miércoles, 19 de abril de 2017

Bastet y Sekmet

Bastet es una diosa de la mitología egipcia, también denominada Bast, cuya misión era proteger el hogar y simboliza la alegría de vivir, pues se considera la deidad de la armonía y la felicidad.
La diosa Bastet ya se encuentra en el panteón egipcio en la dinastía II. Su nombre significa “la de los Bas, que es el nombre de un frasco de ungüento que se empleaba en las ceremonias funerarias; esto quiere decir que esta diosa estaba relacionada con la protección del difunto en el Más Allá.

Se representaba bajo la forma de un gato doméstico, o bien como una mujer con cabeza de gato, que siempre lleva un sistro (instrumento musical) debido a que se piensa que le agradaba que los humanos bailaran y tocaran música en su honor.
Se la identificaba con la estrella Sirio, de quien se la consideraba Señora, y con la deidad sumeria Inanna. Según algunos eruditos, como M. Oldfield Howey, su nombre significa la desgarradora, pese a su carácter principalmente benigno.
A veces aparece como hija de Ra o Atum, y en otras ocasiones, forma tríada con Atum o Mahes "El León de Mirada Feroz" como esposos, y con Horhekenu como hijo. Desde el Imperio Antiguo es la madre del rey al que ayuda y protege para alcanzar el cielo.


Su culto se remonta a los primeros tiempos de la civilización egipcia, habiendo ganado notoriedad más tarde, y se la menciona en los Textos de las Pirámides y el Libro de los Muertos.
La antigua ciudad de Bubastis (hoy Zagazig, en el delta del Nilo) estaba consagrada a su culto, y de allí proceden centenares de gatos momificados que fueron enterrados en su memoria. Su culto fue tan importante que en sus templos se criaron gatos que eran su representación, y a la muerte de éstos, eran cuidadosamente momificados, enterrándolos en tumbas específicas para ellos. Encontramos necrópolis de este tipo en Bubastis, Saqqara, Tanis, Beni Hassan y Tebas. En esta última ciudad se celebraba en honor a la diosa la "Fiesta de la embriaguez", donde se consumía vino en abundancia, se bailaba y se hacía sonar la música. Esta fiesta se realizaba para que la diosa Bastet se mostrara contenta y de este modo no tomara el aspecto de una leona enfurecida.


Los egipcios consideraban a los gatos como manifestaciones de la diosa Bastet y, cuenta la leyenda que se rindieron ante los persas cuando éstos sostenían gatos frente a sus escudos, ya que los persas sabían que los egipcios eran capaces de rendirse antes de dañar a algún gato. Así fue como perdieron a la ciudad de Pelusio, la actual Puerto Saíd.
Originalmente Bastet simbolizaba la cálida fertilidad del sol, en oposición a Sejmet, que es el calor abrasador. Se la denominó “Señora del Este” y estaba relacionada con Sejmet, “Señora del Oeste”, al igual que Nejbet y Uayjet eran las señoras del Norte y el Sur. Durante el Reino Nuevo se la hizo una diosa de la guerra y se le asociaba al sol. Se decía que era esposa e hija de Atum-Ra, o hija de Osiris e Isis; también se la considera la personificación del alma de Isis. Este último parentesco debe ser entendido en un ámbito fundamentalmente griego. Horus fue identificado con el dios griego Apollo y Bastet con su hermana Artemisa (Apollo y Artemisa eran hijos gemelos de Leto), y de ahi la relación de la diosa gata con Isis y Osiris, padres egipcios de Horus. El clero de Bubastis constituyó una tríada en la que Atum desempeñaba el papel de marido y Mihos, o un Horus local (Hor-Hekenu) el de hijo. Confundida con Sejmet, es la esposa de Ptah y madre del dios león Mihos. En su fusión con la diosa vengadora Sejmet se la saluda ocasionalmente como el ojo de Ra, el ojo vengador.

Era representada como mujer con cabeza de gata, aunque anteriormente tuvo cabeza de leona, como se ve en el templo funerario de Niuserra.. En su aspecto guerrero, era una leona con la piel verde  y en este aspecto estaba asociada a la luz solar.  Fue una diosa solar hasta la identificación de los griegos con su diosa lunar Artemisa. Fue a partir del siglo X a.C cuando adoptó caracteres hogareños y es entonces cuando comienza a aparecer como gata doméstica.

