miércoles, 29 de julio de 2020

La importancia de las heroínas de dibujos

Hace poco he visto la serie de dibujos animados "She-ra y las princesas del poder", un remake de la vieja serie de los años 80 de la que era hermana de He-man. 
Sí, lo admito, puede sonar un poco absurdo, que no es propio de mi edad, etc, pero me han gustado desde siempre los dibujos animados y hay series muy buenas que también nos gustan y nos hacen disfrutar a los adultos. 

Cuando yo era pequeña, en los años 80 y 90, la mayoría de las series de dibujos animados eran bastante machistas y los personajes femeninos (a menos que fueran "dibujitos para niñas") se limitaban a ser madres, novias o esposas totalmente pasivas y que no tenían parte importante en la trama. Vamos, que el test de Blechdel no lo pasaba ninguna serie ni de casualidad. Recuerdo que los dibujos de She-ra no me llamaban la atención, porque de alguna manera detectaba que aquella serie no era más que una excusa para dibujar mujeres ligeras de ropa con espadas, hecha por hombres y para hombres y con una trama muy plana.


Pero la nueva She-ra es harina de otro costal. Es una serie de acción y además de amistad hecha por mujeres en la que las mujeres son protagonistas, heroínas, villanas, reinas, poderosas, y de todo. Hay mujeres de todo tipo, delgadas y gordas, diversas y hasta lesbianas. Es fácil poder identificarse con los personajes y no quedarse con esa sensación de "esto no es para mí", o "yo no tengo nada que ver con esto". Esa sensación que todas hemos tenido al ver películas y series de que no van dirigidas a nosotras y que no pintamos nada en ellas.

Me pregunto cómo habría cambiado la forma de percibirme a mí misma si hubiera podido ver series así cuando era niña o adolescente. En mi adolescencia temprana fui muy fan de la serie de anime japonesa "Dragon Ball", y era muy consciente a pesar de mi entusiasmo de que en "Dragon Ball" no había personajes femeninos que formaran parte de la trama principal sin ser a la vez objeto sexual (como Bulma, que estaba para enseñar cacho aparte de para ser la niña rica de papá) o al menos estando a la altura de los hombres y teniendo el mismo protagonismo y capacidades. Eso me causaba siempre cierto malestar y como digo, esa sensación de que lo que ocurría en la serie era algo que no me concernía puesto que yo no era más que una niña, que nunca podría identificarse con esos héroes hipermasculinizados y musculados que trataban con desprecio a las mujeres, o que directamente las relegaban a la inexistencia. 



Es una suerte para las niñas y adolescentes de hoy en día tener productos culturales que aboguen por la igualdad y la diversidad, que las hagan soñar no sólo con ser princesas que deben esperar a que el hombre las rescate y se case con ellas, sino con ser dueñas de su destino, fuertes, valientes, poderosas y a la vez mujeres con todo lo que ello conlleva. Y eso tenemos que apreciarlo en su justa medida y no permitir que volvamos hacia atrás nunca más. 


martes, 28 de julio de 2020

Mal de muchos...

En esta época extraña de pandemia nos estamos viendo sometidos todos a ciertas circunstancias que nos afligen, que nos preocupan y sobre todo que han cambiado nuestro día a día.

Ya no existe la normalidad, existe la "nueva normalidad" y tenemos que vernos obligados a soportar la incomodidad de las mascarillas, el fastidio de no poder hacer ciertas cosas, ya no podemos aglomerarnos en las playas y en conciertos ni viajar con libertad a otros sitios del mundo. Por no hablar del temor y la incertidumbre ante la posibilidad de enfermar o de que haya una terrible crisis mundial que no sabemos aún hasta qué niveles nos puede afectar.

Y como es lógico todo esto nos afecta, nos preocupa y nos genera malestar. A todo el mundo en mayor o menor medida. Y ante eso podemos hacer 2 cosas: recurrir al famoso refrán "mal de muchos consuelo de tontos" o por el contrario intentar relativizar y empatizar con los que están aún peor que nosotros y así darnos cuenta de que al final la cosa no es tan terrible.


El citado refrán siempre me ha chocado bastante, porque creo que no es verdad. Los refranes normalmente aluden al sentido común y/o al sentir general del pueblo, por lo que como todo lo relacionado con lo humano a veces aciertan y a veces fallan. El problema es que los tenemos tan escuchados y tan grabados en nuestro inconsciente colectivo que los solemos dar por buenos aunque no acabemos de entenderlos muy bien.

