miércoles, 29 de noviembre de 2017

La vida iba en serio

NO VOLVERÉ A SER JOVEN

Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.

Jaime Gil de Biedma

 Nacido en 1929 en el seno de una familia de la alta burguesía castellana, su padre se trasladó a Barcelona para trabajar en la Compañía de Tabacos de Filipinas. El que fuera su despacho puede ser visitado hoy en día en el Hotel 1898 en La Rambla de Barcelona.
Miembro destacado de la llamada Escuela de Barcelona, se relacionó con los componentes de esta: Joan Ferraté, Gabriel Ferrater, Jaime Salinas, Carlos Barral y el novelista Juan Marsé. Junto a Ángel González, Claudio Rodríguez y José Ángel Valente, todos estos autores formaron la así llamada «Generación del 50». Gil de Biedma dijo en varias ocasiones que los grupos literarios no eran más que promociones editoriales. En su obra recurrió al coloquialismo (con él mismo y con los lectores) y a la ironía para destacar asuntos sociales y existenciales y, aun cuando no es muy extensa (siempre prefirió la calidad a la cantidad), se ha considerado como una de las más interesantes e influyentes de su generación. La lectura de Eliot, Spender, Auden y en general de los poetas en lengua inglesa fue determinante para Gil de Biedma, él admiraba esta escuela poética que con el uso del monólogo dramático encontró la veta artística que sentó las bases de la poesía del siglo XX. De esa manera renunció al simbolismo francés que era donde se sustentaba la mayor parte de la poesía de la Generación del 27. Además también escribió algunos ensayos literarios donde demuestra ser dueño de una prosa muy precisa y de unos conocimientos literarios superiores a la crítica de entonces; estos ensayos están recogidos en El pie de la letra. Jaime dejó de escribir poesía porque según decía "lo normal es no escribir, lo normal es leer", de esta manera se convirtió en lo que podríamos llamar un bartleby (por el personaje de Melville) que prefirió dejar la escritura. Sin embargo, otros sostienen que su mundo poético estaba acabado y que antes que repetirse lo abandonó.
Una de las facetas menos estudiadas del poeta es la conversación, él siempre defendió que debía realizarse con una finalidad estética. En el libro prologado y editado por el profesor Javier Pérez Escohotado (El Aleph, 2002) y reeditado en Austral, 2015, bajo el título Gil de Biedma. Conversaciones se recogen algunos de estos coloquios. Aquí puede apreciarse la capacidad conversacional del poeta, la nitidez de sus ideas y la utilización precisa que hacía de la lengua española. Los lectores también podemos acudir a sus diarios para acercarnos a la figura del poeta y a su manera de pensar sobre asuntos diversos, especialmente de filosofía.

viernes, 24 de noviembre de 2017

La familia nuclear y los amigos


Tengo visto y comprobado que en esta sociedad en que vivimos llega una edad en la que, sobre todo las mujeres, pasamos de estar centradas en las amistades y de tener como grupo de pertenencia a las mismas a estar totalmente absortas en la pareja heterosexual, y por supuesto, después por la sacrosanta Maternidad.
Es el momento que estoy viviendo. De todas las amigas que tengo, de diferentes ámbitos y niveles culturales y sociales, creo que la única que sigue sin emparejar soy yo. Y de las que están con su par sólo una no ha sido madre. Porque lo de ser madre es eso, algo que se "es", no un estado. Cuando una mujer se hace madre su esencia misma cambia y ya todas sus prioridades cambian. Todo gira en torno al Hijo. No tiene tiempo para nada más. Ojo, no estoy haciendo una crítica. Estoy describiendo una realidad que no es extensible a la paternidad por lo general (con honrosas excepciones).


Tu amiga pasa a ser madre y ya debes asumir que no la vas a ver más que una vez o dos al año si hay suerte, y un ratito como mucho, que la conversación va a girar en torno a los niños y a la lactancia, los pañales, los virus y los puntos de la episiotomía. Y por mí encantada, no hay problema, mi interés en la conversación es genuino, me preocupo por mis amigas y por cómo ellas y sus hijos se encuentran.

