jueves, 28 de julio de 2016

el verano

Lejos, en los borrosos confines de la infancia, quedan esos veranos felices y gozosos.
En los que todo era despreocupación, revolcarse en la arena, fundirse con los rayos de sol y tragar agua de mar.
Los días pasaban ociosos y no había ni junio ni julio ni agosto, era un sucederse de días luminosos y eternos henchidos de libertad y semidesnudez, sin mirar ni ser miradas.
No pensar en el mañana ni en el ayer, no saber lo que es un reloj, fascinarse con el vuelo de una gaviota o las evoluciones de un cangrejo ermitaño.
Construir castillos de arena, disfrutar de ver cómo las olas los lamían hasta disolverlos, hundir hasta los codos los brazos en pasadizos secretos de arena mojada.
Eternas siestas de adultos impacientes y agotados con sus vidas marcadas por la tiranía de un horario.
Atardeceres aterciopelados sobre arenas frescas y mares de espejo buscando el rayo verde.
Noches de cuentos y juegos de mesa con el abuelo.

Ahora en el asfalto mis pies fatigados caminan bajo la batuta de un tic tac implacable.
El verano es largo y duro en la ciudad, no hay tregua para el pequeño engranaje de la maquinaria incansable y recalentada.
Ni arena ni mar ni castillos ni gaviotas. Horas, minutos, números y párpados hinchados.
Ya no hay veranos.



martes, 26 de julio de 2016

El constructo social del instinto maternal

Como anunciaba Lévi-Strauss, la antropología "revela que aquello que consideramos ‘natural’, fundado en el orden de las cosas, se reduce a limitaciones y hábitos mentales propios de nuestra cultura.” 

El llamado instinto maternal es una construcción social, algo aprendido, por lo que se puede renunciar a él. el instinto maternal sería simbólico o un deseo que se construye en el seno de las sociedades y cambia con la historia. Muchas teorías sociales y expertos de las ramas de la antropología, la psicología y la sociología, sostienen que el instinto en el ser humano puede ser considerado como casi inexistente o nulo. Esto se explica a través del hecho de que el ser humano es el único ser vivo que interactúa en un medio cultural en el cual las reacciones biológicas y ‘salvajes’ están neutralizadas o aplacadas.
G. Klimt

En la cultura occidental moderna predomina el mito del intistinto maternal, como si se tratara de un sentimiento ahistórico, universal y propio de todas las mujeres, o un hecho instintivo natural, propio de la feminidad y de la naturaleza femenina. Según esta creencia, el sentimiento materno se manifiesta en las niñas desde muy temprana edad: jugando a las mamás, a las casitas, a las muñecas, etc... Este mandato del amor materno se refuerza por los discursos religiosos, culturales e institucionales, y a las mujeres que no se ajustan a la norma las acusan de ser "anomalías, salvajes o atrasadas".

El instinto materno (según explica Volnovich ) es un mito de la modernidad. Como las madres no criaban a sus hijos, la mortalidad infantil estaba en estrecha relación con la dificultad para encontrarles nodrizas o con la incompetencias de ellas. Según Elizabeth Badinter en su libro "Existe el amor maternal", de los 21 mil niños nacidos en 1780 en París, sólo mil permanecieron con sus madres; otros mil, de familias acaudaladas, fueron amamantados por nodrizas en la casa paterna, y los 19 mil niños restantes fueron entregados, desde el momento mismo del nacimiento, a nodrizas a sueldo que los criaban en el campo. Un 90 por ciento de ellos no pasó el primer año. Las estadísticas de la época consignan que hasta casi fines del 1700, eran muchos los niños que morían sin haber conocido la mirada de su madre.El mito del amor maternal es en este sentido, un intento de contención de ese infanticidio que estaba despoblando Europa. No es casual: de esa época datan los primeros censos, y ellos permiten comprobar que la Europa que necesita soldados para las guerras imperiales y colonizadores para poblar las colonias, se está quedando vacía. A partir de 1760, empiezan a aparecer en Francia publicaciones que aconsejan a las madres la atención personal de los bebés.Eso que hoy conocemos, padecemos y disfrutamos como algo "instintivo", "natural", "incondicional", no tiene nada de instintivo: es una construcción social que surge de esa época, e identifica a la mujer con su función de madres, a partir de discursos económicos, filosóficos, y fundamentalmente ideológicos, como el de Rousseau. Las dulzuras de la maternidad fueron objeto de una exaltación infinita; ser madre devino así en un deber impuesto, pero también en la actividad más envidiable y gratificante que podía esperar una mujer.


