lunes, 28 de diciembre de 2020

Soy tóxica y poco compasiva

Muchas veces siento que soy una persona de esas tóxicas, de las que las webs de psicología positiva y los gurús del bienestar dicen que hay que huir. 
No soy una persona con vibraciones altas, sea lo que sea eso, ni soy un Moai, ni traigo luz a los demás seres ni irradio mi amor a todos los seres del universo. Soy más bien un ser humano bastante imperfecto, con luces y sombras, temores, dudas, inseguridades y dificultades para sentir compasión por mí misma y por ciertas personas. Incluso a veces me frustro y me enfado, maldigo y digo palabrotas. Tan tóxica soy que hasta a veces me cabreo con la gente porque hace cosas que me molestan en vez de sentir compasión y amor por ellos y por la humanidad compartida de la que somos parte. 



 Toda esta introducción es una sátira burda de en lo que se han convertido ciertas prácticas y disciplinas muy valiosas en su origen para el saber popular (mindfulness, filosofía budista, ciertas ramas de la psicología, etc...). Ya nos creemos gurús del crecimiento personal por haber leído un par de artículos y un libro o haber hecho un retiro de yoga. Ya sabemos el secreto de la felicidad y hemos alcanzado el Nirvana. Cuando en realidad no se trata de llegar a ser un ser de luz, un buda o un ser semidivino, sino de conocer y reconocer las fortalezas y debilidades propias que además compartimos con miles de millones de otros humanos que no son menos especiales y únicos que una misma. Lo difícil es predicar con el ejemplo o pasar de la teoría a la práctica.

Y creo que en este paso de lo que creemos que tenemos que ser a lo que somos en realidad es donde se nos van toda la fuerza, la luz, las vibraciones y los chakras. Y donde se ven las pocas ganas de cambiar de verdad de cada uno. 
Seguimos perdiéndonos en las expectativas. Discutimos a ver quién medita mejor y más tiempo, quién alcanza un trance o un estado concreto, nos comparamos con el otro y nos seguimos creyendo seres únicos y exclusivos con un sufrimiento que nadie puede entender. Es decir, nos perdemos en el individualismo y en el logro. No porque seamos peores seres humanos, tóxicos y carentes de compasión (bueno, algunos sí, todo hay que decirlo) sino porque vivimos en una sociedad imbuida del pensamiento occidental que nos ha grabado a fuego el individualismo, la necesidad de competir y de alcanzar metas. Y de sentirnos culpables si no somos lo suficientemente buenos. 




A mí, como humana de a pie de esta sociedad occidental, industrializada y postcapitalista, me cuesta mucho acordarme de esto. Intento ser compasiva y no dejarme llevar por mis reacciones, pero hay personas a las que no soy capaz de desear el bien y la felicidad. Y no porque yo sea peor persona, sino porque eso nos pasa a todos (recordemos: la humanidad compartida). La diferencia es que  yo me doy cuenta y al menos intento mejorar esa parte de mi ser. No sé si con mucho éxito, pero en eso estoy, en intentar ser mejor persona y en no sufrir inútilmente. 



jueves, 17 de diciembre de 2020

Baco, malito.

 Baco está muy enfermo. Nunca podría haber imaginado que antes de que se cumpliera un año de la muerte de Simba esto pudiera ocurrir. "Demasiada mala suerte", pensaba. "Baco está sano, fuerte, gordo, no puede pasarle nada. Es como la Mami, que tiene 17 años y nunca ha estado enferma". Eso me decía a mí misma mientras afrontaba la pérdida de Simba a lo largo de este fatídico 2020. Fatídico no solo por la pandemia, sino porque empezó con la pérdida de mi rubio tierno y acaba con la enfermedad de mi ojito derecho.

En lo más profundo de mi corazón tenía miedo a que la historia se pudiera repetir. Mientras iba reviviendo el avance de la enfermedad de Simba a lo largo de los últimos meses, un eco lejano reverberaba: "Baco tiene la misma edad que tenía Simba, puede repetirse la historia, ¡cuidado!".

Y te sientes tan sola y desamparada ante esto. Ante la verdad descarnada de la enfermedad y la sombra de la muerte. Nada te puede consolar ni aliviar. Realmente es algo que tienes que pasar sola, con él, porque por mucho que busques palabras de aliento nunca te llegan.

Todo esto evidencia que estamos solos, que nadie puede pararnos los golpes de la vida y que contra eso no podemos resistirnos ni luchar, sino aceptarlo con humildad y paciencia.

Por supuesto que hay gestos que llegan al alma, como las personas que ofrecen su tiempo y su esfuerzo y hasta su dinero en ayudar (mil gracias, Lorena, nunca podré compensarte) y las que muestran una preocupación y un interés genuino en el estado de Baco. Pero las horas robadas al sueño a su lado velándolo pendiente de que no vomite, de alimentarlo por la sonda y que lo tolere, de recogerlo de la clínica y no saber si te van a dar buenas o malas noticias, esas son para mí y no hay nada ni nadie que pueda librarme de pasar por ello. 

Sólo espero que remonte, que vuelva a comer, que me lo encuentre esperándome en casa cuando llego y que se acueste a mi lado a dormir como siempre ha hecho en estos 12 años. Y que dure lo que dure, que sea un tiempo de calidad para él.

Ponte bien.



miércoles, 2 de diciembre de 2020

La "conspiranoia", un error necesario

La Filosofía surgió a partir del momento en que salimos de la oscuridad en la que los seres humanos acudíamos a los mitos para explicar los sucesos del universo y comenzamos a hacer uso de la Razón para dar respuesta tanto a esas preguntas. Se trata del denominado “paso del mito al logos”. Por un lado el pensamiento mítico utiliza relatos protagonizados por seres sobrenaturales que son aceptados de manera dogmática, sin espacio para la reflexión crítica. La Filosofía supondría la existencia de un orden racional en el universo que el ser humano es capaz de conocer a través de su propia racionalidad y del análisis crítico. El universo deja así de ser un caos y pasa a convertirse en un cosmos ordenado según las leyes de la Naturaleza. La humanidad, gracias a la Filosofía, dejaba atrás el oscurantismo mitológico para descubrir la Razón y, consecuentemente, la Filosofía y la Ciencia.