Pero claro, lo que ocurre es que las que no somos madres seguimos teniendo nuestros corazoncitos y nuestras necesidades que una amiga que es madre no puede atender. Sabemos que no las podemos llamar para charlar porque siempre están agobiadas y ocupadas, porque es muy posible que las pilles en la hora de la merienda o del baño, que estén sobrepasadas porque el niño tiene fiebre y que nuestras minucias de mujeres solteras sin cargas no son nada comparadas con sus vidas frenéticas.


Dejando aparte la maternidad, está el tema del emparejamiento. Parece que existe una necesidad compulsiva por encontrar una pareja, entrar en un enamoramiento romántico y exclusivo y entrar en un olvido del resto del mundo y de uno mismo. Empieza la vida en pareja con el consiguiente apalancamiento y limitación de la vida social y de los intereses. Sólo se sale con otras parejas que viven cerquita, a los bares de siempre y a recogerse prontito. Y así un fin de semana tras otro hasta que llegan los hijos.
Los amigos de nuevo quedan relegados a un último plano, se buscan otras parejas afines y los planes e intereses individuales se disuelven en la confusión del yo-tú que es el nosotros.


A nivel social se considera un fracaso que una persona adulta no esté emparejada ni tenga hijos, que se mantenga independiente y sola, pero lo malo es que la soledad que pueda tener esa persona no viene originada por el hecho de no tener una media naranja ni unos bebés, sino porque las amistades dejan de ser importantes para la mayoría de su entorno. Vivimos en una sociedad centrada en la familia nuclear, egoísta y narcisista, donde toda persona ajena a la familia formada por uno mismo es irrelevante y extraña y no merece demasiado tiempo ni atención.
Tristemente, añado, pues los hijos crecen, las parejas no perduran, y cuando con unos 50-60 años la gente se ve que esa familia nuclear ha volado, se ven sin lo que realmente importa, los amigos.


jueves, 23 de noviembre de 2017

La modernidad líquida

Zygmunt Bauman (Poznań19 de noviembre de 1925-Leeds9 de enero de 2017)​ fue un sociólogofilósofo y ensayista polaco de origen judío. Su obra, que comenzó en la década de 1950, se ocupa, entre otras cosas, de cuestiones como las clases sociales, el socialismo, el holocausto, la hermenéutica, la modernidad y la posmodernidad, el consumismo, la globalización y la nueva pobreza. Desarrolló el concepto de la «modernidad líquida», y acuñó el término.​ Junto con el también sociólogo Alain Touraine, Bauman recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010.

El interés de la investigación de Zygmunt Bauman se enfocó en la estratificación social y en el movimiento obrero, antes de interesarse en temas más globales tales como la naturaleza de la modernidad. El período más prolífico de su carrera comenzó después de abandonar la enseñanza en Leeds, cuando se acrecentó su importancia más allá de los círculos de sociólogos profesionales con un libro que publicó acerca de la supuesta conexión entre la ideología de la modernidad y el Holocausto.​
La obra de Bauman comprende 57 libros y más de 100 ensayos. Muy influido por Gramsci, nunca llegó a renegar de los postulados marxistas. Sus obras de la década de 1980 y principios de los 90 analizan las relaciones entre la modernidad, la burocracia, la racionalidad imperante y la exclusión social. Siguiendo a Sigmund Freud, concibe la modernidad europea como el producto de una transacción entre la cesión de libertades y la comodidad para disfrutar de un nivel de beneficios y de seguridad.​
Las primeras obras de Bauman fueron proyectos basados en la modernidad dentro del diseño de una mejor sociedad. Hacia 1970 y comienzos de la década de 1980, su atención cambió a cuestiones más generales y teóricas en relación con el papel de las ciencias sociales y cómo estas podrían ayudar a la sociedad. El mayor cambio en la obra de Bauman se produjo a finales de la década de 1980, con la edición de una trilogía de libros (Legisladores e intérpretesModernidad y Holocausto y Modernidad y ambivalencia), en los que criticaba la modernidad y proponía una visión posmoderna distópica de la sociedad. Desde entonces, Bauman editó una línea invariable de libros adicionales, donde había estado explorando su nueva perspectiva.

