miércoles, 24 de julio de 2019

Casta diva

Casta Diva, che inargenti
queste sacre antiche piante,
a noi volgi il bel sembiante
senza nube e senza vel...
Tempra, o Diva,
tempra tu de’ cori ardenti
tempra ancora lo zelo audace,
spargi in terra quella pace
che regnar tu fai nel ciel...
Fine al rito: e il sacro bosco
Sia disgombro dai profani.
Quando il Nume irato e fosco,
Chiegga il sangue dei Romani,
Dal Druidico delubro
La mia voce tuonerà.
Cadrà; punirlo io posso.
(Ma, punirlo, il cor non sa.
Ah! bello a me ritorna
Del fido amor primiero;
E contro il mondo intiero...
Difesa a te sarò.



¡Casta Diva, que plateas
estas sacras antiguas plantas,
a nosotros vuelve el bello semblante
sin nube y sin velo!
Templa, oh, Diva
templa estos corazones ardientes,
templa de nuevo el celo audaz,
Esparce en la tierra esa paz
que reinar haces en el cielo.
Fin al rito, y el sacro bosque
sea limpiado de los profanos.
Cuando el numen airado y hosco
exija la sangre de los romanos
desde el druídico santuario
mi voz tronará.
Caerá, castigarlo puedo
(Mas castigarlo el corazón no sabe.
¡Ah! bello a mí retorna
del fidedigno amor primero,
y contra el mundo entero
defensa para ti seré.

Casta Diva es la principal aria de la ópera "Norma" de Vincenzo Bellini, en la que su protagonista Norma, druidesa gala, dirige una plegaria a la Luna. El libretto es de Felice Romani. Norma es una de las cumbres del bel canto romántico y uno de los papeles más difíciles de todo el repertorio lírico. El aria de la invocación a la Luna Casta Diva se sucede inmediatamente después de la entrada de la sacerdotisa druida Norma en el primer acto, cuando corta una rama de muérdago como ofrenda. 



Los druidas comenzaron a figurar de manera importante en la cultura popular con la primera llegada del Romanticismo. La novela Les Martyris (1809) de Chateaubriand, narra el amor fallido entre una sacerdotisa druida y un soldado romano; aunque la idea de Chateaubriand era el triunfo del cristianismo sobre los druidas paganos, la temática continuó dando frutos. En 1817 Giovanni Pacini llevó al escenario a los druidas en la ciudad de Trieste con una ópera acerca de una druidesa, La Sacerdotessa d'Irminsul cuyo libreto fue elaborado por Felice Romani. Para su libreto, Romani reutilizó algunos de los trasfondos pseudodruídicos para dar color al clásico conflicto teatral entre el amor y el deber que se refleja en la ópera "Norma". 
Las druidesas participaban de la consideración que se tenía de sus maridos druidas y se involucraban como ellos no solamente en los negocios políticos sino también en los asuntos de religión. Había templos en las Galias (donde transcurre "Norma") donde estaba prohibida la entrada a los hombres, siendo las druidesas las que ordenaban y arreglaban todo lo concerniente a los sacrificios y demás ceremonias religiosas. Disfrutaban sobre todo de la reputación de grandes adivinas y a pesar de que los druidas se mezclaban en augurios algunas veces, habían casi enteramente abandonado esta práctica a sus mujeres.

En la tradición celta, la existencia de mujeres druidas es explícita. Aparecen referencias a las Bandruaid, mujeres druidas, y aún más frecuentemente a Banfhlaith o Banfhilid. Según Seathrún Céithn, las vírgenes guardianas de los fuegos existieron en Irlanda hasta que fueron reemplazadas por las religiosas cristianas. Muchas druidesas aparecen de manera individual en las epopeyas Irlandesas. Además de las druidesas mujeres de los druidas, había algunas de ellas que vivían en el celibato, tales eran las vestales de los galos y otras que aunque casadas vivían religiosamente en los templos que servían, excepto un día del año que les era permitido juntarse con su marido. Una tercera clase estaba destinada a servir a las otras. Su principal empleo consistía en consultar los astros, sacar los horóscopos, y predecir lo futuro, comúnmente por la inspección de las entrañas de las víctimas humanas que ellas mismas degollaban.