El tema de la maternidad es claramente un asunto muy polémico. Primero, porque hay discrepancias en la definición de lo masculino, lo femenino, la familia y la sexualidad; y segundo, porque en temas como la familia y la maternidad nadie es neutral. Pero es necesario revisar las concepciones que se tienen respecto a la maternidad en la cultura occidental y asumir que no en todas las culturas ni en todos los tiempos se han asociado tan estrechamente la figura de la mujer y su feminidad y la de la madre.  Por eso, las mujeres están en su derecho de tener plena capacidad política y cultural para crear ideas y acciones en torno a esta compleja función maternal (o no maternal, como en el tema del aborto).

Si nos remitimos a la antropología y a los datos etnográficos, encontraremos culturas diferentes en donde los niños no son representados, como en nuestra sociedad,  ni tratados como seres dulces, inocentes y tiernos; ni las mujeres están asociadas necesariamente con la maternidad ni como solícitas y amorosas guardianas del hogar que la ideología capitalista moderna ha diseñado como el único papel válido para todas las mujeres y todas las familias.
No todas las culturas definen a la mujer de la misma manera, ni siquiera establecen necesariamente una relación especial entre la mujer y la esfera doméstica, como ocurre en la cultura occidental. La asociación entre mujer y madre no es ni mucho menos todo lo natural que podría parecer a primera vista., según la antropóloga Henrietta Moore, por lo tanto, no existiría esa determinación biológica inevitable que tantos argumentan.

Las niñas terminan jugando con muñecas porque la sociedad las "domestica" incluso desde antes de nacer, al designarles ciertos nombres, colores y vestimenta y, luego, las "entrena" con juguetes muy específicos para inculcar en ellas “el impulso innato a engendrar y a cuidar hijos”. Es la misma lógica falaz, pero conveniente para el pensamiento conservador masculino, que llevó al senador republicano y antiabortista Todd Akin a afirmar, para repudio de la razón humana, que cuando una mujer es “verdaderamente” violada, su cuerpo de manera “natural” impide que se concrete una fecundación.

El mito del instinto maternal interviene significativamente en el control social de las mujeres. Las representaciones sociales en torno a la maternidad se ven atravesadas por diferentes instituciones como el Estado, la iglesia, los agentes de salud, los agentes jurídicos, entre otros. Mientras este mito se mantiene vivo, permanece también intacta la subordinación de las mujeres, negándoles así una identidad por fuera de la función materna. Este mito dictamina que toda mujer debe, necesita y desea ser madre. La maternidad mantiene el orden social – heterosexual y legitima la esencia femenina, que supuestamente completa a las mujeres.

En "Masculino y femenino" Margaret Mead plantea: "Aunque las mujeres, de hecho, puedan dedicar sólo la mitad de su vida a la crianza o un tercio en las sociedades más longevas, la mayoría de las sociedades insisten en realzar este aspecto de la feminidad como el más significativo. En muchas sociedades, las jóvenes antes de la pubertad y después de la menopausia, son tratadas casi como hombres. Una sociedad que no define a la mujer como esencialmente destinada a traer niños al mundo tiene muchas menos dificultades para derribar tabúes o barreras sociales."