Pero como veremos al ser humano le gusta de vez en cuando volver sobre sus pasos y entregarse de nuevo a los brazos del mito, que no deja de ser un viejo conocido que a veces puede dar explicaciones de la realidad más cómodas y agradables que las que dan la ciencia y la evidencia.

Las expresiones «teoría conspirativa», «teoría de conspiración» o «teoría conspiratoria» se usan para referirse a ciertas teorías alternativas a las oficiales que explican un acontecimiento o una cadena de acontecimientos, comúnmente, de importancia política, social, económica, religiosa o histórica, por medio de la acción secreta de grupos poderosos, extensos y de larga duración (por ejemplo como que la pandemia de coronavirus​ ha sido provocada por ciertas personas poderosas que quieren inocularnos a través de la futura vacuna unos nanochips que nos controlen a todos, entre otras versiones). La hipótesis general de una teoría de conspiración es que ciertos sucesos importantes en la historia han sido causados por conspiraciones ocultas misteriosas. Es aquí cuando el ser humano vuelve al cuento, al mito, para explicarse lo que su ignorancia no comprende o lo que su trauma no acepta.



En su trabajo de dos volúmenes «Las sociedades abiertas y sus enemigos, 1938–1943», Karl Popper usa la expresión «teorías de conspiración». Argumenta que el totalitarismo del siglo XX estuvo fundado en tales teorías, que recurrían a complots imaginarios conducidos por escenarios paranoicos predicados en el tribalismo o el racismo.  El término «conspiracionismo» fue popularizado por el académico Frank P. Mintz en la década de 1980. De acuerdo con Mintz, "el conspiracionismo satisface las necesidades de diversos grupos políticos y sociales en Estados Unidos y otras regiones. Identifica élites, las culpa por las catástrofes económicas y sociales, y asume que las cosas serán mejores una vez la acción popular las pueda remover de las posiciones de poder. Como tales, las teorías conspirativas no tipifican una época o ideología particular". De acuerdo con Berlet y Lyons, «El conspiracionismo es una forma narrativa particular de articular un chivo expiatorio, la cual enmarca enemigos satanizados como parte de un vasto e incisivo argumento contra el bien común, mientras que valora el chivo expiatorio como un héroe para la alarma resonante».​



De acuerdo con algunos estudios psicológicos, una persona que cree en una teoría conspirativa tiende a creer en otras y una persona que no cree en una teoría conspirativa tiende a no creer en otra.​ Esto puede deberse a diferencias en la información en que se basan las partes para formular sus conclusiones. La búsqueda de significado es común en el conspiracionismo y en el desarrollo de teorías conspirativas, y puede ser suficientemente fuerte como para llevar ella sola a la primera formulación de la idea. Una vez concebida, el sesgo de confirmación y la evasión de disonancia cognitiva pueden reforzar la creencia. 

Los psicólogos humanistas sostienen que, a pesar de que el "conciliábulo" detrás de la conspiración es casi siempre percibido como hostil, a menudo la idea de la teoría conspirativa tiene un elemento de tranquilidad para sus creyentes. Esto se debe, en parte, a que es más consolador pensar que las complicaciones y trastornos en los asuntos humanos son creados por los seres humanos mismos en lugar de por factores que escapan al control humano. La creencia en una conspiración es un dispositivo mental que el creyente usa para asegurar a sí mismo que ciertos hechos y circunstancias no son producto del azar, sino originados por una inteligencia humana. Si un "conciliábulo" está implicado en una secuencia de acontecimientos, siempre existe la esperanza, aunque débil, de ser capaz de interferir en los actos del grupo conspirador, o bien de unirse al grupo y ejercer un poco de ese mismo poder. Por último, la creencia en el poder de una conspiración es una afirmación implícita de la dignidad humana, una afirmación, a menudo inconsciente, pero necesaria, de que el hombre no es un ser totalmente indefenso, sino que es responsable, al menos en cierta medida, de su propio destino.



Así, el filósofo Santiago Alba Rico propone varias vertientes para explicar el florecimiento de teorías conspirativas en torno a la pandemia: "Una vertiente es atávica: siempre nos da más miedo una causa contingente incontrolable que una que tiene nombre y cuerpo. Necesitamos encontrar un culpable reconocible. La segunda tiene que ver con la sobrevaloración de la ciencia y la medicina. Creíamos que en occidente estábamos protegidos de la muerte, que la ciencia siempre encontraría el recurso. De pronto nos encontramos ante un virus incontrolable, por lo que tendemos a pensar que cualquier sorpresa tiene que proceder de la mano del hombre, porque ya habíamos vencido a la naturaleza".

En psicopatología se define "delirio" como una creencia que se vive con una profunda convicción a pesar de que la evidencia demuestra lo contrario (como las teorías conspirativas). El concepto de delirio suele usarse dentro del contexto neurológico o psiquiátrico. Algunos de los trastornos mentales que cursan con delirios son los enmarcados dentro del ámbito psicótico. 

En su libro "El delirio, un error necesario", Carlos Castilla del Pino, reputado psiquiatra español, sostiene que el ser humano vive en el error; esto es, que la interpretación de la realidad es necesaria e inevitable, de modo que la persona delirante necesita del delirio, que sería una realidad "paralela" que le proporciona la estabilidad y satisfacción que no le proporciona la realidad real. El ser humano necesita de la interpretación de lo desconocido o atemorizante para alejarse de ello y de la incertidumbre como hemos visto, elaborando teorías que van desde las conspiranoias hasta el delirio pasando por el mito. 




https://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_conspirativa

https://chaime1987.wordpress.com/2013/07/16/breve-comentario-sobre-el-delirio-un-error-necesario-short-comment-of-the-delusion-a-necessary-error/

https://www.publico.es/sociedad/teorias-conspiracion-coronavirus-creemos-teorias-conspiracion.html

https://es.wikipedia.org/wiki/Delirio

https://www.elsaltodiario.com/el-rumor-de-las-multitudes/el-paso-del-mito-al-logos-nacimiento-de-la-filosofia-eurocentrismo-genocidio

lunes, 16 de noviembre de 2020

La charla banal

No a todo el mundo nos gustan las "conversaciones de café" o la charla banal, es decir, hablar del día a día, del tiempo, los amigos, de alguna anécdota o rumor con personas de nuestro entorno que tengan escasa importancia para nosotros (como vecinos, compañeros de trabajo, la persona que nos vende el pan, el familiar con el que no tenemos nada en común y que vemos una vez al año...). Para muchos es algo divertido y acentúa la complicidad. En el mundo anglosajón le dan mucha importancia a este tipo de encuentros dialécticos en los que se formulan preguntas retóricas con respuestas automáticas. Tanto es así que se han realizado diversos estudios para analizar en profundidad este peculiar fenómeno de interacción social que ellos llaman "small talk".