Cuentan que un día Ra, el dios sol creador del mundo y de los dioses, envió a uno de sus ojos a echar un vistazo por la tierra. Los humanos estaban empezando a faltarle al respeto y a burlarse de él, así que se enfureció. Se merecían un castigo y para proporcionárselo tenía a su hija perfecta, la diosa Sejmet (o Sekmet).Esta bajó a la tierra y se convirtió en una leona, ávida de sangre, que empezó a devorar humanos y cuánta más sangre bebía, más sangre necesitaba. Ra y el resto de sus hijos lo veían y empezaron a preocuparse, así que una tarde que la leona dormía la siesta después de una gran comilona de humanos, vertieron ante ella vino de granadas, que era un vino que emborracha con mucha facilidad y tiene el color y la consistencia de la sangre. Cuando Sejmet se despertó con sed y vio el charco, se lo bebió, se emborrachó, y con la borrachera le volvió la cordura, convirtiéndose en su alter ego Bastet, en la protectora de los humanos y de sus hogares.

Lamada “Señora del Oeste” por contraposición a su otra manifestación de gata bajo el nombre de Bastet (“Señora del Este”) era conocida como “la dama de las montañas del poniente” y tenía un lugar en la Sala del Juicio, siendo guía protectora de los justos en el Mundo Inferior. Era, también, Soberana de la Cámara de las Llamas y se la denominaba como “la que frena la necesidad” aunque igualmente era la que quemaba a los condenados. Sekhmet se dedicaba, en sus momentos de cólera, a ser portadora de epidemias y enfermedades (que en realidad eran producidas por las aguas estancadas antes de llegar las inundaciones del Nilo) pero también era capaz de sanar (especialmente en el caso de fracturas) cuando se transformaba en un ser pacífico. Fue llamada “experta en magia” y por sus conocimientos de brujería era la patrona de los médicos. Sus sacerdotes (denominados Uab Sekhmet) formaban una casta de médicos sanadores Se la representaba como mujer vestida de rojo-sangre con cabeza de leona, con un disco solar sobre la cabeza y el áureo (la cobra erguida en actitud de ataque) en la frente. Un áureo de oro prístino con dos diamantes como ojos de la cabeza reptiliana. Llevaba una corona y flechas como armas. Se le rendía culto en Menfis, Letópolis y toda la región del Delta, pero de manera muy especial en Luxor. 

Fuente: wikipedia

lunes, 17 de abril de 2017

La sonámbula y el amor patriarcal

Ah,non credea mirarti           
si presto estinto, o fiore;           
passasti al par d'amore,            
che un giorno sol(o) duro.           

Potria novel vigore               
il pianto mio recarti        
ma ravvivar l'amore              
il pianto mio, ah no, non puo.      

La Sonambula, Ópera de V. Bellini, libreto de F. Romani

(Ah, no creí verte/ tan pronto extinta, oh, flor/ moriste a la vez que el amor/ que sólo un día duró/ Podría nuevo vigor/ el llanto mío devolverte/ pero reavivar el amor/ el llanto mío no puede )


En esta ópera la protagonista canta a lo efímero que es el amor del hombre que tanto dijo amarla y que por un malentendido la repudió y la rechazó.
Ese amor romántico y patriarcal que percibe a la mujer como una posesión del hombre, sumisa, callada, que debe dejarse matar antes que ser infiel. Ese amor que vale más que la vida, que completa a las mujeres más que a los hombres, que todo lo puede, que justifica el asesinato por celos.
A nuestra heroína, Amina, se le acerca el conde calenturiento y deseoso de abusar de ella, que está sonámbula, y la repudiada y humillada públicamente es ella, no el frustrado violador. El amantísimo prometido de Amina la rechaza, sí, menudo amor. Quédatelo para tí, machote. Ese amor no vale nada, porque es posesivo, es dominación, es cosificación.

Pero Amina, alienada, es perdonada y acepta el perdón de Elvino, su prometido, al saber por el conde abusador que es inocente, que sólo estaba sonámbula y que no sedujo al aristócrata a propósito.
El amor romántico triunfa.
Amina, querida, habrías ganado mucho más quedándote con la flor marchita, soltera, sin estar atada a un hombre celoso que va a dudar de tí cada vez que salgas sonámbula de tu habitación, cuyo amor por tí depende de tu belleza física y de tu sumisión y pureza. Él te será infiel pero su infidelidad no tendrá consecuencias, porque los hombres, claro, tienen sus necesidades, no como las mujeres, que estamos sólo para servir o adornar, como las flores.