Aunque a Bauman se le considera un pensador 'posmoderno', no le cabe el término de posmodernista, ya que utiliza los conceptos modernidad sólida y modernidad líquida para caracterizar lo que considera dos caras de la misma moneda. Desde fines de la década de 1990, Bauman ejerció una considerable influencia sobre el movimiento altermundistaEn su libro Vidas desperdiciadas: La modernidad y sus parias, Bauman aborda la consecuencia de la modernidad, la que deja como resultado desechos, pero en este caso son "residuos humanos" producto de las migraciones y la globalización , el flujo de poblaciones no se puede reabsorber y está comenzando a ser un problema serio para diferentes partes del mundo, principalmente en países primer mundistas, como Estados Unidos y la Unión Europea. El problema de la migración se ha ido convirtiendo en uno de los principales temas de la agenda dentro del grupo hegemonía del planeta. Bauman afirma que la producción de "residuos humanos" constituye una consecuencia inevitable de la modernidad.

Cómo convivir con los otros ha sido un problema omnipresente de la sociedad occidental, y Bauman presenta las principales estrategias utilizadas: la separación del otro excluyéndolo (estrategia émica), la asimilación del otro despojándole de su otredad (estrategia fágica) y la invisibilización del otro para que desaparezca del propio mapa mental.

En el planteamiento de Bauman, la búsqueda de la identidad es la tarea y la responsabilidad vital del sujeto, y esta empresa de construirse a sí mismo constituye al mismo tiempo la última fuente de arraigo. Bauman plantea que en la modernidad líquida las identidades son semejantes a una costra volcánica que se endurece, vuelve a fundirse y cambia constantemente de forma. El autor plantea que estas parecen estables desde un punto de vista externo, pero que al ser miradas por el propio sujeto aparece la fragilidad y el desgarro constante.​ Según sus planteamientos, en la modernidad líquida el único valor heterorreferenciado es la necesidad de hacerse con una identidad flexible y versátil que haga frente a las distintas mutaciones que el sujeto ha de enfrentar a lo largo de su vida. La identidad se configura como una responsabilidad reflexiva que busca la autonomía del resto y la constante autorrealización y que, además, está abocada a la constante inconclusión debido a la falta de un telos en la modernidad tardía.
Entiende que la felicidad se ha transformado de aspiración ilustrada para el conjunto del género humano en deseo individual. Y en una búsqueda activa más que en una circunstancia estable, porque si la felicidad puede ser un estado, solo puede ser un estado de excitación espoleado por la insatisfacción. El exceso en los bienes de consumo nunca será suficiente.


Bauman, al plantear la modernidad líquida, se refiere al proceso por el cual el individuo tiene que pasar para poder integrarse a una sociedad cada vez más global, pero sin identidad fija, y sí maleable, voluble. La identidad se tiene que inventar, crear, se tiene que moldear máscaras de supervivencia. Llega a esta conclusión a partir del análisis histórico de los grandes cambios que ha experimentado la sociedad, en especial a partir de la lucha de clases, entre el proletariado y los dueños de los procesos de producción, a finales del siglo XIX, el desintegramiento de las sociedades colectivas, para dar paso a la individualidad en términos de ciudadanía, los cambios vertiginosos que ha provocado la globalización y el imperialismo comercial de los monopolios en contubernio con los gobiernos neoliberales, el resurgimiento de la alteridad (movimientos indígenas), el feminismo, la lucha arcaica en medio oriente, el crecimiento exponencial de la población mundial, hasta llegar a la era de las TIC, donde más se observa la problemática de la identidad en la modernidad líquida. Si antes, en el siglo XVIII, la sociedad se caracterizaba por el sentido de pertenencia del individuo muy marcado entre los distintos estratos sociales, ahora, con el auge de las redes sociales y las TIC, las identidades globales, volubles, permeables y propiamente frágiles, oscilan según la tendencia que marca el consumismo. Sin embargo, esta identidad escurridiza nos hace cada vez más dependientes del otro, y es ahí donde se encuentra la esperanza de crear condiciones de crecimiento en términos de humanidad, conciencia colectiva por el bien individual a partir del común, en unión con la naturaleza.​