 Para algunos estas charlas nos resultan innecesarias, estúpidas o incómodas, mientras que otros parecen tener ese don de poder hablar de cualquier banalidad y mantener una cháchara insustancial sin límites con cualquiera. Lo cierto es que somos una especie social. Pasar el tiempo juntos en general nos hace más felices y crea una sensación de bienestar (de afiliación). Sin embargo, las conversaciones profundas donde se aborden seriamente los problemas y los sentimientos íntimos pueden contribuir más aún a nuestro bienestar. 

En realidad, las conversaciones triviales entendidas como un "olvidarse de los problemas" no siempre funcionan de forma tan eficaz como creemos, al menos no para todo el mundo. Hay personas a las que nos cuesta iniciar y mantener estas charlas ligeras, y hasta nos pueden resultar embarazosas y generarnos incomodidad y cierta sensación de estar fingiendo. Te sientes un poco impostora, forzando una sonrisa y un interés en algo y alguien que realmente no te interesa. Pero no se trata de que las personas más serias seamos malas personas o que no nos interesen los demás y sus vidas, sino que las charlas insutanciales nos dejan como una sensación de vacío y de desconexión. Parece que nos distancian más que acercarnos al otro y además suponen un esfuerzo.


 

Hablar con los demás implica socializar, y la socialización es un proceso que puede contribuir positivamente en nuestro bienestar. Pero el contenido de esas charlas también influye en el grado de bienestar que experimentaremos, por lo que la charla trivial no parece tan eficaz como la charla profunda. Las personas necesitamos encontrar sentido a nuestras vidas, y a través de tales conversaciones profundas podemos obtenerlo. De igual modo, las conversaciones profundas nos permiten conectar más íntimamente con los demás. Hablar del tiempo y de la tela del traje de flamenca está bien, pero lo que verdaderamente nos llena es hablar de sentimientos o de problemas íntimos.



Es lo que señalan los psicólogos Matthias Mehl (Arizona University) y Simine Vazire (Washington University at St. Louis) en un estudio publicado en Psychological Science en el que 79 participantes aceptaron llevar una grabadora durante 4 días a fin de registrar todas sus conversaciones cotidianas. Concretamente, el sistema de grabación (un EAR, Electronically Activated Recorder) funcionaba registrando lapsos de 30 segundos cada 12,5 minutos. Las grabaciones permitieron establecer cuánto tiempo se empleaba en actividades sociales, y también en el tipo de conversación que se mantenía. Tras clasificar las conversaciones entre profundas y triviales, se sometió a los 79 participantes a un cuestionario que evaluara su grado de felicidad. Los resultados mostraron una correlación positiva entre las puntuaciones de felicidad registradas en el cuestionario y el número de conversaciones profundas identificadas por los investigadores. En concreto, la persona más feliz según el cuestionario había mantenido un 46%, frente al 21% de conversaciones profundas de la persona menos feliz. Por el contrario, las conversaciones banales habían ocupado el 10% del tiempo de la persona más feliz frente al 30% del tiempo de la persona menos feliz.

Es decir, que para ser felices debemos pasar más tiempo conversando con los demás. Pero aún seremos más dichosos si dichas conversaciones no tienden a ser siempre meras fórmulas o diálogos ligeros e insustanciales que realmente no nos conectan con los demás.


https://definicion.de/banal/
https://www.xatakaciencia.com/psicologia/te-gusta-mantener-conversaciones-triviales-las-profundas-tambien-son-necesarias
https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2020-09-15/social-conversaciones-intrascendentes-small-talk_2747195/

viernes, 13 de noviembre de 2020

Autoindulgencia, autoestima y autocompasión

La definición de autocompasión o "self compassion" es tratarse a uno/a mismo/a con amabilidad, sin criticarse ni juzgarse por los errores. Por ejemplo, una persona que sufre en el presente por un error del pasado puede aprender bajo la luz de esta expresión de afecto que en aquel momento actuó del mejor modo que supo hacerlo a partir de sus propias circunstancias y de su etapa vital. El hacernos conscientes, en el momento presente, de que estamos luchando con sentimientos de inadecuación, desesperación, u otras emociones dolorosas nos permite responder con amabilidad y comprensión hacia nosotros mismos y hacia los demás. 



La autocompasión implica ser cálido y comprensivo hacia nosotros mismos cuando sufrimos, nos rechazan o nos sentimos inadecuados, en lugar de ignorar nuestro dolor o flagelarnos con la autocrítica. Cuando hay autocompasión reconocemos que el ser humano es imperfecto. Por tanto, va a ser inevitable experimentar dificultades en la vida, por lo que hemos de tender a ser amables con nosotros mismos cuando nos enfrentemos a experiencias dolorosas, en lugar de frustrarnos cuando la vida y los demás no están a la altura de los ideales establecidos. Cuando esta realidad se niega o se lucha en su contra, el sufrimiento aumenta en forma de estrés a través de la frustración y la autocrítica. Cuando esa realidad vital es aceptada con simpatía y amabilidad, se experimenta una mayor ecuanimidad emocional, lo que lleva a un menor sufrimiento.

 

La frustración por no tener las cosas exactamente como queremos suele ir acompañada de un sentimiento irracional de aislamiento, como si "yo" fuera la única persona que sufriera o cometiera errores. Sin embargo, todos los seres humanos sufren. La propia definición de ser "humano" significa que uno es mortal, vulnerable e imperfecto. Por lo tanto, la autocompasión implica reconocer que el sufrimiento y la inadecuación personal es parte de la experiencia de humanidad compartida: “algo que todos pasamos” en lugar de ser algo que sólo me pasa a "mí". También significa reconocer que los pensamientos, sentimientos y acciones se ven afectadas por factores "externos", como la crianza, la cultura, las condiciones genéticas y ambientales, así como el comportamiento y las expectativas de los demás. Thich Nhat Hahn llama a esa intrincada red de causa y efecto recíproco en el que todos estamos involucrados: "inter-ser."