Por eso decidí investigar sobre este refrán en concreto y esto es lo que he encontrado:

"Sbarbi comenta este refrán en su Gran Diccionario de Refranes: "Mal de muchos, consuelo de tontos. Nosotros añadiríamos: y de discretos. Niega que sea más llevadera una desgracia cuando comprende a crecido número de personas. Los que tienen contraria opinión dicen: Mal de muchos, consuelo de todos".

"José Mª Iribarren aclara que "lo de consuelo de tontos se añadió modernamente. Hace siglos se decía Mal de muchos, consuelo es o gozo es, proverbio mucho más razonable y más conforme con la naturaleza humana que el actual, porque, sin duda alguna, al afligido por una desgracia tiene que consolarle el que su sufrimiento sea compartido por otros muchos".

"Juan Eusebio Nieremberg, en su Epistolario (1649, epístola 24) dice: "Mal de muchos dicen que es consuelo, y el bien de pocos también es dicha".

(Iribarren, José Mª; El porqué de los dichos. Gobierno de Navarra. Departamento de Educación, Cultura, Deporte y Juventud. Novena edición. Octubre 1996, pág. 312)

Así pues, creo que en estos tiempos extraños y de incertidumbre que todos los humanos compartimos, es bueno que intentemos cambiar el dicho moderno por el antiguo, "mal de muchos, consuelo es o gozo es", o mejor, concretamente por "mal de muchos consuelo es". Porque es así, todos compartimos la misma desdicha y debería consolarnos saber que no estamos solos en ella, que a todos nos afecta y que no es un castigo o una maldición que le ha venido a uno para llevarlo solo a sus espaldas. 




https://www.fundacionlengua.com/es/mal-muchos-consuelo-tontos/art/156/  

jueves, 2 de julio de 2020

Aplausos a los sanitarios: un gesto hipócrita e inútil

Los sanitarios no queremos aplausos motivados por el miedo y el aburrimiento.
No queremos ser héroes ni lo somos.

Somos personas que también sufren y enferman, que trabajan en condiciones extremas y precarias, que en aras de la vocación y la ética tenemos que aguantar lo inaguantable y para colmo, todo el mundo (incluidos nosotros mismos) asume que esto es así y que se nos puede exigir llegar hasta el límite de lo humano cuando a la vez se nos tacha de "poco humanos y poco empáticos".

Ya sabemos que las condiciones laborales en general para todas las profesiones son cada vez más precarias, y con el ámbito sanitario es exactamente igual. La sanidad pública y la privada tienen sus características diferenciales en cuanto a la precariedad de los contratos y los salarios y las deplorables condiciones de trabajo, pero coinciden en la exigencia de sacar el trabajo como si estuviéramos haciendo churros y sin medios suficientes en cuanto a tiempo, logística, material, organización, etc...

Para mí lo más grave es que aparte de que tanto el sistema como los gerentes son cada vez más despiadados y valoran menos nuestra profesión, los propios pacientes/usuarios empiezan a ser cada vez más exigentes, maleducados, irrespetuosos y agresivos.

Pero no importa, porque como tenemos una vocación (esto es muy discutible, pero bueno) y una ética de trabajo se nos puede hacer el chantaje moral de que tenemos que aguantarlo todo, que el cliente (ya no paciente) siempre tiene la razón y que no tenemos derecho a ser humanos.

Parece que los sanitarios somos robots y que se nos exige serlo, pero a la vez y de forma paradójica, perversa y enloquecedora se nos exige también que seamos amables, simpáticos, empáticos, tolerantes, que siempre estemos ahí en la consulta disponibles para todo lo que el usuario y el empresario requieran, y todo esto sin cometer fallos ni dudar siquiera. 

Luego nos sorprende que las cifras más altas de suicidios sean entre profesionales sanitarios, que haya altos niveles de alcoholismo y depresión, que muchos adopten mecanismos de defensa psicopáticos. Porque esto se plantea como un "ellos o nosotros", o la salud de los pacientes o la nuestra. Y la nuestra no cuenta, muchos menos la mental.

Yo no merezco aplausos, soy una trabajadora precaria con un exceso de responsabilidad y de carga laboral, con unas exigencias y expectativas bestiales por parte de la sociedad y de los pacientes y sin apoyo por parte de las instituciones, los compañeros y los jefes.