viernes, 22 de julio de 2016

Lo dionisíaco y lo apolíneo

 La primera obra importante de Nietzsche se llamaba El Nacimiento de la Tragedia”. En ella exploraba los significados de lo trágico, lo apolíneo y lo dionísiaco haciendo un análisis del teatro griego.
En esta obra cuestionaba la valoración tradicional del mundo griego, según la cual la Grecia clásica era el momento de esplendor de la cultura griega y Sócrates y Platón los iniciadores de lo mejor de la tradición occidental.
F. Nietzsche

Frente a esta interpretación, Nietzsche da más importancia a la Grecia arcaica, la Grecia del tiempo de Homero, y sitúa en el siglo V a.C. el inicio de la crisis vital del espíritu griego.En el marco de su interpretación de la tragedia griega, Nietzsche considera que ésta representa un compromiso entre estos dos impulsos: las pasiones y la música son dionisiacas, mientras que el lenguaje y la dialéctica encarnan lo apolíneo. Esta interpretación cuestiona la imagen de Grecia transmitida por el cristianismo e idealizada por el romanticismo: una Grecia armónica, bella y equilibrada,  que elude hablar de los horrores de la existencia y la caducidad de la vida. Nietzsche defiende una concepción metafísica del arte: el valor del arte no está en la mera complacencia subjetiva que provoca en el espectador, no atañe solo a la esfera del gusto; es algo más profundo, puesto que con él una cultura expresa toda una concepción del mundo y de la existencia.  Dice Nietzsche que el pueblo griego antiguo supo captar las dos dimensiones fundamentales de la realidad sin ocultarse ninguna de ellas, dimensiones que este pueblo expresó de forma mítica con el culto a Apolo y a Dionisos. La auténtica grandeza griega culmina en la tragedia ática, género artístico con el que consiguieron representar de modo armónico lo apolíneo y lo dionisíaco de la existencia.


El dios griego Dionisos (Baco para los romanos) era el dios de la vida vegetal y del vino, fue muy importante para este pueblo, y a él rindieron culto las bacantes. Nietzsche hace una interpretación de este dios que va más allá de su significado ordinario, considerando que con esta figura los griegos representaban una dimensión fundamental de la existencia, que expresaron en la tragedia y que quedó relegado en la cultura occidental: la vida en sus aspectos oscuros, instintivos, irracionales, biológicos.
La inmoderación de las pasiones libera todo el poder del hombre sobre sí mismo y sobre los demás al quedar totalmente libre de toda atadura y compromiso que lo someta.Es admitir que  la vida  en su esencialidad es producto del azar y del caos. El espíritu dionisiaco simboliza una liberación vitalista que propone al antropocentrismo, con el cual el ser humano no rinde cuentas de sus actos, son libres mas allá del bien y del mal por que lo ayudan a lograr el poder y el dominio.

Dionisos

     Apolo era uno de los dioses más venerados por los griegos, le erigieron muchos templos y a su oráculo acudían cuando deseaban conocer el futuro o aspectos oscuros de su existencia. Los griegos lo consideraron como el dios de la juventud, la belleza,  la poesía,  y las artes en general. Pero, según Nietzsche, expresaba para ellos mucho más, un modo de estar ante el mundo: era el dios de la luz, la claridad y la armonía, frente al mundo de las fuerzas primarias e instintivas. Representaba también la individuación, el equilibrio, la medida y la forma, la racionalidad. En Nietzsche, la grandeza humana no se alcanza con la iluminación y la claridad del pensamiento sino por el contrario, el culmen humano esta en lo irracional, en la locura.
Apolo