Bauman fijaba arbitrariamente, pero creía que de forma útil, el origen de la modernidad en el terremoto de Lisboa de 1755, al que siguió un incendio que destruyó lo que quedaba y luego un tsunami que se lo llevó todo al mar. “Fue una catástrofe enorme, no sólo material sino también intelectual. La gente pensaba hasta entonces que Dios lo había creado todo, que había creado la naturaleza y había puesto leyes. Pero de repente ve que la naturaleza es ciega, indiferente, hostil a los humanos. No puedes confiar en ella. Hay que poner el mundo bajo la administración humana. Reemplazar lo que hay por lo que puedes diseñar. Así, Rousseau, Voltaire o Holbach vieron que el antiguo régimen no funcionaba y decidieron que había que fundirlo y rehacerlo de nuevo en el molde de la racionalidad. La diferencia con el mundo de hoy es que no lo hacían porque no les gustara lo sólido, sino, al revés, porque creían que el régimen que había no era suficientemente sólido. Querían construir algo resistente para siempre que sustituyera lo oxidado. Era el tiempo de la modernidad sólida. El tiempo de las grandes fábricas empleando a miles de trabajadores en enormes edificios de ladrillo, fortalezas que iban a durar tanto como las catedrales góticas”.

La modernidad se hizo líquida. “Hoy la mayor preocupación de nuestra vida social e individual es cómo prevenir que las cosas se queden fijas, que sean tan sólidas que no puedan cambiar en el futuro. No creemos que haya soluciones definitivas y no sólo eso: no nos gustan. Por ejemplo: la crisis que tienen muchos hombres al cumplir 40 años. Les paraliza el miedo de que las cosas ya no sean como antes. Y lo que más miedo les causa es tener una identidad aferrada a ellos. Un traje que no te puedes quitar. Estamos acostumbrados a un tiempo veloz, seguros de que las cosas no van a durar mucho, de que van a aparecer nuevas oportunidades que van a devaluar las existentes. Y sucede en todos los aspectos de la vida. Con los objetos materiales y con las relaciones con la gente. Y con la propia relación que tenemos con nosotros mismos, cómo nos evaluamos, qué imagen tenemos de nuestra persona, qué ambición permitimos que nos guíe. Todo cambia de un momento a otro, somos conscientes de que somos cambiables y por lo tanto tenemos miedo de fijar nada para siempre. Probablemente su Gobierno, como el del Reino Unido, llama a sus ciudadanos a ser flexibles. ¿Qué significa ser flexible? Significa que no estés comprometido con nada para siempre, sino listo para cambiar la sintonía, la mente, en cualquier momento en el que sea requerido. Esto crea una situación líquida. Como un líquido en un vaso, en el que el más ligero empujón cambia la forma del agua. Y esto está por todas partes”.

Por supuesto, señalaba, esa situación de perpetua inestabilidad tiene efectos sobre la identidad. “Hace no mucho el precariado era la condición de vagabundos, homeless, mendigos. Ahora marca la naturaleza de la vida de gente que hace 50 años estaba bien instalada. Gente de clase media. Menos el 1% que está arriba del todo, nadie puede sentirse hoy seguro. Todos pueden perder los logros conseguidos durante su vida sin previo aviso”. Por un lado, decía Bauman, está la “devastación emocional y mental de muchos jóvenes que entran ahora al mercado de trabajo y sienten que no son bienvenidos, que no pueden añadir nada al bienestar de la sociedad sino que son una carga”. Por otro, concluía, “la gente que tiene un empleo experimenta la fuerte sensación de que hay altas posibilidades de que también se conviertan en desechos. Y aun conociendo la amenaza son incapaces de prevenirla. Es una combinación de ignorancia e impotencia. No saben qué va a pasar, pero ni sabiéndolo serían capaces de prevenirlo. Ser un sobrante, un desecho, es una condición aún de una minoría, pero impacta no sólo en los empobrecidos sino también en cada vez mayores sectores de las clases medias, que son la base social de nuestras sociedades democráticas modernas. Están atribuladas”.

