martes, 25 de septiembre de 2018

Cada uno tiene su vida: sociedad del egoísmo

"Cada uno tiene su vida" es una frase hecha que utilizamos para justificar que no nos ayudemos los unos a los otros porque siempre hay cosas más importantes que hacer. A veces pregunto a un paciente si tiene apoyo en su padecimiento y dice que no, que tiene amigos y familiares pero que "cada uno tiene su vida" y, claro, cómo van a dedicar unas horas de su tiempo precioso para confortar, escuchar o apoyar, ni mucho menos cuidar, a un amigo o familiar que sufre. A muchos les da apuro pedir ayuda cuando lo necesitan porque éstos tienen que cuidar de su propia familia (nuclear).


Y así es como venimos justificando la soledad y la deshumanización de este salvaje mundo capitalista, neoliberal y posmoderno, porque cada uno tiene su vida, en la que sólo tienen cabida los miembros de su familia nuclear, a los que hay que cuidar y mantener porque no hay estructuras sociales que ayuden a las familias a sacar adelante a sus miembros más débiles y dependientes. Quien no ha formado una no tiene vida ni derecho a que otros le dediquen un poco de la suya, pues están fuera del sistema de cuidados y apoyo impuesto basado en el amor filial y conyugal.


Si eres una mujer soltera y no tienes hijos eres un cero a la izquierda para esta sociedad occidental y moderna, no vales para nada, eres un desecho que no ha cumplido con el mandato de procrear y por tanto mereces el ostracismo de esta sociedad heteropatriarcal en la que el centro es la familia nuclear capitalista absorta en sí misma como unidad de sostén. Sólo las relaciones románticas y de pareja son significativas, aun cuando en pareja la gente esté sola y desvalida física y emocionalmente. El egoísmo a dúo es lo que se lleva, ese egoísmo de yo te cuido, tú me cuidas, ambos nos cuidamos de las injerencias externas que nos distraigan de nuestro mutuo ensimismamiento insolidario y que mantiene la estructura de esta sociedad.

A una mujer soltera sin hijos se le presupone todo el tiempo del mundo para desperdiciar "egoístamente" en sí misma, porque las mujeres tenemos que cuidar siempre, a los hijos, a los ancianos, a los maridos, a los enfermos de otros que tienen menos tiempo que nosotras (hombres con más status económico y profesional). No se te permite tampoco entrar en esas otras vidas cerradas a cal y canto a cuidar, no sólo a ser cuidada, porque no es cosa tuya, y porque eres objeto de envidias.

Tu tiempo es tu condena, objeto de envidias y reproches más o menos velados, porque el tiempo que empleas en tus estudios, en tu formación, en tu salud, en tu autocuidado, es un tiempo perdido que deberías haber dedicado a los que sí cuidan de verdad porque han procreado o retroalimentan el sistema.
Y ese tiempo precioso que malgastas en ti misma o en seres que no son niños, es objeto de las envidias de quienes no lo poseen y se escudan en que lo que te mueve es el egoísmo. Y lo hacen pagar bien caro, con su indiferencia, con su distancia, con su desprecio de lo que te preocupa, con su aire de superioridad moral...

Así el sistema se autoperpetúa, se cierra el círculo, y "cada uno tiene su vida", apartado de las vidas de los demás, centrado en sus propias necesidades y sin conciencia de que un mundo más solidario y más cuidadoso con el otro nos haría vivir vidas más ricas y plenas.



martes, 18 de septiembre de 2018

Los debates en redes sociales: más proyección

No me gustan los debates en las redes sociales, y menos aún cuando se trata de ideologías.
Incluyo en las redes sociales todos los medios digitales, especialmente el whatsapp.
Esto es así porque, como ya hemos visto en posts anteriores, en la comunicación escrita y no-cara-a-cara que se da en estos medios existe una gran pérdida de información sobre el otro, su estado emocional, sobre lo no verbal, sobre sus circunstancias e incluso sobre la identidad real de la otra persona.

El medio escrito limita mucho la comunicación, y la inmediatez y el anonimato propios de las redes hacen que se conteste de forma impulsiva y poco meditada a un ente al que realmente no se trata como a una persona. Intentar debatir con un perfil de facebook es absurdo, porque esa otra persona que nos escribe también nos ve como un perfil sobre el que se realiza una proyección masiva de prejuicios, emociones, filias y fobias, y la mayor parte de las veces de forma inconsciente.