Para la interpretación tradicional toda la cultura griega era apolínea. Nietzsche es contrario a esta interpretación pues afirma que es correcta para el mundo griego a partir de Sócrates, pero no para el mundo griego anterior, considerado por nuestro filósofo como el momento más característico del espíritu griego.  La auténtica grandeza del mundo griego arcaico estribaba en no ocultar la dimensión dionisíaca de la realidad, en armonizar ambos principios, en considerar incluso que lo dionisíaco era la auténtica verdad. Sólo con el inicio de la decadencia occidental, ya con Sócrates y Platón, los griegos intentan ocultar esta faceta inventándose un mundo de legalidad y racionalidad (un mundo puramente apolíneo, como el que fomenta el platonismo). El primero que lo traicionó fue Eurípides; en las tragedias de Eurípides lo terrible de la vida no es una condición esencial de está, sino que acontece por las elecciones que toman sus personajes, de modo que, según Nietzsche, el espectador de estas tragedias las contempla con cierta distancia. Pero los gran traidores del espíritu trágico fueron Sócrates y Platón y el cristianismo. A partir de ellos la vida no será constitutivamente trágica, sino que se inventará la “fantasmagoría” de  una  vida perfecta con el propósito de decir que todo lo malo no es en verdad real.
Acrópolis. Caffi

      En sus obras posteriores, Nietzsche recoge y desarrolla esta idea del inicio de la decadencia occidental en la Grecia clásica. Así, la crítica de Nietzsche a la cultura occidental se refiere a todos los ámbitos, pues "Filosofía, religión y moral son síntomas de decadencia" ("La voluntad de poder"), la filosofía por inventar un mundo racional, la religión un mundo religioso y la moral un mundo moral; en definitiva, la decadencia del espíritu griego antiguo supuso el triunfo de lo apolíneo sobre lo único real, según Nietzsche, lo dionisíaco.
Hay que tener presente que en todos los tipos cultura actúan fuerzas apolíneas en las que la realidad dionisiaca es a la vez rechazada y canalizada. En ese contexto, Nietzsche formula en la última sección de El nacimiento de la tragedia una especie de ley ontológica fundamental para la relación de lo apolíneo y lo dionisiaco. “De ese fundamento de toda existencia, del fondo dionisiaco del mundo, sólo puede penetrar en la conciencia del individuo humano aquella medida exacta que puede ser superada por la fuerza de transfiguración de lo apolíneo”.

jueves, 21 de julio de 2016

Para la libertad, 80 años después


Para el muro de un hospital de sangre.


I


Por los campos luchados se extienden los heridos.
Y de aquella extensión de cuerpos luchadores
salta un trigal de chorros calientes, extendidos
en roncos surtidores.



La sangre llueve siempre boca arriba, hacia el cielo.
Y las heridas suenan, igual que caracolas,
cuando hay en las heridas celeridad de vuelo,
esencia de las olas.



La sangre huele a mar, sabe a mar y a bodega.
La bodega del mar, del vino bravo, estalla
allí donde el herido palpitante se anega,
y florece, y se halla.



Herido estoy, miradme: necesito más vidas.
La que contengo es poca para el gran cometido
de sangre que quisiera perder por las heridas.
Decid quién no fue herido.



Mi vida es una herida de juventud dichosa.
¡Ay de quien no esté herido, de quien jamás se siente
herido por la vida, ni en la vida reposa
herido alegremente!



Si hasta a los hospitales se va con alegría,
se convierten en huertos de heridas entreabiertas,
de adelfos florecidos ante la cirugía.
de ensangrentadas puertas.



II


Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.



Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.



Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.



Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.



Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.

Miguel Hernández


Callar ante una injusticia


“La vieja práctica de los tiranos es usar una parte del pueblo para tener sometida a la otra parte. Los timoratos prefieren vivir al abrigo del despotismo a aventurarse por el proceloso mar de la libertad. ”
Thomas Jefferson
"Una injusticia hecha al individuo es una amenaza hecha a toda la sociedad".