viernes, 7 de abril de 2017

Las desventuras del joven Werther

La novela "Las desventuras del joven Werther" de Goethe, publicada en 1774, dio origen a un fenómeno llamado Werther-Fieber («Fiebre de Werther»). Los hombres jóvenes en Europa vestían la ropa que Werther usaba en la novela. También tuvo consecuencias en los primeros ejemplos conocidos de suicidio mímico, provocando al parecer el suicidio de unos dos mil lectores. Werther es una novela importante del movimiento Sturm und Drang en la literatura alemana. Es uno de los pocos trabajos de este movimiento que Goethe escribió antes de que, junto a Friedrich von Schiller, comenzara el movimiento Weimar. También influyó en la literatura del Romanticismo que siguió a este movimiento.
El libro hizo que Goethe se convirtiera en una de las primeras celebridades literarias. Hacia el fin de su vida, viajar a Weimar y visitar al maestro era un ritual para muchos jóvenes que viajaban a Europa. Muchos de los que lo visitaban, sólo habían leído ese libro, entre todos los que él había escrito. 



La fiebre de Werther causó preocupación a las autoridades y a otros autores. Por ejemplo, Friedrich Nicolai, decidió escribir un final alternativo para la novela, que resultaría supuestamente más agradable, llamada Die Freuden des jungen Werther (Las cartas del joven Werther), según el cual Albert, el prometido de Lotte, reconociendo las intenciones de Werther, llena las pistolas de sangre de pollo, evitando el suicidio de Werther y cediéndole gustosamente a Lotte. Goethe encontró esta versión desagradable y empezó una enemistad literaria con Nicolai de por vida. Goethe escribió un poema titulado Nicolai auf Werthers Grabe, en el cual Nicolai defeca en el sepulcro de Werther, execrando su memoria. Esta enemistad continuó con la colección de poemas Xenien, que Goethe escribiría más tarde.
Goethe tuvo un disgusto con este libro, llegando a escribir que no podría haber sido visitado por un fantasma más vengativo aún cuando Werther hubiera sido un hermano al que hubiera matado. De todas formas, Goethe reconoció el gran impacto personal y emocional que Las desventuras del joven Werther tenía en los jóvenes enamorados y deprimidos. En 1821, le comentó a su secretario que «Debe de ser malo, si no todos tienen un momento en su vida en el que sientan que Werther fue escrito solo para ellos».

«En Goethe —escribió Rodolfo Modern— encontramos al intérprete de su época, al clásico anheloso de la medida helénica y al romántico pletórico de sentimiento y ansias de infinito, la impaciencia juvenil y la experiencia fecunda de los años, el amor al mundo de las cosas y el cultivo de toda la gama emocional, la compenetración con la naturaleza y el ejercicio de la cortesanía más exquisita, la afirmación de una cultura superior y el reconocimiento de un mundo demoníaco, la capacidad de ser uno mismo y la adaptación a la circunstancia, el goce de los sentidos y del intelecto puro, la mirada comprensiva hacia el pasado y la predicción de un futuro hecho presente, la meditación gustosa y su transmutación en obra, la aptitud del hombre de ciencia y la actitud más desnudamente lírica, la presencia de lo particular y la vivencia de lo universal. ¿Cómo es posible apresarlo en una definición?» 