La autocompasión también se deriva de la voluntad de observar nuestros pensamientos y emociones negativas con franqueza y claridad, de modo que se mantengan en la conciencia. La atención plena (mindfulness) es un estado mental no-crítico, receptivo en el que se observan los pensamientos y sentimientos tal como son, sin tratar de suprimirlos o negarlos. 

 



La autoindulgencia es el sentimiento de pena hacia uno mismo que experimenta un individuo en situaciones percibidas como adversas cuando dicha situación no ha sido aceptada y no se tiene la confianza o la habilidad para adaptarse a ella. Es un sentimiento asociado al autoconsuelo, que tiene un importante papel en las relaciones humanas y puede abarcar desde un comportamiento breve, ocasional y transitorio hasta un trastorno de personalidad que se expresa sin una provocación externa o a consecuencia de percepciones distorsionadas de la realidad, que provoca sufrimiento a uno mismo y a los que le rodean. El individuo autoindulgente cree ser víctima de una situación negativa y por tanto merecer condolencia. La autoindulgencia es, de forma general, considerada un sentimiento negativo que no sirve de ayuda para tratar con situaciones adversas; sin embargo, en un contexto social puede dar lugar a despertar simpatía o consejo. 

Cuando las personas sienten lástima de sí mismas, se ven inmersas en sus propios problemas y se olvidan que los demás tienen problemas similares. No hacen caso de sus interconexiones con otras personas, y creen que son los únicos en el mundo que están sufriendo (olvidan la humanidad compartida y el interser). La pena y la lástima ponen de relieve que existen sentimientos egocéntricos de separación de los demás, que exageran la magnitud del sufrimiento personal. Sin embargo, la autocompasión le permite a uno ver las experiencias relacionadas con el “yo y el otro” sin tales sentimientos de aislamiento y desconexión.



A pesar de que la autocompasión puede parecer similar a la autoestima, son diferentes en muchos aspectos. La autoestima se refiere a nuestro sentido de auto-valía o valor percibido. En la cultura actual, la autoestima se basa a menudo en lo diferentes que somos de los demás, lo mucho que destacamos o lo especiales que somos (totalmente lo opuesto a la humanidad compartida). En nuestra sociedad no está bien ser "normal", sino que tenemos que sentirnos por encima de la media para estar bien con nosotros mismos. Esto significa que los intentos de elevar la autoestima pueden provocar comportamientos narcisistas, egocéntricos, o nos pueden llevar a despreciar a otras personas para hacernos sentir mejor con nosotros mismos. También tendemos a enojarnos y ser agresivos hacia los que han dicho o hecho algo que potencialmente nos hace sentirnos mal con nosotros mismos. La necesidad de una alta autoestima puede animarnos a ignorar, distorsionar u ocultar los defectos personales de modo que no podemos ver con claridad y precisión. Por último, nuestra autoestima a menudo depende de si tenemos éxito o fracasamos, lo que significa que nuestra autoestima fluctúa en función de circunstancias siempre cambiantes.



En contraste con la autoestima, la autocompasión no se basa en la autoevaluación. La gente siente compasión por sí misma, porque todos los seres humanos merecen compasión y comprensión, no porque posean un conjunto particular de características (belleza, riqueza, etc.). Esto significa que con la autocompasión no tenemos que sentirnos superiores a los demás para estar bien con nosotros mismos. La autocompasión también permite una mayor auto-claridad, porque las faltas personales pueden ser reconocidas con amabilidad y no es necesario ocultarlas. Por otra parte, la autocompasión no depende de circunstancias externas, sino que siempre está disponible (especialmente cuando uno se siente muy abatido). Las investigaciones indican que, en comparación con la autoestima, la autocompasión se asocia con una mayor capacidad de recuperación emocional, con autoconceptos más precisos, con comportamientos de relación más solidarios, así como con un menor narcisismo y con menor ira reactiva.

Dedicado a mi maestra, Pilar Ariza



Fuentes:

https://es.wikipedia.org/wiki/Autocompasi%C3%B3n

https://www.iepp.es/autocompasion/

https://msc.mindfulness.global/autocompasion/

https://www.mindfulnessyautocompasion.com/autoestima-vs-autocompasion

viernes, 6 de noviembre de 2020

Días de "trema" o humor delirante.

Estos días de pandemia y miedo al contagio y al confinamiento se nota en el ambiente una tensión extraña, la sensación de que hay algo en el aire que no se sabe qué es, como que hay una influencia o alteración que todo lo penetra. No se sabe qué es lo que sucede,  parece que nos pueden estar ocultando algo. Hay mucha inseguridad. Miedo a lo desconocido. 

Ayer por la tarde salí a la calle y sentí exactamente todo esto, un aura de extrañeza y tensión. Apenas había gente y todos estaban muy callados y como expectantes. El  miedo a que nos confinen, a que el que nos pasa por el lado nos transmita una enfermedad grave, vernos con las caras tapadas por la mascarilla y sin poder hacer las cosas que hasta hace unos meses dábamos por normales y cotidianas. Todo lo pude sentir y enseguida me acordé del concepto de "trema". 

Klaus Conrad fue un psiquiatra alemán que pudo describir con gran precisión distintas fases de la Esquizofrenia. En su obra "La Esquizofrenia Incipiente" (1958) describe 5 fases en el desarrollo de la psicosis: trema, apofanía, anastrofé, apocalipsis y residuo. Estas fases pudieron ser vistas en soldados alemanes que siendo jóvenes fueron desbordados por la tensión de la Segunda Guerra Mundial y él los atendía en la retaguardia.



"Trema" en un término que se emplea en teatro para referirse a la sensación de tensión que se experimenta antes de salir a escena y que los actores presumen siempre de nunca perder.  Es un sentimiento de presión, emoción intensificada, agobio o angustia que sienten los actores usualmente el día del estreno.  El trema a su vez se caracteriza por un humor delirante, un sentimiento de inminencia, de “no saber qué”y ciertas características de la experiencia que aluden al sujeto pero sin que el paciente entienda su sentido. La perplejidad es el sentimiento predominante, así como ciertas extravagancias en la conducta que en el entorno militar suelen entenderse como faltas de disciplina.