Montesquieu


"Es peor cometer una injusticia que padecerla porque quien la comete se convierte en injusto y quien la padece no".
Socrates
"El hombre justo no es aquel que no comete ninguna injusticia, si no el que pudiendo ser injusto no quiere serlo".
Menandro de Atenas
Montesquieu

La injusticia es la falta o ausencia de justicia, ya sea en referencia a un suceso, acto o situación de hecho (statu quo). Puede estar referida a un sujeto o a un grupo social.
En el CritónPlatón manifestó no saber qué es la justicia, pero sí qué es la injusticia. Es sin embargo un punto de vista común entre los filósofos, que aunque justicia e injusticia son interdependientes, es la última la que prima cualitativamente, siendo por eso difícil escribir sobre la justicia y ponernse de acuerdo, lo que no ocurre cuando se trata de una injusticia o falta de justicia. 
Heráclito habría sido en Occidente el primer pensador en hablar del concepto de injusticia como cualidad primaria, idea que continuaría y asentaría Aristóteles en la cultura occidental. La justicia en filosofía es una definición que varía según el pensamiento de cada filósofo. Platón decía que el individuo debía salir de la oscuridad, de la caverna del desconocimiento, es decir, la persona se hace justa en la misma medida en que tiene conocimiento, por lo tanto, quien tiene más conocimiento puede ser más justo, lo que traduce una idea de que los gobernantes deben tener amplios conocimientos para saber gobernar y para realmente hacer justicia. El filósofo Aristóteles definía justicia como dar a cada ciudadano lo que le corresponde según sus necesidades y aporte en la sociedad, mientras que Kant decía que la justicia de un Estado debe velar por tres principios fundamentales; la libertad de los individuos, la igualdad entre ellos y la independencia de cada miembro de una comunidad. 
Platón

Hoy en día hay muchas teorías de la justicia muy elaboradas que intentan conglomerar el concepto de justicia e ir más allá de los diversos códigos legales y morales existentes en el mundo.
Es cierto que la mayoría de nosotros no sabemos decir lo que es la Justicia, pero sí que sabemos reconocer lo que es una injusticia. No hay que atenerse a las leyes, las leyes varían y no siempre son justas, y muchas veces las mayores injusticias no están recogidas en el Código Civil ,el Penal o el que sea.
El abuso de poder hacia un débil, la calumnia, el maltrato a un animal son injusticias. Y muchas veces las presenciamos en silencio y sin hacer nada. ¿Por qué?La mayoría de las veces no creo que sea por maldad, sino por abulia, por comodidad, porque creemos que no nos incumbe.
La actitud fundamentalmente hipócrita de "no tomar partido" ante las situaciones injustas que ocurren ante nosotros, me genera tremenda tristeza y también rabia. Hay ocasiones en la vida en que es necesario tomar partido, porque permanecer "neutral" es permanecer en el lado de los opresores.
Y en este punto me acuerdo de Hannah Arendt y del fenómeno de los oficiales y los soldados de las SS como Eichmann que referían "no tener nada en contra de los judíos" pero que con su pasividad  (y sus actos, cumpliendo órdenes que fueron incapaces de cuestionarse) colaboraron en su matanza.
Cada uno sabrá dónde está su límite y hasta dónde puede tolerar. Pero colaborar como cómplice silencioso e hipócrita en una injusticia, callado, pesando que "no hay más remedio que aceptarlo", es más que ceder a la tiranía, es formar parte de ella, colaborar con ella, facilitarle tarea.
Permanezcamos callados y nada cambiará.

domingo, 17 de julio de 2016

¿Existe el matriarcado?

