
Pero cuando esto ocurre entre personas que se ven a diario, que conviven o que supuestamente se quieren y están para apoyarse, estamos de nuevo ante ese proceso de deshumanización descarnada que va haciendo de esta sociedad en que vivimos un páramo a  nivel emocional y moral.
¿Puede sonar exagerado? tal vez, pero es una pequeña señal que dice mucho. Una señal entre muchas que van dando pistas sobre una forma de relacionarnos cada vez más superficial y con menor implicación emocional. Otra señal muy poderosa, sin ir más lejos, es el tremendo auge de las redes sociales, la forma de relacionarse más superficial que ha existido.
Buscamos lo impersonal, el "me gusta", la falta de implicación personal. Estamos desconectados porque ya ni siquiera hablamos por teléfono de viva voz ni nos podemos contar nuestras vidas cara a cara y en la intimidad, con la fuerza y el apoyo de un abrazo y un hombro sobre el que llorar. Estamos perdiendo la implicación emocional con nuestros amigos, familiares, compañeros, congéneres, y me temo que todo es por comodidad. Sí, porque escuchar al otro y sentir su angustia requiere un esfuerzo, e incluso cierto malestar y no queremos sufrir.
Somos muy hedonistas, vivimos en una sociedad capitalista, todo es desechable, todo se valora en términos de utilidad. alguien que sufre o que tiene problemas es desechable, no lo queremos en nuestras vidas. Valores como la compasión y la solidaridad se ridiculizan porque aparentemente no aportan ninguna ganancia (a niveles no materiales aportan muchísimo, pero es otro tema).
El error de estos planteamientos es que nos olvidamos de que todos somos humanos, que todos somos susceptibles de sufrir, de pasar por un mal momento y por tanto  de necesitar la presencia de un ser compasivo y paciente que nos acompañe cuando nos sintamos mal. Puede que algunos crean que con muchos "me gusta" en facebook puedan suplir el amor genuino, o tal vez con una borrachera en compañía de esos llamados amigos con quienes no puede comunicarse realmente. Pero la soledad está ahí acechando junto a la tristeza y el vacío y  por desgracia de eso no se libra nadie.

Intentemos ser más humanos.






jueves, 15 de octubre de 2015

Por qué un blog sobre la soledad


Día a día observo que nos hacemos más individualistas, que en esta sociedad competitiva y neoliberal del "sálvese quien pueda" cada vez hay más personas solas, abrumadas por el peso de la propia vida. Porque el existir y vivir como humanos en este mundo conlleva presenciar y sufrir injusticias e inmoralidades a veces insoportables y  esos conflictos la mayoría de las veces no ofrecen fácil solución.
Nos van inculcando poco a poco a través del miedo y la impotencia que cada uno tiene que luchar por lo suyo, que lo "normal" es dejar de lado las emociones que nos hacen supuestamente débiles como la compasión y la solidaridad y por lo tanto nos vamos deshumanizando, abandonamos nuestra propia esencia y nos dejamos llevar por esa corriente voraz y hasta cruel...vamos caminando por la vida sin mirar al otro. La gran tragedia de nuestros días es que "el otro" ya no existe, se borra, desaparece, pero a pesar de que no miremos ahí sigue sufriendo ante nosotros aunque creamos que no está.
Quiero llamar la atención sobre el gran peso de la soledad en nuestros días por la falta de reconocimiento del dolor y el sufrimiento ajeno, y eso es lo que me ha movido a emprender esta aventura también solitaria de escribir ante una pantalla de ordenador.
Como humanos todos nacemos solos, vivimos solos, cargamos con una soledad que nos es inherente y de la que intentamos desprendernos encarnizadamente a lo largo de nuestra vida, a veces volviéndonos ciegos a la soledad de los otros y despreciándola en el curso de la batalla contra la propia. Porque no queremos ver lo que nos resulta insoportable y feo y deseamos mirar a otro lado y narcotizarnos para no sentir nuestro propio dolor. Sin embargo ese dolor forma parte de nuestra naturaleza y renunciar a él es renunciar a nuestra humanidad y a las cualidades que nos hacen grandes como especie.
No es mi intención hacer un repaso exhaustivo de los grandes filósofos y pensadores que han escrito sobre este tema, sino compartir mis reflexiones sobre la soledad y todas sus ramificaciones sobre nuestra existencia.
Si con ello puedo aliviar mi propia soledad y acompañar a otros solitarios a quienes el mundo y la existencia en ocasiones les pese más de lo tolerable y no puedan ni quieran cerrar los ojos, me sentiré más aliviada en mi carga.