Tácito menciona que en la Isla de Mona las mujeres corrían entre los guerreros, llevando vestidos funerarios, el pelo suelto y portando antorchas, mientras alrededor los druidas pronunciaban conjuros con las manos levantadas. Tácito no dice que esas mujeres fuesen druidesas, pero más adelante menciona una "profetisa" de los Bucteros, llamada Veleda, en tiempos de Vespasiano.
Pomponio Mela, en "De Chorographia" menciona a nueve Sacerdotisas vírgenes de la Isla de Sena, en Armórica, que conocían el futuro y emitian oráculos a los marineros, y que eran llamadas Gallicenae. Estrabón pone énfasis en el hecho de que las Gallicenae o Sacerdotisas Galas eran muy independientes de sus maridos, confirmando la existencia del matrimonio dentro del Sacerdocio. 

También conocemos la historia de Eponina, posible Sacerdotisa de Epona, casada con Julio Sabino, que tomo parte en la insurrección Gala del 69 d.c. Cuando fracasó, Julio Sabino se mantuvo escondido durante nueve años tras simular su suicidio. Eponina cuidó de él e incluso intentó obtener el perdón de Roma para su marido. Cuando Sabino fue capturado, él y Eponina fueron ejecutados por el Emperador Vespasiano. En esta historia parece basarse al menos en parte el libretto de "Norma".

A diferencia de las mujeres Griegas – consideradas un bien heredable – o las Romanas – controladas absolutamente por su padre o tutor, su esposo o su hijo, aunque con mayor libertad de movimiento que las mujeres Griegas -, la mujer Celta podía llegar a tener la máxima autoridad.

Morgana, considerada una druidesa.


Debe reconocerse que los druidas, como representantes de los conceptos religiosos y filosofía precristiana, reconocían la importancia del papel de las mujeres, así como el de la “Diosa Madre” suprema, símbolo del Conocimiento y la Libertad, sostén moral de la sociedad. No es extraño pues, que en las sagas Irlandesas la soberanía esté reflejada por una mujer. La unión entre el Rey y la Diosa era esencial. Se dice que las tribus del Norte de Britania, los Pictos, tenían sucesión matrilineal en su monarquía. La lista de reyes Escoceses e Irlandeses dicen descender de una mujer llamada Scota, de la cual existen dos tradiciones: en una Scota es hija de un faraón egipcio llamado Cingris, esposa de Niul, un sabio maestro y druida, que fue invitado a establecerse en Egipto. Otra tradición dice que Scota es la hija del faraón Nectanebo, y que se casó con Míl. Murió luchando contra los Dé Danaan y fue enterrada en Scota´s Glen. El nombre de Irlanda, Eire, es el de una Diosa Triple; sus hermanas eran Banba y Fótla. Cada Diosa pide a los Milesios que las recordasen bautizando la Isla con su nombre. Banba y Fotla fueron utilizados a menudo en poesía, como sinónimos de Irlanda, pero el  druida Amairgen prometió a la Diosa Eire que los hijos de Gael usarían su nombre como el principal del país. Así el país fue llamado Eire.
A partir de que el cristianismo se impone en todo el territorio de influencia celta, la mujer pierde el estatus del que disfrutaba, pasando a ser (según la nueva mentalidad cristiana) “un diablo tentador, cuyo único fin es arrastrar al hombre a las llamas del infierno”, y equiparando a las druidesas con la brujería.
Artemisa, diosa de la Luna, asimilada a los ritos celtas por historiadores romanos.

https://dunailline.org/2014/12/28/la-mujer-en-la-cultura-celta/
http://runamagica.blogspot.com/2011/07/druidesas.html
wikipedia

viernes, 5 de julio de 2019

No hay amigos

Originariamente, en los tiempos homéricos, el término philía, que heredamos como amistad, se refiere al modelo de relaciones familiares, consanguíneas, era el lazo que unía a padres e hijos, esposos y hermanos entre sí, y, por extensión a camaradas de armas. La palabra philós tiene valor posesivo y designa lo que es suyo, para cada uno su pariente próximo. Predomina el sentido jurídico del término. Y este sentido alcanza todavía la época de Aristóteles, que considera que la philía se sostiene en una especie de identidad entre los miembros de la familia restringida y que, por otra parte, hace de él un concepto político. 


