viernes, 28 de julio de 2017

¡Y tenía corazón!


Y tenía corazón!" / "Anatomía del corazón" / "La autopsia" es un cuadro realizado por Enrique Simonet en el año 1890 en su estancia en Roma. Esta obra representa a un forense realizando una autopsia a una mujer que yace sobre una mesa, una prostituta pelirroja. El forense agarra con su mano el corazón de la fallecida. Este anciano fue inspirado por un mendigo que el propio Simonet se encontró por la calle, proponiéndole como modelo para representarlo, cosa que solía hacer usualmente cuando encontraba a alguien de su gusto. Para la chica, el pintor utilizó como modelo el cuerpo de una joven actriz que se había suicidado por desamor, según las cartas que envió a su familia.
El puritanismo de la época permitió representar el desnudo de una joven dándole un sentido moral muy del gusto de la misma. Muerta prematuramente, posiblemente a consecuencia de los “excesos de una mala vida” (más bien por la miseria, por hambre y tuberculosis), el médico que realiza la autopsia parece sorprenderse de que esta mujer prostituida tuviese corazón, más allá de la cosificación y deshumanización que se aplica a las prostitutas.


El juicio de Paris, Enrique Simonet
“La luz, que penetra por la ventana de la derecha ilumina a las dos figuras protagonistas de este cuadro: el médico y la joven muerta. El médico sostiene en su mano izquierda el corazón de la chica, mientras su rostro refleja una mirada de entre sorpresa y candidez. Parece que el buen hombre, tal vez antiguo cliente de esa o de otra mujer, no acaba de entender la razón por la que una prostituta pudiera poseer el mismo corazón que cualquier otro ser humano. La mujer descansa sobre la dura mesa de madera. El cabello casi pelirrojo, cae indolente por fuera de la mesa invitando al espectador a recrearse con sus caprichosos rizos e imaginar a algún fugaz amor entremetiendo sus dedos entre ellos. El pecho, aún firme, nos evoca la juventud de la mujer. Finalmente el autor nos quiere señalar sus genitales mediante la exposición del vello púbico. Curiosamente, no nos muestra la enorme incisión que el forense le ha realizado en la extracción del órgano. Por el contrario, nos deja ver, en posición dominante, los escalpelos que ha utilizado en tal siniestra maniobra”. ( del texto de Luis Hernández, en http://cuentosparadescubrirnos.blogspot.com.es)


A la exclamación de sorpresa de los puritanos, Violetta en La Traviatta había ya contestado:

¿Un corazón? Sí, tal vez... ¿para qué lo quieres?


Alfredo- Se mia
Foste,  custode veglierei pe’ vostri
Soavi dì.
Violetta-Che dite?.. ha forse alcuno
Cura di me?
Alfreddo-Perchè nessuno al mondo (con fuoco)
V’ama...
Violetta-Nessun?..
Alfredo-Tranne sol io.
Violeta- Gli è vero!..
Sì grande amor dimenticato avea... (ridendo)
Alfredo-Ridete!.. e in voi v’ha un core?...
Violetta-Un cor?.. sì... forse... e a che lo richiedete?...
Libretto de Francesco Maria Piave

( Alfredo-Si fueseis mía, velaría por vuestros suaves días/ Violetta-¿qué decís?¿acaso a alguno le importo?/ Alfredo-porque nadie en el mundo os ama/ Violetta-¿Nadie?/ Alfredo-Excepto yo/ Violetta-¡Es verdad! Había olvidado vuestro gran amor!/ Alfredo-¡O reís! ¿y tenéis corazón?/ Violetta-¡Un corazón? Sí, tal vez... para qué lo queréis?)

Un corazón para amarlo a él, porque si lo no amas a él eres mala, eres perversa, eres una mujer  sin corazón y sin entrañas. Para adorarlo a él, al gran héroe del amor romántico, que te ama sólo de vista por tu belleza y por tu aire desvalido, que te quiere sólo para él y para ser tu dueño, dueño de tus días, de tu cuerpo bello y de tus pensamientos. 
Un día alguien le dirá que eres sucia y que no eres digna de él, y el hombre libre de amar cuando quiera y como quiera te abandonará con tu corazón roto.
Y él seguirá teniendo corazón, nadie apelará a su falta de sentimientos, ni lo llamará cruel, no tendrá una condena social, porque para eso un hombre tiene unas necesidades que deben cubrirse aun a costa del corazón de las mujeres.
¿Y qué pasa con el corazón de las putas? Pues que tiene que romperse, disociarse, ocultarse. Apelar a su existencia es una crueldad, porque para sobrevivir en la guerra hay que protegerse y obligar a alguien a quitarse el chaleco antibalas es matarla. 
Sí tenía corazón, pero no para jugar con él.
Fuentes: wikipedia, cuentosparadescubrirnos.blogspot.com

jueves, 27 de julio de 2017

Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.


Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata. 

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a buscar a los judíos, no protesté, porque yo no era judío.
Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.


Este texto atribuido a Bertolt Brecht, realmente pertenece al pastor luterano alemán Martin Niemöller (1892–1984), es parte de un sermón dado por él en la Semana Santa de 1946.



Eugen Berthold (Bertolt) Friedrich Brecht (Augsburgo10 de febrero de 1898-Berlín Este14 de agosto de1956) fue un dramaturgo y poeta alemán, uno de los más influyentes del siglo XX, creador del teatro épico, también llamado teatro dialéctico. Durante la I Guerra Mundial y a causa de sus ideas marxistas, Brecht fue obligado a exiliarse y vivió en Rusia, Estados Unidos, Suiza y Finlandia. De esta época datan gran parte de sus obras, tales como "Tambores en la noche", " Pero en la fría noche" y "Galileo"; la mayoría de ellas, con un tono político rebelde y social. Es recordado como autor de una poesía cristalina y viva, gracias a la cual ha logrado trascender y convertirse en una lectura indispensable para aquellos amantes del teatro y sobre todo de la poesía social.




“A los que dudan”

Nuestra causa va mal.
La oscuridad aumenta. Las fuerzas disminuyen.
Ahora, después de haber trabajado durante tanto tiempo
nos hallamos en una situación peor que al comienzo.
Sin embargo, el enemigo sigue ahí, más fuerte que nunca.
Sus fuerzas parecen acrecentadas y presenta un aspecto
invencible.
No se puede negar que hemos cometido errores.
Nuestro número se reduce. Nuestras palabras de orden
se encuentran en desorden. El enemigo
distorsiona muchas de nuestras palabras hasta hacerlas
irreconocibles.
Aquello que dijimos, ahora parece falso: ¿Mucho o poco,
con qué contamos ya? ¿Somos lo que ha quedado,
marginados de la corriente de la vida?
¿Marcharemos hacia atrás, sin nadie que nos comprenda
y sin comprender a los demás?
¿No hemos tenido suerte?
Tú preguntas estas cosas. No esperes ninguna respuesta
salvo la tuya.
Bertolt Brecht

jueves, 20 de julio de 2017

La pobre criatura del Dr Frankenstein

Frankenstein o el moderno Prometeo, o simplemente Frankenstein , es una obra literaria de la escritora inglesa Mary Shelley, hija de una de las grandes pioneras del feminismo, Mary Wolfstonecraft. Publicado en 1818 y enmarcado en la tradición de la novela gótica, el texto explora temas como la moral científica, la creación y destrucción de vida y la audacia de la humanidad en su relación con Dios. De ahí, el subtítulo de la obra: el protagonista intenta rivalizar en poder con Dios. Es considerado como el primer texto del género ciencia ficciónPrometeo era, en la mitología clásica griega, el Titán que creó a la Humanidad a imagen de Zeus. Luego, como castigo, fue atado a una roca y condenado a ser comido por los buitres por haber robado el fuego de los dioses. Shelley traza importantes paralelos entre la imagen de Prometeo y la imagen de Frankenstein. El trabajo de Víctor Frankestein para crear vida es un reflejo del trabajo innovador de los Titanes que crearon a la Humanidad. 


Prometeo

Durante el verano boreal de 1816, el año sin verano, el hemisferio norte soportó un largo y frío «invierno volcánico» debido a la erupción del volcán Tambora. Durante este año, Mary Shelley y su marido Percy Bysshe Shelley hicieron una visita a su amigo Lord Byron en Villa DiodatiSuiza. Después de leer una antología alemana de historias de fantasmas, Byron retó a los Shelley y a su médico personal John Polidori a componer, cada uno, una historia de terror. De los cuatro, sólo Polidori completó la historia, pero Mary concibió una idea, el germen de "Frankenstein". Se basó en las nuevas investigaciones sobre Luigi Galvani y Erasmus Darwin que trataban sobre el poder de la electricidad para revivir cuerpos ya inertes, lo que se conoce como "experimentos galvánicos".
Mary Shelley

Respecto del personaje del doctor Víctor Frankenstein cabe señalar que una referencia fue el científico amateur Andrew Crosse, que solía experimentar con cadáveres y electricidad. El 28 de diciembre de 1814 Mary asistió, junto a su esposo, a una conferencia del extravagante científico. En ella le conoció personalmente y extrajo muchos datos acerca de la forma en la que afirmaba crear vida a partir de la electricidad. En 1807, Crosse había empezado el experimento de creación de vida a partir de «electro-cristalización» de materia inanimada. El mismo año afirmó haber creado pequeñas criaturas en forma de insectos que lograban andar y desenvolverse por sí mismas: «el insecto perfecto, de pie sobre unas pocas cerdas que formaban su cola». El científico nunca llegó a explicar el supuesto fenómeno, como así reconocería más adelante. En 1807 había consenso científico respecto a descartar la generación espontánea como origen de la vida, pues la esterilización de las muestras no era una práctica extendida, por lo que Crosse criaba pequeños insectos a partir de huevos depositados en su "materia inanimada".