Perdonen que me enferme, soy humana, y si pudiera volver atrás jamás elegiría esta profesión.




PD: no he estado en "primera línea" durante la pandemia del covid19, pero sí llevo toda mi vida profesional sintiéndome en las trincheras. No tengo tanto mérito como quienes han estado ahí expuestos al virus y a la mala gestión que llevamos años arrastrando y que nos ha explotado en la cara.
Ellos menos que nadie se merecen que los intenten acallar con unos aplausos de mierda.

miércoles, 1 de julio de 2020

"Nueva" normalidad

Nos hablan y nos hablamos de que hay una "nueva normalidad" después del confinamiento por la Pandemia.

Pero efectivamente podemos ya comprobar que nada ha cambiado y que no hay nada de nuevo en esto.
Tenemos que llevar mascarillas, eso es nuevo, pero no las llevamos porque son incómodas, antiestéticas y dan calor. Eso no es nuevo, el egoísmo.

No es nuevo que olvidemos lo que hemos sufrido por culpa de nuestra propia irresponsabilidad y volvamos a lo de siempre, al capitalismo salvaje, a la deshumanización, a ignorar la vulnerabilidad de otras personas con diferente color de piel, nacionalidad, sexo o ceros en su cuenta corriente.

Queremos volver a viajar, a contaminar otros parajes con nuestra presencia y nuestro rastro, a usar medios de transporte insostenibles, a gastar un dinero que no tenemos en hacer selfies para seguir aparentando que somos únicos y especiales entre los otros 7000 millones.

Volvemos a comprar cosas innecesarias fabricadas en masa por humanos más pobres que a nadie importan en industrias contaminantes e inmorales para llenar nuestro vacío moral. 

Comemos animales porque siempre lo hemos hecho y no vamos a dejar de hacerlo a pesar de que todas las pandemias que hemos sufrido tengan relación con su explotación y tortura y/o con el contacto indebido con animales salvajes y la destrucción de sus hábitats y de la biodiversidad.

Volvemos a lo mismo, y parafraseando a Bécquer, volverán los oscuros virus de nuestros balcones sus nidos a colgar, porque ya sabemos que ha habido y habrá más pandemias y que no aprendimos ni aprenderemos.

Para los dinosaurios un meteorito, para nosotros varias pandemias.

Sigamos igual, haciendo como si el mundo no se acabara, sigamos como la orquesta del Titanic tocando hasta el hundimiento las notas de la orgía de explotación, consumo y destruccción, no vaya a ser que tengamos que cambiar tantas cosas que ya no valga la pena vivir sin pedir chorradas por amazon, comer animales muertos atiborrados de antibióticos o hacerse selfies en el otro lado del mundo. 


La pequeña higuera

Durante  la cuarentena creció una pequeña higuera en una calle asfaltada. Se abrió paso en contra de todas las probabilidades entre el pavimento y el muro de un edificio abandonado. La vi crecer cada día en esas jornadas de primavera en que los humanos no hoyaban la vida que resurgía en las calles solitarias.
Alcanzó casi un metro de altura, con varias ramas, altiva y humilde a un tiempo, creciendo despreocupada y verde y fresca a la espera de poder dar sus frutos algún día de principios de verano.
Pero volvimos a las calles, nosotros los amantes del cemento, y cada día fui notando cómo iban cercenando ramas y hojas, cómo esa planta llamada a ser un orgulloso árbol era amputada hasta la muerte.
Como Atila vamos dejando un rastro de muerte y de caos.
Esa pequeña higuera luchó por su vida, por su existencia, convivió con mascarillas de papel y guantes de plástico usados, aguantó el viento, las tormentas, el calor extremo, la orina de los animales, pero no la actividad destructiva de las manos humanas.
La pequeña higuera está muerta.
Tal vez pueda resurgir porque es fuerte, pero su lucha será la de un Sísifo vegetal, renacerá para ser pisoteada, arrancada y envenenada de nuevo cada vez que lo intente.
En un mundo sobrepoblado por humanos egoístas que no se preocupan ni de proteger a sus semejantes de ese castigo merecido de la naturaleza que es la pandemia la pequeña higuera tiene pocas esperanzas de sobrevivir.
Ojalá que aguante hasta el día no tan lejano en que los humanos nos hayamos extinguido por culpa de nuestra voracidad sin límites y ella llegue a ser un enorme árbol cuyas raíces agrieten el asfalto.