En el capítulo 4 del libro IX de la Ética a Nicómaco, Aristóteles afirma que la amistad (philia) deriva del amor de sí (philautia). En efecto, todas las definiciones que pueden darse de la amistad — aquel a quien se hace bien, se desea una vida prolongada, con quien se comparten alegrías y tristezas, etc.— dependen de la relación que cada uno tenga consigo mismo. He aquí el núcleo de la relación especular con el semejante. Lacan permite extraer una conclusión respecto de la relación con el prójimo a partir de la relación especular: “desear el bien de alguien quiere decir […] someterlo”. Por esta vía, el amor en que se funda la amistad lleva, finalmente, a la guerra con el otro. Se trata, entonces, del amor basado en el narcisismo y en el reconocimiento, donde la falta de este último introduce la discordia. 



La amistad pasa por el reconocimiento de la extrañeza común que no nos permite hablar de nuestros amigos, sino sólo hablarles, no hacer un tema de conversación, sino el movimiento del convenio de que, hablándonos, reservan, incluso en la mayor familiaridad, la distancia infinita, esa separación fundamental a partir de la cual lo que separa se convierte en relación. 

Poco a poco fue adquiriendo una connotación afectiva y psicológica que definía al amigo como al “amable”, ya que sólo se ama lo que es digno de ser amado. 
Con las grandes migraciones empezó a plantearse a los helenos la cuestión del extranjero, el xenos, y en consecuencia la institución de la hospitalidad. El ajeno, que no habla nuestra lengua, comparte sin embargo nuestra casa, nuestro alimento ¿Es entonces un philós o un xenos? Ya el amigo no será sólo de la familia, sino que el philós alberga al extranjero.

El éros, en cambio, se refiere al deseo amoroso dirigido a “otro” distinto a uno mismo. El comercio sexual une opuestos, no semejantes. No tiene función de posesivo sino de dirección.
Las oposiciones socráticas no explican la amistad. La clave no está ni en el agente ni en el objeto, ni en la semejanza ni la diferencia, ni en el bien ni en el mal. Ambos términos de las oposiciones actúan simultáneamente y de modo no recíproco, la asimetría es manifiesta en la amistad, por más que la reciprocidad es una línea directriz de la mayéutica socrática (el que no paga amistad con amistad no es amigo de la persona que le ama). Conclusión: la amistad es una acción y no una categoría ontológica. 

En Aristóteles la amistad es una categoría ya no tan sólo jurídica o afectiva, sino pertinente al campo de la ética y la política. La rígida lógica clasificatoria aristotélica  afirma que la amistad crece entre iguales, es una forma de la igualdad. La amistad perfecta es la de los hombres de bien y semejantes en virtud. En la Ética a Nicómaco es el amor propio el que se transfiere al amigo, que, como espejo, refleja al propio yo. Y como la virtud es un estado siempre a alcanzar, esta especularidad está regida por el ideal del yo. La amistad se da entre semejantes, pero no idénticos, ya que siempre uno encarna retazos del ideal del yo del otro. Se introduce por la ventana una concepción de un sujeto dividido en el vínculo de amistad.
Sin embargo hay un resquicio más fecundo en la idea de que la amistad siempre implica un exceso, razón por la cual sólo es posible tener pocos amigos, si no uno solo. Este exceso está más allá de la reciprocidad y la justicia. 
 “El hombre de bien tiene con su amigo una relación idéntica a la que mantiene consigo mismo.” Esta doctrina de la amistad, basada en el amor de sí, fue retomada en el curso de la Edad Media, especialmente por Tomás de Aquino, 



Si algo ilustra el exceso que Aristóteles pone en juego en la amistad es una frase atribuida a él en sus últimos momentos: “Amigos, no hay amigos”. Así al menos la reproduce Nietzsche, en un pasaje clásico del Zarathustra. Al parecer la cita apócrifa fue mencionada por primera vez por Diógenes Laercio en su “Vida de los filósofos”.
Sobre esta frase supuesta basa Nietzsche su pensamiento sobre la amistad. Su distancia con Aristóteles es máxima. Si para él la amistad es una forma de igualdad, para Nietzsche todo lo contrario. La máxima diferencia, que no debe intentarse reducir, es el fundamento de la amistad. No se trata del amor al prójimo sino al más lejano.
Aristóteles afirmaba que en la comunidad consiste la amistad. Para Nietzsche lo que atrae al amigo es la propia imperfección, es preciso engañarse para amarlo, y saber callar, como acto de indulgencia con el otro y consigo, para conservarlo. Esa es la condición de posibilidad de la amistad, un dispositivo de ficción.  Nietzsche va más allá, se trata del empuje a “vaciarse” en el otro, un don sin aspiración alguna de reciprocidad. Zarathustra es un extranjero, un viajero, que decide retornar al mundo de los hombres, para otorgar y repartir mercedes, traer a los hombres un presente. Pero no limosnas, es decir el excedente, sino que utiliza la metáfora de la copa que desborda, afirmando ...esa copa quiere vaciarse y Zarathustra quiere volver a ser hombre. La locura, la pasión por vaciarse. “El loco viviente” se definirá luego.