Y concluía que ante esa circunstancia “hoy hay una enorme cantidad de gente que quiere el cambio, que tiene ideas de cómo hacer el mundo mejor no sólo para ellos sino también para los demás, más hospitalario. Pero en la sociedad contemporánea, en la que somos más libres que nunca antes, a la vez somos también más impotentes que en ningún otro momento de la historia. Todos sentimos la desagradable experiencia de ser incapaces de cambiar nada. Somos un conjunto de individuos con buenas intenciones, pero que entre sus intenciones y diseños y la realidad hay mucha distancia. Todos sufrimos ahora más que en cualquier otro momento la falta absoluta de agentes, de instituciones colectivas capaces de actuar efectivamente”.
Zygmunt Bauman ha criticado el impacto de la redes sociales sobre el individuo en diferentes artículos de prensa publicados poco antes de su fallecimiento. Según este sociólogo, aparentemente, las redes sociales constituyen una herramienta para crear una comunidad propia,  pero lo que realmente se genera es una comunidad "sustituta" donde no se necesitan habilidades sociales. Son áreas de confort, donde no hay diálogo real ya que la comunidad creada se realiza a medida del individuo, y por tanto no existe la controversia o el conflicto. Así, su colectivo es seleccionado según necesidad, de forma que es fácilmente escogido o eliminado con un simple “click” de ratón y el capital afectivo que se medirá por el "numero de contactos" que se tiene en las distintas cuentas de Facebook, twitter,instagram y otras.​

Así, el diálogo en las redes sociales sería un lugar para encerrarse de forma confortable y “escuchar el eco de la propia voz”. En la actualidad, pertenecer  a una red social puede ayudar a mejorar la sensación de soledad que tiene el individuo, debido al escenario de gran individualización en el que se vive, pero constituyen una verdadera trampa, ya que realmente no hay una mayor sociabilización de la persona.
Bauman, dentro de su concepto de modernidad líquida, distinguirá entre el concepto de grupo y enjambre. Los enjambres, se diferencian de los grupos por que no incluyen herramientas de supervivencia. Se asocian y se dispersan en diversas ocasiones por determinados temas relevantes que van cambiando, atraídos por objetos, variables y en movimiento. Este concepto de enjambre ha sido extrapolado por algunos autores, a la audiencia social que forma Twitter. Los distintos usuarios se comportan como un enjambre social y no como la definición de grupo, uniéndose para acontecimientos muy variados, sin una identidad importante y actúan en el escenario de ese concepto “líquido” que difine Bauman.​ Por otro lado, a pesar de la utilidad que han tenido algunas redes sociales en distintos movimientos políticos como en la primavera árabe o los indignados, las redes sociales permiten identificar a los disidentes fácilmente por parte del poder. Bauman las califica de “lugares donde la vigilancia es voluntaria y autoinfligida”.

Todas estas críticas, se ajustarían a su concepto de «modernidad líquida» donde la integración de la persona se realiza en una sociedad global pero sin identidad fija, obligando a una adaptación continua, por lo que se depende continuamente de la presencia del otro que ratifica nuestra identidad y nos permite «ser vistos».
Los vínculos humanos vienen debilitándose desde el comienzo de la llamada época moderna y la más clara revelación de esta pérdida de valores la estamos palpando ahora, con la llegada de la posmodernidad y hasta nuestros días. Para Bauman, esta decadencia se traducía en la modernidad líquida, que implica el fin de la era del compromiso mutuo, y donde el espacio público retrocede para dejar paso a un individualismo que conduce a la corrosión y la desafección del concepto de ciudadanía. Una sociedad fragmentada, afirma, en átomos. Y es que ya nada nos aferra unos a otros. Las sociedades posmodernas se han convertido en fábricas de desconfianza que abocan a los individuos a un mercado de competencia y división individualizada. Unos contra otros. Y frente a este individualismo o, mejor dicho, ante esta soledad, Bauman justifica el surgimiento y éxito de plataformas como Facebook. Como el animal depredador, el empresario huele el miedo y crea un espejismo, un salvavidas al que nos aferramos, creándonos una falsa ilusión de comunidad, alimentando superficial e imaginativamente nuestro anhelo de colectividad.