La palabra matriarcado (del latín māter, «madre»y del griego archein, «gobernar») se refiere a un tipo de sociedad en la cual las mujeres, especialmente las madres, tienen un rol central de liderazgo político, autoridad moral , control de la propiedad y de custodia de sus hijos.
En el supuesto polo opuesto se encontraría el patriarcado, que no sólo en los tan denostados y desacreditados estudios feministas, sino en múltiples estudios sociólógicos, históricos, políticos y psicológicos es un término utilizado para describir una situación de distribución desigual del poder entre hombres y mujeres en la cual los varones tienen preeminencia en uno o varios aspectos, tales como la prohibición del derecho al sufragio, la regulación de los delitos contra la libertad sexual, la violencia de género, los regímenes de custodia legal de los hijos, la doble moral según el género, el sexismo en el lenguaje, mecanismos de invisibilización, la determinación de las líneas de descendencia (filiación exclusivamente por descendencia patrilineal y portación del apellido paterno), los derechos de primogenitura, la autonomía personal en las relaciones sociales, la participación en el espacio público (político o religioso) o la atribución de estatus a las distintas ocupaciones de hombres y mujeres determinadas por la división sexual del trabajo.

No se tiene evidencia de sociedades en las que, existiendo una distribución desigual del poder entre hombres y mujeres, las mujeres tuvieran preeminencia sobre los varones, al contrario de lo que sucede en el patriarcado moderno, donde los hombres son los que poseen preeminencia respecto de las mujeres. Las sociedades existentes donde las mujeres tienen un lugar distinto al patriarcal son llamadas matrilineales, matrilocales o matrifocales.

Muchos autores usan erróneamente el término "matriarcado" para referirse a sociedades matrilineales o matrilocales, como dice Marvin Harris. Harris y Young (1979) ponen ejemplos de sociedades no patriarcales en la Tierra del Fuego y en las selvas tropicales del noroeste amazónico y el centro de Brasil. Sin embargo, en modo alguno se han encontrado ejemplos claros de sociedades en las que exista o haya existido un matriarcado, es decir un estado de dominación femenina, la supuesta contraparte del patriarcado.
En algunas de estas sociedades existen mitos que afirman un pasado matriarcal y donde posteriormente las mujeres perdieron el poder y fueron los hombres quienes comenzaron su reinado e impusieron su autoridad, formando las sociedades patriarcales. Un mito clásico en este sentido sería el que recogió Gusinde, entre los selknam de la isla Grande de Tierra del Fuego, y los yaganes del archipiélago al sur de ésta. Dichos grupos tienen mitos similares (hain y kina, respectivamente) que hablan de un pasado mítico en el que mandaban las mujeres, que engañaban arteramente a los hombres haciéndoles creer que ciertos seres sobrenaturales avalaban aquel orden social. Cierto día, los hombres descubrieron el engaño y mataron a todas las mujeres adultas, cambiando el sistema en su propio beneficio y fundando una sociedad dominada por los hombres, con los mismos rituales (hain, entre los selknam) ahora legitimando la dominación masculina y haciendo creer a las mujeres y niños que los participantes en aquel ritual (hombres disfrazados) eran seres sobrenaturales. Se trata de un clásico mito y rito de inversión de roles que trata de legitimar el orden social de dominación masculina.
Mujeres Minangkabau

Es muy importante distinguir el matriarcado del matrilinaje. En algunas sociedades el prestigio social y la adscripción de bienes y posesiones se recibe por vía materna, más que por vía paterna. Eso en general implica que en algunas sociedades son las mujeres quienes heredan las tierras familiares y no los hombres. Aunque en muchas sociedades matrilineales las mujeres tienen un poder decisorio sobre asuntos familiares razonablemente importantes. La posición social viene de la madre más que del padre y las familias extensas y la alianzas tribales se establezcan sobre líneas sanguíneas femeninas. Aun así, en algunos pocos casos, los hombres tienen más autoridad formal que las mujeres, siendo quien la ostenta el hermano de la cabeza de familia más que el marido de la cabeza de familia.
La matrilocalidad es un término usado por algunos antropólogos para describir sociedades en donde la autoridad maternal se basa en relaciones domésticas, debiendo el esposo unirse a la familia de la esposa, en lugar de que la esposa se mude a la villa o tribu del esposo, así, ella es mantenida por su familia extendida, y el esposo tiende a estar socialmente aislado. Otros pasos coadyuvantes son la matrifocalidad y la poliandria, generalmente fraternal.