En esta etapa del desarrollo de la psicosis está en cuestionamiento "nada más ni nada menos que la propia existencia" (Conrad pág. 33). Esta experiencia de lo inminente y a la vez desconocido, ha sido llamada por Conrad humor delirante (Wahnstimmung). Este estado de ánimo puede aparecer en forma de distimia triste, angustiosa, en forma de inquietud tensa y con menos frecuencia como euforia. En este estado de ánimo se originan las vivencias de vaga significación y las vivencias de lo puesto, que más tarde darán lugar a las percepciones delirantes, y los presentimientos y las oscuras sospechas, que más tarde darán lugar a las inspiraciones delirantes. 



Vivimos días de trema a nivel social. Somos una sociedad predelirante, expectante y temorosa, con sospechas de que cosas malas o inusuales están ocurriendo o por ocurrir y de que incluso nos están ocultando cosas, como que el gobierno nos quiere controlar o engañar. Esperemos que no avancemos en el cuadro delirante y seamos capaces de tomar contacto con la realidad, afrontarla sin dejarnos llevar por los paranoicos/conspiranoicos y volver a nuestra neurosis colectiva que tanto echamos de menos.



https://es.wikipedia.org/wiki/Esquizofrenia_incipiente

https://pacotraver.wordpress.com/2011/10/13/la-esquizofrenia-incipiente/

https://psiquiatria.com/glosario/humor-delirante

jueves, 29 de octubre de 2020

Humanidad compartida: qué es y en qué nos ayuda

 "Un ser humano forma parte de un todo al que llamamos “universo”, una parte limitada en el tiempo y en el espacio. Se experimenta a sí mismo, sus pensamientos y sentimientos, como algo separado del resto; algo así como una ilusión óptica de su conciencia. Esta falsa ilusión es para nosotros como una prisión que nos restringe a nuestros deseos personales y al afecto que profesamos hacia las pocas personas que nos rodean. Nuestra tarea deber ser liberarnos de esta cárcel ampliando nuestro círculo de compasión para abarcar a todas las criaturas vivas y al conjunto de la naturaleza en toda su belleza"Albert Einstein.



 El concepto de "Humanidad compartida" implica tomar conciencia de que el sufrimiento que experimentamos nosotros lo están experimentando milllones de personas en este momento, y lo han experimentado en el pasado y lo experimentarán en el futuro otras muchas personas, porque cualquier tipo de sufrimiento que estemos experimentando es consustancial con la naturaleza humana. Ser conscientes de esto nos permite desarrollar un sentimiento de ecuanimidad frente al sufrimiento. Lo contrario de la humanidad compartida es el aislamiento, es decir, ensimismarse en lo que nos ocurre creyendo erróneamente que nuestra situación es única. Y esto nos lleva, necesariamente, a la culpa y/o la vergüenza y por tanto al aumento del sufrimiento.

La frustración por que las cosas no sean como queremos suele ir acompañada de un sentimiento irracional de aislamiento, como si "yo" fuera la única persona que sufriera o cometiera errores. Sin embargo, todos los seres humanos sufren. La propia definición de ser "humano" significa que uno es mortal, vulnerable e imperfecto. La autocompasión implica reconocer que el sufrimiento y la inadecuación personal es parte de la experiencia de humanidad compartida: “algo que todos pasamos” en lugar de ser algo que sólo me pasa a "mí". También significa reconocer que los pensamientos, sentimientos y acciones se ven afectadas por factores "externos", como la crianza, la cultura, las condiciones genéticas y ambientales, etc, así como el comportamiento y las expectativas de los demás. Al reconocer nuestra interdependencia esencial, los fracasos y dificultades de la vida no tienen que ser tomados como algo personal, sino que se pueden reconocer y admitir sin prejuicios, con compasión y comprensión.



En El corazón del altruismo, la científica social Kristen Renwick Monroe recupera una serie de entrevistas que realizó a rescatadores de judíos en la Europa ocupada por los nazis, sobre todo en Holanda y Dinamarca a principios de los años cuarenta. Luego de un largo análisis de estas entrevistas, Monroe concluyó que el factor que unía a todos estos rescatadores no era la religión ni estándares éticos sino lo que Monroe llama su “percepción de humanidad compartida”. Ella entiende esto como un reflejo de “una manera diferente de ver el mundo y a uno mismo en relación con los otros”; en esa visión, todas las personas del planeta se perciben conectadas por una humanidad común, una actitud que el Dalai Lama caracteriza a menudo como el reconocimiento de la “unidad de la humanidad”. Este tema del trabajo de Monroe coincide con un importante hallazgo del pensamiento budista: Lo que facilita el surgimiento de la preocupación empática por los otros es un sentido de conexión que sentimos con los otros. Las implicaciones son radicales: si aprendemos a relacionarnos con los otros desde la perspectiva de nuestra humanidad compartida, podemos extender nuestra preocupación empática a los extraños e incluso a aquellos con quieres se nos dificulta relacionarnos.

La práctica de la meditación sobre la compasión derivada del budismo utiliza frases como: “exactamente como yo, los otros desean ser felices y superar el sufrimiento”, casi a manera de un mantra. Por ello, en el entrenamiento de la compasión existe un paso llamado “aceptar nuestra humanidad compartida”, en el que exploramos la verdad fundamental de que, exactamente como yo, otras personas desean la felicidad y no quieren sufrir. Y exactamente como yo, los otros tienen el derecho de buscar esta aspiración fundamental.  Al iniciar en la práctica de Mindfulness, nuestro sistema de cuidado en el cerebro va activándose, de manera que podemos ser capaces de dar soporte y nutrición, compasión, ternura, apoyo y aceptación a nosotros mismos y a los demás. Cultivar este sistema es un paso evolutivo muy importante. Nuestro cerebro evoluciona hacia la felicidad, no solamente hacia la supervivencia. Nos permite reconocer nuestro propio sufrimiento y el de los demás y ponernos en acción por el deseo genuino de que sea aliviado. Nos permite ampliar nuestro trato bondadoso más allá de los límites de nuestra progenie y reconocer las necesidades de supervivencia y felicidad de los demás seres humanos (y otros seres vivos). A esto le llamamos “humanidad compartida”.