Sólo hay que pararse a leer los comentarios de los diarios digitales o de cualquier página que difunda una ideología ( política, feminismo, veganismo, etc...). Los trolls abundan, incluso los que no creen o pretenden ser trolls se comportan como tales desde el momento en que dicen cosas que no le dirían a un conocido en la cara. El nivel de agresión verbal es tremendo, porque se proyectan miedos y angustias propias sobre avatares de entes desconocidos que actúan como pantalla de los miedos y angustias propios, o incluso com espejo.

Para mí, la proyección es ubicua y masiva hasta niveles patológicos en las redes sociales, convirtiéndonos en esos seres primarios y narcisistas que vomitan odio y resentimiento como si de niños de parvulario en el patio del colegio fuésemos. Qué fácil es soltar insultos, ironías, memes ridículos y agredir en general a alguien a quien podemos bloquear en el instante y que no va a venir a pedirnos explicaciones cara a cara, con la implicación emocional que eso conllevaría. No creo que haya mucha gente capaz de soltar semejantes sartas de insultos con tales niveles de agresividad en la vida real, y menos mal, porque la vida sería insoportable. Sencillamente porque cuando tenemos a otra persona frente a nosotros nos volvemos más humanos, más empáticos, somos conscientes de que esa persona no es un ente difuso, sino alguien diferenciado de nuestro yo y las proyecciones no se vuelven tan masivas y casi psicóticas y autorreferenciales.



Porque la autorreferencialidad y las suspicacias también se multiplican en las redes. Cualquier comentario que critique algo que nos concierna, en lo que creemos o una conducta que hayamos tenido, inmediatamente nos hace sentir interpelados de forma directa como si hubiera sido escrito por y para nosotros, generando inseguridad, ira y verguenza masivas que nos vuelven agresivos y objetos de odio dirigido hacia quien nos ha descubierto. Sí, porque quien se siente amenazado por un meme o un comentario especialmente certeros se siente desenmascarado en su miseria (o lo que inconscientemente considera una miseria y censura en sí mismo) y los mecanismos de proyección se disparan. Tú has dicho que los catalanes que votan al PSOE son fachas, y yo soy catalán y voto al PSOE, ergo me has llamado facha a MÍ. Y me ha dolido y me he sentido agredido porque algo muy en el fondo de mí teme o sospecha que realmente sea un facha por votar al PSOE y ser catalán. La respuesta lógicamente tenderá al odio, al instinto de conservación del yo, a agredir a quien me agrede y me hace sentir en evidencia conmigo mismo. Y según el grado de autoconciencia y de instrospección del  presunto agredido, la respuesta será más o menos encarnizada, más o menos insultante, más o menos difundida para hacer saber a sus conocidos que no es un facha y el agresor sí.

¿Os suena de algo este tipo reacción? A mí sí, me ha pasado, he estado en ambos lados y me lo reconozco.
Por eso evito ese campo abonado de proyecciones y de mecanismos primarios que es el debate en redes sociales, por mí y por no hacer el ridículo, y por protegerme de las proyecciones de los demás, que no son a veces muy dañinas.
Así pues, quien quiera debatir conmigo, podrá hacerlo en persona, con calma y desde la reflexión y el conocimiento de sus mecanismos de proyección y sus fantasmas interiores.


miércoles, 5 de septiembre de 2018

Semblanza psicológica de "la vieja del visillo": proyección y envidia


Proyección
La proyección es un mecanismo de defensa por el que el sujeto atribuye a otras personas las propias virtudes o defectos, incluso sus carencias. En el caso de la proyección negativa, ésta opera en situaciones de conflicto emocional o amenaza de origen interno o externo, atribuyendo a otras personas u objetos los sentimientos, impulsos o pensamientos propios que resultan inaceptables para el sujeto. De esta forma, se «proyectan» los sentimientos, pensamientos o deseos que no terminan de aceptarse como propios porque generan angustia o ansiedad, dirigiéndolos hacia algo o alguien y atribuyéndolos totalmente a ese objeto externo. Por esta vía, la defensa psíquica logra poner estos contenidos amenazantes afuera. 
El recurso retórico poético de la «personificación» constituye también un verdadero proceso proyectivo que se ejecuta fuera de la psicopatología. El poeta no dice «yo estoy triste», sino «ese árbol llora la / tristeza de mis amores perdidos». Lo propio, es puesto afuera. 


A partir de la proyección, Melanie Klein describió en 1946 un nuevo concepto, la «identificación proyectiva». Esta modalidad de la proyección, que va más allá del mecanismo descrito por Freud. Surge en el contexto de sus investigaciones acerca de los mecanismos de defensa del yo en la infancia temprana, donde Klein lo relaciona con el sadismo infantil. Se trata de un mecanismo inconsciente de defensa que hace que partes del sí mismo se escindan y desprendan para ser proyectadas sobre otra persona introduciéndolas en el objeto, con el fin de tomar posesión de él y causarle daño. La identificación proyectiva constituiría, en palabras de Klein, «el prototipo de la relación de objeto agresiva».​ Este concepto fue desarrollado luego por Otto F. Kernberg en el contexto de sus aportes a la discusión sobre la personalidad limítrofe (borderline).