Así, el matriarcado sería una combinación de estos factores: matrilinealidad y matrilocalidad. Pero lo más importante es el hecho de que la mujer estaría a cargo de la distribución de los bienes para el clan y, especialmente, de las fuentes de nutrición, campo y comida. Esta característica hace que todos los miembros del clan dependan más de la matrilinealidad y matrilocalidad. Sería un concepto muy diferente al de patriarcado.
Se ha observado en estudios que algo más de una quinta parte de las sociedades tienen un régimen de filiación matrilineal, en el que los individuos reciben el nombre familiar, la herencia y el prestigio de su rama materna. En general en las sociedades matrilineales las mujeres tienen un estatus social más alto que en sociedades patrilineales. Aunque de ningún modo puede decirse que las sociedades matrilineales sean matriarcados, ya que en estas sociedades matrilineales muchas de las más altas responsabilidades políticas y legislativas están en manos de ambos sexos.
En las sociedades matrilineales lo más común es que los hijos de la hermana (los sobrinos) o los hermanos maternos del fallecido sucedan a este en cuestiones de riqueza, autoridad, etc. Existen no obstante algunas sociedades matrilineales, como los Minangkabau, donde se trata de las hijas de la persona fallecida quienes la suceden.
cimarronas

Joan Manuel Cabezas, antropólogo, explica que lo que existe en occidente es “un mito sobre el matriarcado, fruto de la burguesía occidental europea, y cuyo principal ideólogo fue Bachofen, (jurista y antropólogo suizo) con la publicación en 1861 del libro "El Derecho de la Madre". Según Bachofen, "en los inicios de los tiempos hubo una época de gran tiranía sexual de los hombres, el ‘Hetairismo’, que causó que algunas mujeres se rebelaran y sometían a los hombres, establecían la familia y los obligaban a casarse.” Así surgió el mito del matriarcado “en el que se relaciona a las mujeres con la sociedad salvaje y primitiva, con la naturaleza, y que se contrapone al patriarcado que se asocia a la sociedad civilizada, política, industrial. Este mito también sirve como argumento para la dominación de los ‘salvajes’ de los pueblos que se estaban colonizando”, añade Cabezas.

“Demasiados antropólogos han estado buscando una sociedad en la cual las mujeres controlan todos los aspectos de la vida cotidiana, incluido el gobierno”, dice Reeves. “Este modelo (y una perspectiva muy occidental sobre el poder) no encaja muy bien cuando observas culturas no occidentales, como los Minangkabau. En Sumatra Occidental mujeres y hombres se relacionan más como socios que desean alcanzar el bien común que como competidores gobernados por el egocéntrico interés propio.” Es decir, un matriarcado no es un patriarcado al revés (al igual que el feminismo no es lo contrario al machismo), no es una sociedad en la cual el poder y los recursos se encuentran en manos de las mujeres.

miércoles, 13 de julio de 2016

Cómo llenarte, soledad


Cómo llenarte, soledad, 
sino contigo misma... 


De niño, entre las pobres guaridas de la tierra, 
quieto en ángulo oscuro, 
buscaba en ti, encendida guirnalda, 
mis auroras futuras y furtivos nocturnos, 
y en ti los vislumbraba, 
naturales y exactos, también libres y fieles, 
a semejanza mía, 
a semejanza tuya, eterna soledad. 



Me perdí luego por la tierra injusta 
como quien busca amigos o ignorados amantes; 
diverso con el mundo, 
fui luz serena y anhelo desbocado, 
y en la lluvia sombría o en el sol evidente 
quería una verdad que a ti te traicionase, 
olvidando en mi afán 
cómo las alas fugitivas su propia nube crean. 