Nietzsche subvierte una vez más a Aristóteles, porque mientras para éste la virtud es la meta a alcanzar, para aquél la virtud es voluntad de ocaso y una flecha del anhelo. Ya no sólo lo que impulsa a la vida sino lo que empuja a la descarga.  En el pasaje “Del amigo” afirma que éste tiene un lugar tercero como mediador y sostén del diálogo vehemente entre “Yo” y “Mí”, que desgarra al sujeto. 
Para el solitario, el amigo es siempre el tercero; y tal tercero es el corcho que impide que el diálogo de los dos llegue al fondo. El tercero, el amigo, es ocasión de una acción que ponga en juego ese caos, que ponga tope al impulso al vaciamiento.
Está en cuestión la identificación, que se confronta con sus propios límites: ¿Qué es por lo demás el rostro de tu amigo? Sin duda es tu propio rostro, en un espejo imperfecto y tosco.

La identidad es pensada en psicoanálisis según la metáfora de la fraternidad: los hermanos iguales entre sí, se reúnen y segregan todo lo diferente por amor al padre. Es en la masa donde el yo y el tú se reúnen en el Uno. 
El eminente neurólogo Oliver Sacks en “Despertares” afirma: “La amistad posee virtudes curativas, y todos somos un poco médicos de los demás: ‘no hallaremos mejor medicamento en nuestra vida que un amigo fiel’ dijo Sir Thomas Browne. Y el mundo es el hospital donde tiene lugar la curación.” 



Saber callar. Una virtud que según Nietzsche define a la amistad. Es el modo de respetar al extranjero que es el amigo y al que albergamos en nosotros. Para él ese silencio domeña el odio, en todo caso lo procesa, ya que la amistad está en tensión entre los polos amor-odio, sin detenerse en ninguno. Y lo que la sostiene es precisamente ese núcleo de intimidad, que preserva al amigo como tercero.
Winnicott, en cambio, piensa en una “conexión silenciosa con los objetos subjetivos”, lo que constituye un enunciado positivo de la función del silencio en la construcción y sentimiento de lo real.
Por el contrario, el callar del amigo no se basa en la desconfianza, sino más bien en la incontrastable certeza de que no todo puede ser dicho, es el silencio que organiza el discurso del inconsciente. Lo intransferible de la experiencia subjetiva, que se hace real en el lazo primario con los otros. Es la capacidad de estar solo –en presencia de otro- que Winnicott situaba en el origen de la construcción de la subjetividad, de la creatividad que define lo propiamente humano.
Saber callar, entonces, constituye una cualidad inherente a la condición de amigo. Quien lo dice todo, o, más bien, quien cree decirlo –ya que todo no puede ser dicho-, carece de un saber hacer con el odio, sentimiento que habita el corazón de la amistad y fácilmente desemboca en la crueldad, un exceso si los hay. Si la amistad es un destino del amor, como tal, también lo es del odio, su reverso en todo vínculo interhumano.


Permitir ser penetrado por esa singularidad radicalmente ajena, resonar con la alteridad del otro, que pone en movimiento nuestra propia ajenidad, es un trabajo que se realiza a través del tiempo. No hay amistad a primera vista, si bien hay acontecimientos de amistad que pueden ser instantáneos.

La amistad es un destino del amor que no alcanza a ser definido ni por la sumisión al superyó o al ideal, ni por la inhibición de las metas sexuales. Ni filial, ni paterno, ni fraterno, al amigo nos une un lazo alejado de la intención de dominio o apropiación del otro y que es ocasión de una realización compartida de deseos.



https://aprendeenlinea.udea.edu.co/revistas/index.php/affectiosocietatis/article/view/18309

http://letraurbana.com/articulos/acerca-de-la-amistad/
http://consultoriobosch.com.ar/el-gesto-etico-y-politico-de-la-amistad/
http://www.coldepsicoanalistas.com.ar/biblioteca-virtual/leer/?id=11