La con­ciencia de nuestra propia falibilidad nos puede ayudar a detenernos un momento antes de juzgar automáticamente a los demás y a intentar comprender mejor su situación y sus motivaciones, desde la perspec­tiva de la humanidad compartida. Si los juzgamos demasiado rápido desde una supuesta superioridad moral, corremos el riesgo de caer en la arrogancia y la cerrazón mental. En cambio, al reconocer nuestras pro­pias imperfecciones y aprender a relacionarnos con ellas con amabili­dad y  humor, podemos ser más humildes y cálidos en nuestras relaciones con aquellos que nos rodean.

Los psicólogos sociales hablan incluso del «error de atribución fundamental», un sesgo que nos lleva a atri­buir el comportamiento de los demás a sus disposiciones persona­les en vez de pensar en sus circunstancias. La idea de suspender los juicios apresurados y ofrecer el benefi­cio de la duda en vez de precipitarnos a sacar conclusiones no significa que debamos ser ciegos ni ingenuos ante las acciones ofensivas de los demás. Volviendo al lenguaje de la Comunicación No Violenta (Ro­senberg, 2003), podemos aprender a percibir las acciones inhábiles (aquellas que provocan sufrimiento) como «expresiones trágicas de necesidades insatisfechas»

Toda acción se puede entender como el intento de satisfacer alguna necesidad. La estrategia para satisfacer esa necesidad puede ser acertada o no, pero la necesidad en sí misma merece reconocimiento y respeto. Esta perspectiva evita confundir a la persona con sus actos, lo cual significa que nos podemos oponer con fuerza a una acción sin por ello abandonar nuestra capacidad de empatizar con esa persona. Al reflexionar sobre aquello que más necesitamos cuando su­frimos, podemos ser conscientes de lo que otros puedan necesitar cuando son ellos quienes sufren. Es evidente que la simple proyec­ción de nuestras necesidades en los demás no necesariamente les va a ayudar, por lo que se debe complementar la perspectiva de la huma­nidad compartida con la precisión empática, es decir, la capacidad de percibir exactamente los sentimientos y las necesidades de la otra persona.



https://www.institutocultivo.com/cultivo-de-la-compasion/humanidadcompartida/

http://lotomindfulness.com/humanidad-compartida

https://emocionespositivas.com/2019/01/22/humanidad-compartida/

https://cultivarlamente.com/soltando-nuestros-juicios-la-humanidad-compartida-y-la-percepcion-compasiva/

https://msc.mindfulness.global/autocompasion/tres-componentes-de-la-autocompasion/

jueves, 22 de octubre de 2020

El misterioso origen del "juego de la oca"

Tal y como lo conocemos hoy en día, el juego de la oca se empezó a comercializar hacia 1880. Pero el juego era conocido de mucho antes. El tablero más antiguo que se conserva hoy en día está fechado en 1640, es de madera y es de origen veneciano. Hay referencias de que Francisco I de Médici, gobernante de Florencia, le regaló a Felipe II un juego de la oca entre los años 1574 y 1587. El Juego de la Oca, sustituyo prácticamente al Ajedrez, en las Cortes europeas, siendo un preciado regalo intercambiado entre los nobles.



Otros sitúan su creación mucho antes, en la guerra de Troya. Según esa tradición el príncipe Palámedes, hijo del rey de Eubea, se inventó el juego para distraerse entre batalla y batalla. El escudo de Aquiles, descrito profusamente por Homero también, a algunos historiadores, les sugiere ser el precursor del Juego de la Oca. Aquiles usaba su escudo como tablero y, en el, se reflejaban la tierra, el cielo y todos los astros dispuestos en forma de danza ritual, poniendo de manifiesto la dualidad cósmica: principio-fin, Troya-Grecia, nacimiento-muerte.Algunos autores han  visto en el llamado “Disco de Phaistos”, datado en el periodo Minoico Medio III (de 1580 a 1700 a. C). y descubierto en Creta en 1908 un antecesor del juego de la oca. Se trata de una espiral con casillas en las que e los que podemos apreciar la figura de 8 pájaros, que bien podían ser ocas. También hay personas, peces, flores, espigas, recipientes, armas, barcos… Los arqueólogos dicen que se trataría de un talismán ritual.



Otra corriente de investigación, atribuye su origen a los templarios, los cuales usarían para sus ratos de ocio en Jerusalén las conchas del “Nautilus”, al cual le asignarían, aparte del componente lúdico, un mensaje criptográfico, que solo determinados miembros de la Orden, eran capaces a descifrar.
La concha del "Nautilus" tiene 63 espacios, que quizás sean el origen del Tablero: las 63 casillas del juego. Los Templarios eran los guardianes de los Lugares Santos de Jerusalén, así como de los caminos que conducían a los mismos. Esta labor de custodia se extendió al Camino de Santiago, por entonces, aun en manos de los musulmanes en muchos de sus tramos en la Península Ibérica. Sin embargo esto es controvertido porque las Reglas de la Orden prohibían los Juegos de: Dados y Ajedrez.
Pero el Juego de la Oca, no era un Juego para los Templarios, sino la Guía del Camino de Santiago de Ida y Vuelta. Esta Guía encriptada, se basaba en los Marcadores o Carteles anunciadores que los Maestros Constructores dejaban en las Catedrales, Castillos, Monumentos, Puentes, Cementerios...
El Juego de la Oca es un mapa cifrado del Camino de Santiago, donde los Templarios marcaban los lugares, que tenían una determinada significación. Es un jeroglífico, donde los símbolos eran conocidos por toda la Orden.En otras palabras, el Juego de la Oca, era la Guía del Camino de Santiago de Ida y vuelta. Los Templarios eran monjes y soldados y compartían los Mensajes Ocultos con el gremio de Compañeros Constructores, que realizaban las catedrales y monumentos dejando los símbolos que reconocían los Templarios y marcaban las Ubicaciones que figuraban en el Juego de la Oca.