Y al velarse a mis ojos 
con nubes sobre nubes de otoño desbordado 
la luz de aquellos días en ti misma entrevistos, 
te negué por bien poco; 
por menudos amores ni ciertos ni fingidos, 
por quietas amistades de sillón y de gesto, 
por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma, 
por los viejos placeres prohibidos 
como los permitidos nauseabundos, 
útiles solamente para el elegante salón susurrado, 
en bocas de mentira y palabras de hielo. 



Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona 
que yo fui, 
que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones; 
por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos, 
limpios de otro deseo, 
el sol, mi dios, la noche rumorosa, 
la lluvia, intimidad de siempre, 
el bosque y su alentar pagano, 
el mar, el mar como su nombre hermoso; 
y sobre todo ellos, 
cuerpo oscuro y esbelto, 
te encuentro a ti, tú, soledad tan mía, 
y tú me das fuerza y debilidad 
como el ave cansada los brazos de la piedra. 



Acodado al balcón miro insaciable el oleaje, 
oigo sus oscuras imprecaciones, 
contemplo sus blancas caricias; 
y erguido desde cuna vigilante 
soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres, 
por quienes vivo, aún cuando no los vea; 
y así, lejos de ellos, 
ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres, 
roncas y violentas como el mar, mi morada, 
puras ante la espera de una revolución ardiente 
o rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo 
cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista. 



Tú, verdad solitaria, 
transparente pasión, mi soledad de siempre, 
eres inmenso abrazo; 
el sol, el mar, 
la oscuridad, la estepa, 
el hombre y su deseo, 
la airada muchedumbre, 
¿qué son sino tú misma? 



Por ti, mi soledad, los busqué un día; 
en ti, mi soledad, los amo ahora.





Es una herida difícil de llevar, la soledad. A veces duele de forma insoportable y a veces para que no duela es preciso aislarla.
No se sabe cómo va a comportarse, sólo se sabe que va a estar ahí siempre, pase lo que pase, no importa quién esté a tu lado. Nadie la podrá cerrar.
Es una herida vital, es una vida herida, no hay más remedio que asumirlo, con dolor, con esperanza.
La soledad duele y alivia, vacía el corazón de esperanza y lo inunda.
Vivir así es difícil pero es una forma de vivir, como quien decide vivir con un amante, o con muchos amantes sucesivos.
Asumir que tal vez hay personas que podrían arrullarte en tu miedo pero que no están allí para hacerlo porque no lo desean. Y te sientes más sola. Y la herida, cuando lo asumes,se empieza a cerrar. O se desangra.
La soledad es la vida, es la muerte, es la herida.

lunes, 11 de julio de 2016

Dolor

Dolor

Quisiera esta tarde divina de octubre 
pasear por la orilla lejana del mar; 

que la arena de oro, y las aguas verdes, 

y los cielos puros me vieran pasar. 


Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera, 

como una romana, para concordar 
con las grandes olas, y las rocas muertas 
y las anchas playas que ciñen el mar. 



Con el paso lento, y los ojos fríos 

y la boca muda, dejarme llevar; 
ver cómo se rompen las olas azules 
contra los granitos y no parpadear; 
ver cómo las aves rapaces se comen 
los peces pequeños y no despertar; 
pensar que pudieran las frágiles barcas 
hundirse en las aguas y no suspirar; 
ver que se adelanta, la garganta al aire, 
el hombre más bello, no desear amar... 



Perder la mirada, distraídamente, 

perderla y que nunca la vuelva a encontrar: 
y, figura erguida, entre cielo y playa, 
sentirme el olvido perenne del mar.

Alfonsina Storni


 Dolor estremece al anunciar la muerte de Storni: el 28 de octubre de 1938 encontraron su cadáver en la playa de la Perla, en Mar del Plata. La mujer que tantos versos escribió sobre el mar y la muerte murió como en sus poemas.
El tema principal de Dolor, como de otros muchos poemas de la autora,refleja su actitud vital. Este poema nos transmite el deseo de la voz poética de olvidar un dolor indecible del alma abandonándose a la muerte.