Diría Mary Shelley sobre su personaje, concebido en su un sueño: "Vi al estudiante pálido de artes profanas arrodillado ante la cosa que había ensamblado. Vi el repulsivo fantasma de un hombre estirado y, luego, bajo el funcionamiento de algún poderoso motor, éste mostraba signos de vida y se revolvía en un movimiento semi-vital. Horroroso debe ser, porque supremamente horroroso es el efecto de cualquier esfuerzo humano que burle el estupendo mecanismo del Creador del mundo." 
Víctor es un egoísta y un cínico sin igual. Se pasa años centrado en crear al monstruo, sin pensar en nada ni en nadie, olvidando a su familia y a sus amigos, y en el último momento, cuando ya lo ha dotado de vida y todo es irreversible, cuando ya se ha demostrado que es un genio sin igual, se arrepiente de lo que ha hecho y huye dejando abandonada a la criatura que acaba de crear.
La criatura es sensible e inteligente, y queda abandonada a su suerte por un ser egoísta, un verdadero minstruo que a partir de ese momento sólo pensará en su arrepentimiento como forma de vida, pero nunca hará nada por intentar reparar el daño que ha hecho al único perjudicado, el monstruo.
Está claro que el título de la novela es "Frankestein" porque el personaje de terror es Víctor Frankenstein, no su criatura, repudiada por su aspecto y origen.


En cierta forma  la obra es una alegoría de la perversión que puede traer el desarrollo científico; concebida y escrita durante las fases tempranas de la revolución industrial. Como se ha visto, detrás de los experimentos de Víctor Frankenstein está la búsqueda del poder divino. Así, el total desprecio que muestra Frankenstein por la naturaleza  y la vida puede ser considerado como símbolo del permisivo capitalismo naciente, que no respeta la dignidad básica del ser humano. De hecho, la rebelión de la criatura contra su creador es un claro mensaje del castigo que deriva del uso irresponsable de la tecnología, siendo el mal sólo una consecuencia imprevista de este uso. En la novela, originalmente la criatura no tiene nombre, un símbolo de su orfandad, alienación y su carencia de sentido e identidad humana. Los diferentes personajes de la historia -principalmente Víctor Frankenstein- se refieren a él usando diversos apelativos: demonio, miserable, desgraciado... De manera significativa, el término "monstruo" se utiliza pocas ocasiones en la novela.
En la novela, el Monstruo aparece como una criatura humanoide de enorme estatura (dado que «la pequeñez de las partes constituía un gran obstáculo para la rapidez de mi trabajo»,​ según palabras del propio Victor Frankenstein), de unos ocho pies de alto (2,43 m, aproximadamente). De forma premeditada, los detalles del proceso su creación se dejan imprecisos, aunque resulta implícito que su creador se valió de fragmentos de cadáveres procedentes de las salas de disección, patíbulos y mataderos. Éste lo describe en los siguientes términos:
«¡Cómo expresar mis emociones ante aquella catástrofe, ni describir al desdichado al que con tan infinitos trabajos y cuidados me había esforzado en formar! Sus miembros eran proporcionados, y había seleccionado unos rasgos hermosos para él. ¡Hermosos! ¡Dios mío!
»Su piel amarillenta apenas cubría la obra de músculos y arterias que quedaba debajo; el cabello era negro, suelto y abundante; los dientes tenían la blancura de la perla; pero estos detalles no hacían sino contrastar espantosamente con unos ojos aguanosos que parecían casi del mismo color que las órbitas blancuzcas que los alojaban, una piel apergaminada y unos labios estirados y negros. [...] ¡Ah! No había mortal capaz de soportar el horror de aquel semblante. Una momia a la que dotaran nuevamente de animación no podría ser tan espantosa como aquel desdichado.»