Destacamos el Puente de la Reina en Jaca, el puente de la Reina en Navarra, el puente de Estella, el Hospital de San Marcos en León (cárcel), O Cebreiro (casilla de la oca), Santiago (casilla de la muerte) o Finisterre (la gran oca final).

En el tablero del Juego de la Oca existen otras casillas simbólicas como la posada, la cual representa los albergues; o los pozos, que representan las depresiones y malos días que aparecen a lo largo del trayecto. Otras como el laberinto representan las posibles pérdidas físicas, y el instrumento fundamental con el que jugamos, los dados, representan el azar que podemos tener en el Camino y los adelantos y atrasos que se pueden producir.

El origen del Juego de la Oca está íntimamente ligado a un contexto en el que la población, analfabeta, tenía la necesidad de informar sobre estos lugares a través de las representaciones en el tablero. Además, se eligió la Oca porque era un animal migratorio que viajaba de este a oeste, llegando a Finisterre. Era una clara representación de la sabiduría, y está muy presente en la vida cotidiana de los habitantes del Camino, ya que en servían como vigilantes. La oca, así como sus parientes cercanos los gansos y los cisnes, han formado parte de la mitología desde casi los orígenes. La oca y su pariente el cisne, ha aparecido además de en la grecolatina, en todas las demás mitologías: las escandinavas, germánicas o celtas han considerado sagrado a este animal que tiene una característica forma de terminación de sus patas.




http://www.elcaminoasantiago.com/caminos/esoterico/juegooca.htm
https://espanafascinante.com/camino-de-santiago-fascinante/origen-del-juego-de-la-oca/
https://revistadehistoria.es/el-juego-de-la-oca-la-simbologia-ancestral-y-enigmatica-del-camino-de-santiago/

miércoles, 7 de octubre de 2020

El dios de Cabo Artemisio




La escultura fue encontrada en 1928 en el fondo del mar cerca del cabo Artemisio, cerca de Histiaca, al norte de la isla de Eubea. La estatua viajaba dentro de un barco datado entre fines del siglo I a. C. y comienzos del siglo I. En la actualidad se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas.

Uno de los brazos fue descubierto en el año 1.926, mientras que el resto de la escultura fue hallada en el año 1.928 en el fondo del mar cerca del cabo Artemisio, localizado al noroeste de la isla de Eubea, frente a la costa oriental del mar Egeo, en Grecia. Cabe destacar que los investigadores piensan que la escultura podría haber formado parte de un naufragio de un barco que viaja entre finales del siglo I a.C. y comienzos del siglo I d.C. (período comprendido entre los años 100 a.C. y 100 d.C.)



Cabo Artemisio es un sitio envuelto en el halo de los siglos de historia que han encontrado en él un escenario privilegiado. El primer hecho por el que es conocido ocurrió en el año 480 a.C., y se trató de la batalla naval entre los griegos y los persas. Ubicado al norte de Eubea, justo en oposición al Monte Pelión, recibe su nombre del templo de Artemis Proseioas, el cual se erigía majestuoso en la costa en la que anclaron las fuerzas de Grecia, al momento del enfrentamiento. Las excavaciones en este lugar fascinante dieron pie a numerosos descubrimientos.





El dios fue encontrado junto con la estatua de un niño jinete a caballo. Las primeras partes de la escultura fueron encontradas en el año 1.928, también entre los años 1.936 y 1.937 se descubrieron nuevas piezas. Después de la restauración, en el año 1.972 fue exhibida en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas (Grecia). El Jinete de Artemisión es una escultura datada aproximadamente en los años 150 a.C. y 140 a.C.

La estatua del dios ha sido datada por los expertos hacia 460 a. C., encuadrada en el estilo severo, periodo de transición entre el arcaísmo y el clasicismo. Se ha abandonado ya la frontalidad y el estatismo, propios de épocas pasadas, pero la figura se sigue apoyando en ambos pies, a pesar de que el dinamismo comienza a apuntarse.



La obra representa a un dios en el momento de lanzar con la mano derecha un objeto que se ha perdido. Su tamaño es mayor del natural (2,10 m.), está desnudo y dando una zancada. Se discute si el representado es Zeus lanzando un rayo o Poseidón lanzando su tridente. Se ha argumentado que la posición de los dedos de la mano, que está abierta, parece más adecuada para sostener un tridente mientras que un rayo suele ser representado asido con la mano cerrada. Sin embargo, la idea de un tridente arrojadizo resulta extraña y cuando se ha tratado de reconstruir la estatua con el posible tridente, la figura queda estropeada.

Su altura es la correspondiente a la escala habitual con que los griegos representaban a los dioses. Los hombres, por el contrario, solían ser representados con una altura de unos 1,80 metros, como es el caso del Auriga de Delfos. La medida de 1,90 metros se reservaba para la representación de los héroes.

Con poca seguridad, se ha propuesto la autoría de Kalamis, cuyas obras se han perdido y sólo se conocen por copias y reproducciones en monedas.​ También ha sido asociada a los nombres de Onata ​ o Mirón.​


Recuerdo que en el año 1996 fui de excursión a Atenas con el instituto, y me impresionó especialmente la estatua del dios, tan imponente, enorme, bella, de bronce. Deja una sensación de grandeza y de belleza que difícilmente pueden olvidarse. Hay que recoerdar que este dios fue el que en la  novela de Manuel Mujica Lainez "El escarabajo" se encuentra en las profundidades del mar Egeo el mismo escarabajo egipcio que da nombre a la novela y a quien este le cuenta toda su traayectoria desde el Egipto del faraón Ramsés II y su reina Nefertari hasta nuestros días, donde se reencuentran en el Museo Arqueológico de Atenas. 



fuentes:

https://es.wikipedia.org/wiki/Dios_del_cabo_Artemisio

http://kokita-eri-historiadelarte.blogspot.com/2019/10/dios-del-cabo-artemisio.html

https://sobregrecia.com/2009/01/04/cabo-artemisio-historia-y-religion/

http://kokita-eri-historiadelarte.blogspot.com/2019/05/jinete-de-artemision.html


viernes, 2 de octubre de 2020

¿Qué es la felicidad?

"El bien de la humanidad debe consistir en que cada uno goce al máximo de la felicidad que pueda, sin disminuir la felicidad de los demás". Aldous Huxley (1894-1963) Novelista, ensayista y poeta inglés.