http://www.lavanguardia.com/cultura/20170109/413213624617/modernidad-liquida-zygmunt-bauman.html
https://elpais.com/cultura/2015/12/30/babelia/1451504427_675885.html
http://lamonomagazine.com/bauman-la-modernidad-liquida-y-el-espejismo-de-las-redes-sociales/
wikipedia

miércoles, 15 de noviembre de 2017

El coloso de rodas

La historia de la isla de Rodas está muy relacionada con la Mitología. Se cuenta que Zeus, el dios supremo del Olimpo, decidió otorgar islas y ciudades al resto de los múltiples dioses del panteón olímpico y en el reparto debió de olvidarse de Helio. Zeus: se quejó de que tendría que comenzar todo de nuevo, pero Helio le dijo que había observado señales de una nueva isla que estaba emergiendo del mar, al sur de Asia Menor. "Ya me deleitaré con eso". Cuando Rodas emergió del mar, Helio la reivindicó y engendró allí siete hijos y una hija con la ninfa Rodo, hija de Poseidón, dios de los mares. 
Rodas se llamaría así en honor a esta ninfa. También se cuenta que se llamó Rodas (del griego “Ródon”, rosa) debido a la gran abundancia de esta flor en la isla.

El coloso de Rodas fue una gran estatua de Helios, realizada por el escultor Cares de Lindos en Rodas en 292 a. C. y destruida por un terremoto en 226 a. C. Es considerada una de las Siete maravillas del mundo antiguo.​ Todo lo que se conoce sobre esta estatua se debe a las noticias que dejaron los escritores antiguos Plinio el ViejoPolibio​ y Estrabón, y a las crónicas bizantinas de Constantino VII Porfirogéneta, Miguel el Sirio y Filón.
La estatua (hecha con placas de bronce sobre un armazón de hierro) representaba al dios griego del sol, Helios. Según Plinio el Viejo, medía unos 32 m:
Pero de todos el más admirado fue el Coloso del Sol, en Rodas, hecho por Cares de Lindos, alumno del Lisipo antes mencionado. Esta estatua medía 70 codos de altura.​ Después de 66 años un terremoto la postró, pero incluso yacente es un milagro. Pocos pueden abarcar el pulgar con los brazos, sus dedos eran más grandes que la mayoría de las estatuas que tenían marfil. El vacío de sus miembros rotos se asemeja a grandes cavernas. En el interior se ven magnas rocas, con cuyo peso habían estabilizado su constitución. Doce años tardaron en terminarla y costó 300 talentos, que se consiguieron de las máquinas de guerra abandonadas por el rey Demetrio en el asedio de Rodas.
Plinio el Viejo, Historia natural (34.18.3)​
La base, de mármol blanco, medía 40 codos (15 metros). Habría pesado unas 70 toneladas.
En el año 305 a. C., Rodas, que en las luchas de los diádocos se había alineado con Ptolomeo I, fue invadida por un poderoso ejército dirigido por Demetrio Poliorcetes, hijo de Antígono I Monóftalmos.
Para apoderarse de la ciudad, Demetrio mandó a construir varias torres de asedio con el fin de asaltar las murallas. La primera de estas torres fue montada en seis barcos. Este primer intento no dio resultado porque los barcos naufragaron en una tormenta antes de que la torre pudiera ser utilizada. Demetrio volvió a intentarlo con otra torre aún mayor construida sobre la tierra. Este tipo de arma de asedio era denominada helépolis. Sin embargo, los defensores rodios repelieron el ataque inundando el terreno ante los muros para que la helépolis no pudiera ser desplazada.
Helépolis