La vecina
Hablamos de ese clásico personaje rastrero y tiquismiquis cuyo hábitat natural es la escalera del bloque y que se nutre de las idas y venidas de los vecinos y de sus conductas en las zonas comunes; es la denominada "vieja del visillo", que por misoginia se representa en personaje femenino en el imaginario colectivo, aunque puede pertenecer al sexo masculino con la misma frecuencia que al femenino.
En donde yo vivo es una mujer en la sexta-séptima década de la vida y conocida como "la rata".
Sus motivaciones para maquinar sus intrigas y generar conflictos en la comunidad son principalmente el aburrimiento, la proyección tal y como se ha descrito y la envidia. Pasiones bajas del espíritu humano combinadas con sus malas relaciones intrafamiliares y que proyecta al vecino que más encarna su ideal del yo no reconocido.


Esta señora es una persona sin ocupación conocida más allá de controlar quién sube y baja por las escaleras, con quién, con qué y para qué. Su fijación son los olores que ella considera inadecuados, que no se riegue en las terrazas ni se caigan prendas de ropa por el tendedero del patio. El control animal también le incumbe de una manera principal, de modo que si algún vecino convive con no humanos ella lo tendrá registrado y estará especialmente empeñada en rastrear olores, fluidos corporales y ruidos relacionados con los mismos.
También siente preferencia por volcar sus frustraciones en las mujeres del vecindario, pues su machismo idiosincrásico le impide enfrentarse a vecinos varones, con especial fijación en las mujeres más jóvenes que no conviven con señores.
Dado que yo soy mujer, no convivo con machos y tengo gato, me he convertido en objetivo de su persecución escaleril fundada en unas envidias y proyecciones evidentes.



Haré un relato más o menos aproximando del incidente que viví con "la rata" en el día de ayer.
Estaba yo en mi casa a mis cosas a media tarde, cuando llaman al timbre de forma brusca y por la mirilla veo a una señora cuya cara no me es familiar. Asumo que es una vecina y le abro.
Ella, sin presentarse ni saludar, obviando las más elementales normas de educación, empieza a echarme en cara que soy "la única que tiene gato en el bloque" y que vaya peste y que qué verguenza. Deduzco por los retazos de información que me da que se debe de estar quejando de un pequeño rastro de arena de los gatos que se me puede haber salido de la bolsa de basura al bajar las escaleras y que quiere que la recoja.
Pero me siento divida entre decirle "disculpe, ya lo recojo y siento las molestias pero ha sido sin mala intención" y la indignación que me produce que una vecina sin identificar venga a gritarme y a juzgarme a MI CASA. Así pues opto por cortar su perorata y por decirle que no es necesario que me hable en ese tono y con esas formas y que además no la conozco y que se presente.


Su reacción es de mayor indignación al ver que no tengo registrado su rostro y que no me achanto ante su reclamación justa pero con unas formas que la descalifican. Por lo cual pasa a exponer el verdadero motivo de su visita, y es que cree que "no estoy haciendo las cosas bien". Al parecer mi mudanza le ha molestado y tendría que haber ido a su puerta a llevarle una ofrenda de paz y rendirle pleitesía en su status de dominatrix de vecindario. Pues  no, señora, las mudanzas son mudanzas y así como las obras de ambos bajos no le han resultado molestas, no es de recibo que se me queje de mis mudanzas.
-Tenemos que convivir y tolerar lo que hacen los otros vecinos y yo no he ido a su puerta a gritarle porque su hija fume en el descasillo, cosa prohibida por las normas de la comunidad, ni de los gritos que hay en su casa ni de que su nieta esté con sus amigas haciendo ruidos por las escaleras a la hora de la siesta.
-Pues claro que puedo gritar en mi casa, y tú que vives sola ¿con quién vas a pelearte, con el gato?

¡Touché! Aquí vemos asomar la patita de nuevo a la envidia y a la proyección. Cómo le gustaría a ella estar sin un marido impresentable y solita y a gusto en su casa sin nietas malcriadas que aguantar ni hijas que no la soportan...



En fin, por no alargar mucho el tema la conclusión es que le puse freno a la agresión injustificada de esta persona desequilibrada, sin autocrítica ni autocontrol que proyecta a saco sus miedos y sus inseguridades en quienes personificamos el estilo de vida y las cualidades que ella nunca ha tenido ni podrá tener...