En una ocasión en que Werther tomó un arma de Alberto y se apuntó a la frente, éste le manifestó que no podía comprender cómo un hombre pudiera "ser tan loco como para pegarse un tiro…" Así surgió entre los dos una interesante polémica:
"-¡Oh, hombres! -exclamé-, cada vez que hablan de una cosa tienen que decir: esto es una locura, esto es inteligente, esto es bueno, esto es malo. ¿Qué significado tiene todo esto? ¿Acaso han analizado así en profundidad las razones de lo que uno ha hecho? ¿Conocen acaso con absoluta seguridad los motivos de la determinación, por qué sucedió, por qué tuvo que suceder? Si lo hubiesen hecho, no serían tan ligeros a la hora de juzgar.
-Tendrás que reconocer -dijo Alberto- que hay determinados hechos que son pecaminosos, cualquiera haya sido el motivo que los generó.
-Pero, amigo mío -seguí-, también en esto hay algunas excepciones. Es cierto que el robo es un pecado, ¿pero el hombre que roba para salvarse a sí mismo y a los suyos de morirse de hambre merece compasión o ser castigado? ¿Quién tira la primera piedra contra el marido que en su justa ira sacrifica a su mujer infiel y al vil seductor? ¿O contra la muchacha que en un instante de éxtasis se deja llevar por la irresistible felicidad del amor? Incluso nuestras leyes, tan frías y meticulosas, se dejan conmover y retienen su castigo.
-Eso es completamente otra cosa -repuso Alberto-, porque un hombre arrastrado por sus pasiones pierde la conciencia de lo que hace y es tratado como un ebrio o un loco.
-Ah, ustedes los cuerdos -le contesté sonriendo-. ¡Pasiones, embriaguez, locura! Ahí están ustedes, los defensores de la moral, impávidos, ajenos. Censuran al ebrio, sienten repulsa por el loco, pasan de largo como un cura y, como los fariseos, agradecen a Dios por no haberlos hecho como a uno de ellos. Más de una vez estuve embriagado, mis pasiones nunca estuvieron muy lejos de la locura, y no me arrepiento de lo uno ni de lo otro. Porque a mi manera he aprendido a comprender que a todos los hombres capaces de hacer algo extraordinario, algo imposible, siempre se los calificó de ebrios y locos. Y aun en la vida normal es insoportable escuchar como casi todos exclaman "ese hombre está borracho, está loco" solo por haber realizado algo medianamente noble o generoso. Ustedes, hombres sensatos, cuerdos, avergüéncense.
-Éste es otro de tus desvaríos -dijo Alberto-, exageras todo, y al menos acá estás errado, cuando quieres comparar el suicidio, y de esto estamos hablando, con un acto pleno de nobleza, cuando en realidad no se lo puede considerar de otra manera que como un gesto de debilidad. Porque está claro que es más fácil morir que seguir aguantando una vida llena de tormentos.
-¿A esto llamas tú debilidad? Pero, por favor, no te dejes deslumbrar por las apariencias. Un pueblo que sufre bajo el insoportable yugo de un tirano, ¿acaso es débil si por fin se levanta y rompe las cadenas? ¿Lo es un hombre que vence el terror de ver cómo su casa es presa de las llamas y junta todas sus fuerzas para rescatar cosas que en una situación normal sería incapaz de mover? ¿Opuedes tildar de débil a aquel que enfurecido por una ofensa se pelea con otros seis y los vence? Y, querido amigo, si el esfuerzo significa valor, ¿por qué debemos considerar lo exaltado justamente como lo contrario?
-No me lo tomes a mal pero pienso que los ejemplos que has dado no corresponden.
-Puede ser -le respondí-, ya me han dicho muchas veces que mi manera de argumentar a menudo raya con lo disparatado. Veamos si encontramos otro camino para imaginarnos cómo se debe de sentir un hombre que está dispuesto a renunciar al peso, por lo general tan agradable, de la vida. Porque solo si somos capaces de compartir lo afectivo tenemos derecho a hablar sobre ello. La naturaleza humana -continué- tiene sus límites: puede soportar la felicidad, el sufrimiento, el dolor, solo hasta cierto grado, sucumbe en cuanto lo ha sobrepasado. En esto no se trata entonces de si alguien es débil o fuerte, sino solo de si es capaz de soportar su grado de sufrimiento, ya sea moral o físico. Y al mismo tiempo me parece equivocado decir que un hombre que se quita Ia vida es un cobarde, así como sería inoportuno llamar cobarde a alguien que muere por una fiebre maligna.
-¡Paradojas, siempre paradojas! -exclamó Alberto.
-Pero no tantas como supones -le contesté-. Reconoces que denominamos enfermedad mortal a aquella que ataca la naturaleza de modo que por un lado va consumiendo sus fuerzas y por el otro las neutraliza, de tal manera que ya no es posible que estas se repongan y, por medio de una venturosa reacción, sean capaces de restablecer el normal funcionamiento de la vida... Pues bien, querido amigo, apliquemos esto al espíritu. Mira al ser humano en sus limitaciones, cómo influyen en él ciertas impresiones, se fijan las ideas, hasta que una pasión que se agiganta le quita toda serenidad a sus sentidos y lo arruina. Será en vano que el hombre sensato y sereno quiera evitar la situación, será inútil que lo aconseje. Es lo mismo que un hombre sano, que estando junto al lecho de un enfermo, tampoco puede traspasarle ni lo más mínimo de su energía… Amigo mío, el hombre es el hombre y la inteligencia que puede llegar a tener no vale mucho cuando golpean las pasiones y lo llevan hasta los límites de lo humano..."