"La felicidad no consiste en adquirir y gozar, sino en no desear nada, pues consiste en ser libre". Epicteto de Frigia (55-135) Filósofo grecolatino.

"La verdadera felicidad consiste en hacer el bien". Aristóteles (384 AC-322 AC) Filósofo griego.

"Felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace". Jean Paul Sartre (1905-1980) Filósofo y escritor francés.

"Desciende a las profundidades de ti mismo, y logra ver tu alma buena. La felicidad la hace solamente uno mismo con la buena conducta". Sócrates (470 AC-399 AC) Filósofo griego.


"¿Qué hace falta para ser feliz? Un poco de cielo azul encima de nuestras cabezas, un vientecillo tibio, la paz del espíritu". André Maurois (1885-1967) Novelista y ensayista francés.




La felicidad es una emoción que se produce en un ser vivo cuando cree haber alcanzado una meta deseada. Algunos psicólogos han llegado a definir la felicidad como una medida de bienestar subjetivo (autopercibido) que influye en las actitudes y el comportamiento de los individuos. Se entiende en este contexto como un estado de ánimo positivo. Es por esa razón (que es subjetiva y autopercibida) que la felicidad, a diferencia de otros hechos relacionados con el bienestar, se considera una situación subjetiva y propia del individuo. La felicidad frecuentemente se considera positiva ya que permite a los individuos sacar partido de las condiciones objetivas, favorece la actitud de abordar diferentes tareas llevándola al término propuesto. 



La pregunta sobre la felicidad es esencial en la historia del pensamiento humano. Los filósofos encontraron respuestas muy diferentes, lo cual demuestra que, como decía Aristóteles, todos estamos de acuerdo en que queremos ser felices, pero en cuanto intentamos aclarar cómo podemos serlo empiezan las discrepancias. En la filosofía oriental, la felicidad se concibe como una cualidad producto de un estado de armonía interna que se manifiesta como un sentimiento de bienestar que perdura en el tiempo y no como un estado de ánimo de origen pasajero, como generalmente se la define en occidente. Muchas veces confundida con la alegría de carácter emocional y efímero, la felicidad perdura en el tiempo y se identifica como una cualidad, tal y como ser alto, fuerte o inteligente una persona es feliz. Mientras que la alegría se concibe como un estado de satisfacción, la felicidad se considera un estado de armonía interna.

Según el Lama Rinchen, maestro de budismo tibetano, la felicidad es un estado interno de paz, de serenidad y tranquilidad. Nada que ver con nuestra concepción de felicidad. Rinchen afirma que vamos de un pico de alegría a otro. Así pues, la felicidad, desde el budismo, es un estado de quietud interna. Un estado que, pase lo que pase ahí fuera, no le damos el poder de influir en nosotros. De esta forma, el budismo afirma que la felicidad está en nuestras manos y no en aquello que ocurra en el exterior. 




Ese estado de placer que nos embriaga en situaciones concretas es la felicidad. Todos quieren alcanzarla, saber cual es el secreto para conseguirla y experimentarla el máximo tiempo posible. Si pudiésemos, los seres humanos intentaríamos estar felices todo el tiempo, pero esto no es más que una idealización sin  base en la realidad. La felicidad no es un estado emocional concreto, es una forma de vida. No hay que buscarla porque no existe en ningún lugar que implique búsqueda. Es decir, no está ahí afuera. De alguna forma, la sociedad en la que nos ha tocado vivir, nos ha desvirtuado esa búsqueda de la felicidad y nos ha  llevado a olvidar que es algo que está dentro. La ‘felicidad’ externa solo son momentos placenteros fugaces.




El economista Richard Easterlin comparó la evolución de los ingresos y la percepción de felicidad. Demostró que el aumento de riqueza lleva aparejado un incremento de satisfacción hasta un cierto umbral pero que una vez superado este, la felicidad no crece paralelamente, dando énfasis a la importancia de la felicidad social, que se da en entornos solidarios, equitativos, afianzados en la comunidad, con menor polarización social y violencia estructural, y que suponen calidad de vida de todas las personas. Para Michel Tomasello, psicólogo social: “El ser humano es altruista desde su nacimiento y sólo a través del entorno cultural se puede modificar su comportamiento hacia el individualismo”. El egoísmo supone ir en contra de nuestro comportamiento como especie y, por tanto, genera insatisfacción e infelicidad. La sociedad de consumo se alimenta del individualismo y de la competitividad, lo que en algunos sectores se ha denominado el darwinismo social, basado en la idea de la supervivencia del más apto para la sociedad de mercado. Sin embargo, numerosos autores consideran esto una falsedad científica. La intensa socialidad y el trabajo cooperativo de Homo sapiens, ha sido, y es, su éxito adaptativo como especie.



En cualquier caso existe la evidencia de que la vida social, el sentido que le damos a la vida, tener un proyecto vital ilusionante y disponer de tiempo libre para lo importante son factores fundamentales para ser felices, es decir, valores que dependen de nosotros mismos para hallarlos y no de la búsqueda constante, compulsiva y externa del placer momentáneo, que es lo que nos ofrece el mercado: individualismo, vidas vacías y tiempo para ir al centro comercial a consumir.

Cuando nos exigimos a nosotros mismos o nos sentimos presionados con que “debemos ser felices” y no conseguimos serlo porque nos empeñamos en dirigiros a esa búsqueda externa de lo material y lo placentero nos frustramos porque sólo conseguimos, en el mejor de los casos, pequeños momentos de alegría que rápidamente se esfuman y que nos llevan al deseo de volver a buscar para encontrar otro chute de ese placer que tanto nos recompensa. Sin embargo no necesitamos ir afuera para encontrar la felicidad, no precisamos de lo material ni de logros, sino de hallar ese estado de armonía y de paz interior que nos libra del anhelo y de la frustración de la forma de vida mercantil que nos exige producir, lograr y conseguir para figurarnos ser felices.

Fuentes:

https://es.wikipedia.org/wiki/Felicidad

http://www.filosofia.org/enc/fer/51640b.htm

https://www.elsaltodiario.com/saltamontes/el-consumo-de-la-felicidad

https://lamenteesmaravillosa.com/la-felicidad-esta-donde-tu-quieras/