En el año 304 a. C. una flota enviada por Ptolomeo I, aliado de Rodas, hizo huir precipitadamente a Demetrio, quien abandonó la mayor parte de su armamento de asedio. A pesar de su fracaso frente a los muros de Rodas, Demetrio obtuvo el sobrenombre de Poliorcetes, "conquistador de ciudades" por sus éxitos militares. Los rodios vendieron por 300 talentos los equipos de asedio abandonados.​
Para celebrar su victoria, los rodios decidieron que Cares de Lindos ―nativo de la isla, y discípulo del célebre Lisipo, quien había esculpido en Tarento una estatua de bronce de Zeus de unos 22 metros de altura― construyera una estatua gigantesca al dios Helios, protector de la ciudad. Le preguntaron al escultor cuánto costaría una estatua de 50 pies (15 metros) de altura; cuando les respondió, le preguntaron cuánto costaría una estatua del doble de altura. Él respondió que el doble, y los rodios firmaron el contrato. Cares no tuvo presente que al doblar la altura, necesitaría ocho veces más materiales. Esto lo llevó a la bancarrota y el suicidio.
Busto de Alejandro como Helios

El coloso de Rodas fue terminado por Laques (también de la aldea rodia de Lindos) en el 292 a. C.
Sesenta y seis años después de su construcción, en el año 226 a. C. un terremoto derribó la colosal obra. 
La estatua, desde el momento de su finalización en el año 282 a.C., se conoció como el Coloso de Rodas. Pese a que la mayoría de las ilustraciones conocidas, así como varios poemas de siglos posteriores representan al Coloso de Rodas como una estatua a la entrada del puerto con cada pierna sobre sendos pedestales a ambos lados de la entrada del puerto, varios estudios estructurales demuestran que dados los materiales de construcción no era viable, ya que la estatua se habría colapsado por su propio peso durante la construcción.
En el año 226 a.C. un terremoto en Rodas generó grandes daños estructurales en toda la ciudad, quebrando la estatua de Helios a la altura de las rodillas, provocando el derrumbe de la misma. Ptolomeo III propuso la reconstrucción de la misma, pero el oráculo de Delphi sugirió que esto no se hiciera, ya que hizo creer a los habitantes de Rodas que el terremoto era la muestra de Helios de que el Coloso de Rodas había sido una gran ofensa a su deidad.
Delfos

La ruinas del coloso se mantuvieron esparcidas por en el mismo lugar de la destrucción de la estatua durante varios años, tal y como relatan escritos de Estrabón y Plinio el Viejo, hasta la llegada en el año 654 d.C. de las fuerzas árabes, con Muawiya ibn Abi Sufyan al frente, que capturó la ciudad de Rodas, siendo las ruinas del Coloso de Rodas transportadas a Edesa mediante 900 camellos para ser vendidas a un comerciante judío.
Sea como fuere no ha subsistido ninguna huella de la estatua de Helios, una de las maravillas más celebradas de la antigüedad. Exactamente nadie sabe qué aspecto ofrecía el coloso de Rodas aunque se supone que correspondería a un joven atlético, que bien podía haber pertenecido al conquistador más querido y famoso de aquella época, Alejandro Magno, simbolizando a Helios con sus rayos solares saliendo de la cabeza. 


http://trianguloequidlatere.blogspot.com.es/2011/01/el-coloso-de-rodas.html

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Tú eras el huracán


Rima XLI
Tú eras el huracán, y yo la alta 
torre que desafía su poder. 
¡Tenías que estrellarte o que abatirme...! 
¡No pudo ser! 

Tú eras el océano; y yo la enhiesta 
roca que firme aguarda su vaivén. 
¡Tenías que romperte o que arrancarme...! 
¡No pudo ser! 

Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados 
uno a arrollar, el otro a no ceder; 
la senda estrecha, inevitable el choque... 
¡No pudo ser!

G.A. Bécquer



La clave del poema es la personalidad de unos amantes irreconciliables. Ella aparece como una fuerza activa que arremete violentamente y sólo se satisface con arrollar y destruir; en cambio, el poeta se mantiene pasivo, concentrando toda su energía en la resistencia. Uno y otra aparecen poderosos,  inquebrantables, pero sus energías son de signo opuesto. La disyuntiva se presenta como algo ineludible; no había otra salida. Nos encontramos ante un poema intimista que rememora una ruptura, el choque inevitable entre dos temperamentos demasiado fuertes, incapaces de ceder un ápice. No hay lamentos ni reproches, sólo la rotunda corroboración de una evidencia: “¡No pudo ser!”.