lunes, 25 de marzo de 2019

Whatsapp y las relaciones


El mindfulness consiste en dejar la mente en un estado de atención plena para ver pasar lo que hay en ella sin juzgar y con aceptación. Es una meditación que permite que los contenidos mentales pasen tal y como han venido sin apegarse a ellos para que no nos generen malestar ni nos bloqueen en la vida.


Es inevitable a veces sentir ira, rabia, asco, pena, dolor... por causa de lo que hacen y dicen los demás.
Las relaciones humanas producen mucha carga mental y emocional, por lo que es bueno aprender a poner esas pequeñas cosas en su sitio para no sufrir innecesariamente.
Algunos pensarán que esto es una actitud egoísta, pero no lo es. No es egoísta cuidarse, puesto que nadie puede hacerlo por tí. Cuando estás mal, alterada o, bloqueada por los sentimientos que te producen la interacción con los demás y los sucesos de la vida cotidiana no eres capaz de valorar en su justa medida ni lo bueno ni lo malo, ni de tener una relación satisfactoria con el entorno.


Muchas veces he intentado hablar de las cosas que me preocupan y me abruman con las personas implicadas y no ha ido bien. Puede que por el tono poco asertivo que podido utilizar desde el dolor o la ira, pero también porque ahora es muy difícil conseguir hablar con alguien cara a cara.
Las conversaciones por whatsapp nunca salen bien, y las relaciones que terminan funcionando sólo por esa vía están condenadas a extinguirse, al menos las relaciones con personas significativas con las que has vivido y compartido muchas cosas en vivo y en directo.

Cuando alguien sólo te hace un hueco en su whatsapp ocasionalmente sin darte la opción de una conversación cara a cara o al menos por teléfono significa que no eres más que un contacto en su móvil que  a veces da un poco de ruido para perderse en la vorágine de notificaciones de la red y de las demandas del mundo externo.

Me canso de no ser más que un contacto de whatsapp para personas que han sido importantes en mi vida, que no tienen tiempo de dedicarme un pensamiento ni una conversación, que prefieren abandonarse a su rutina semanal que sacar un rato para verme o conversar conmigo.


Todos tenemos vidas confusas y llenas de ruido, todos tenemos obligaciones que atender y miserias que esconder, pero no debemos permitir que el huracán de la sociedad contemporánea nos arranque de nuestras personas queridas relegándolas a un doble click sin contestar en la pantalla del teléfono móvil. Yo también fallo y me olvido, me entrego a la falacia de las redes sociales y me miro en la pantalla negra que nos devora la humanidad.

Pero siento el anhelo del contacto humano auténtico, del cara a cara, del abrazo, de la voz con aliento.
No me bastan unas migajas de atención o unas horas al año cuando a la otra persona le dedico un sitio privilegiado en mi corazón. No hay niños ni maridos ni enfermedades ni suegras ni cuñadas que oculten la soledad y la dejadez. No juzgo si esa dejadez es voluntaria o inconsciente, si es una fuerza que tira hacia lo cotidiano y lo inmediato dejando de lado a lo que va un poco más allá. A mí también me cuesta salir de mi zona de confort, quitar horas al descanso o al estudio para desplazarme a un sitio que me pilla a trasmano por ver unos minutos a alguien que sé que no va a estar presente, que va a espiar de reojo la pantalla negra para mantenerse conectada a su realidad cotidiana.


Cansa tener en el corazón y en la mente a personas que no te tienen en los suyos, o que te tienen menos y no están dispuestos a darte lo que tú das y quieres dar por ellos.
Migajas de atención, kilobits de emoticonos genéricos y de "jajajas" para despacharte y seguir en lo importante.
No, no voy a seguir en relaciones que gastan tan pocos kilobits en mí.
Necesito dejar de pedir amor sin recibir una llamada al menos.