Casi inmediatamente después de nacer, es capaz de ponerse en pie, de caminar y de usar ropa: es pues, en contra de lo que habitualmente ha mostrado el cine, un ser bastante inteligente. Además es muy sensible y emocional, anhela la compañía y el afecto y su único objetivo es compartir su existencia con otro ser dotado de sentimientos, semejante a él. Es muy elocuente y articulado, llegando a hablar y a escribir con gran corrección en francés, y posiblemente también en alemán y en inglés. Admira la belleza, y su mayor placer es ver «las flores, los pájaros y todas las alegres galas del verano».​ Tiene inclinaciones pacíficas, y aunque conoce el uso de la carne, prefiere alimentarse de raíces, bayas y nueces que encuentra por el campo, siendo vegetariano. Le gusta leer, y varios de los libros que lee son El paraíso perdido de Milton (a cuyo héroe, Satán, admira, y con el que llega a compararse "debería ser tu Adán, pero soy tu ángel caído"), Las desventuras del joven Werther, de Goethe y Las vidas paralelas, de Plutarco. Sin embargo, el continuo rechazo de que es objeto principalmente por parte de su autor lo hace convertirse en un ser solitario, amargado y vengativo. A pesar de eso, es continuamente atormentado por remordimientos, que lo diferencian de otros monstruos de la literatura gótica. En ciertos aspectos, guarda un gran parecido con el arquetipo literario, frecuente en aquella época, del "buen salvaje", popularizado durante la Ilustración por Rousseau y otros escritores, quienes afirmaban que el hombre es bueno por naturaleza, y que es la sociedad la que lo pervierte.

Diversos críticos y estudiosos de la novela, que la han analizado en profundidad, han aventurado la posibilidad de que el Monstruo sea una metáfora de un niño sin madre: la propia Mary Shelley perdió a su progenitora a poco de nacer ella,​ y ella misma tuvo una relación un tanto problemática con su padre durante toda su vida. Como el Monstruo, Shelley también tuvo una niñez aislada y solitaria, que pasó frecuentemente leyendo o escribiendo.​ Otras veces el Monstruo, aparecido precisamente en los albores de la Revolución Industrial, ha sido visto como el símbolo de una clase social oprimida: la propia Shelley escribió que el Monstruo "reconocía la división de la propiedad, las inmensas riquezas y la pobreza mísera".​ Otros han visto a Monstruo como el resultado trágico de una tecnología incontrolada:​ la encarnación del miedo de la gente a crear algo que no se pueda dominar. También se ha querido ver en su historia una crítica implícita al tradicional conocimiento científico de tipo patriarcal, del que las mujeres están excluidas.​ Al mismo tiempo, entroncaría con leyendas medievales europeas sobre la creación de vida artificial, tales como Fausto o el Golem, en las que el componente mágico o sobrenatural habría sido sustituido por la ciencia. Pero el Monstruo como individuo también tiene una vertiente trágica. y casi existencialista. El conjunto de la novela puede verse como "el grito de una criatura que fue creada y rechazada por su progenitor, por su dios [...], una crítica sustancial de la ciencia, del sueño de la razón que produce monstruos..."


Fuente: wikipedia

martes, 18 de julio de 2017

El verano, esa mentira.

A modo de introducción:


Vacaciones es el plural de "vacación", un término que procede del latín vacans, participio del verbo vacare: estar libre, desocupado, vacante (como un puesto de trabajo). Vacuus: vacío, desocupado libre. Vacui dies: días de descanso Vacatio (-ionis): dispensa, exención. Hace referencia al descanso de una actividad habitual. Se trata del período en el cual las personas que estudian o trabajan suspenden temporalmente sus obligaciones. Las vacaciones están asociadas al descanso, el ocio y el turismo.
La costumbre de veranear se hizo popular entre la aristocracia francesa a partir del siglo XVIII, cuando muchos de sus miembros se empezaron a desplazar en los meses de verano a la champaña. Este fenómeno supuso el inicio del turismo ‘moderno’, favorecido por la aparición de medios de transporte al alcance de todos como el ferrocarril. Los desplazamientos se incrementaron y las clases menos pudientes tuvieron, por primera vez, la posibilidad de tomarse unos días de descanso fuera de sus pueblos y ciudades.
Los días de descanso se fueron extendiendo tanto que, en 1936, el gobierno francés tuvo que aprobar una serie de derechos sociales que incluían el reconocimiento a las vacaciones pagadas. Esta medida se propagó a todos los países tras el fin de la 2ª Guerra Mundial, y es desde entonces cuando podemos hablar del surgimiento del sector turístico y de la costumbre de tomarnos unas vacaciones.

Las justas y necesarias vacaciones pagadas por las que tanto se ha luchado han pasado a convertirse en una especie de festival capitalista para endeudarse y presumir de lo que no se tiene ni se necesita.
El verano es la estación del año en que hay que gastar en viajes, presumir de cuerpo, beber alcohol, hacer más conquistas sexuales. Y si no lo haces, eres un fracaso como ser humano.
Para quienes tenemos vidas normales y grises el verano es penoso, con el calor insoportable y las noches de insomnio, las tardes eternas en la ciudad sin tener a dónde ir, el asfalto a 60ºC a mediodía a la vuelta de la jornada intensiva, las tiendas y los bares cerrados, los amigos desaparecidos en el éxodo hacia la costa, el mar lejano en los sueños de la infancia, anhelado y nunca alcanzado.
El verano es triste en la futil existencia de la urbanita humilde sin piso en la playa ni dinero para escapadas, sola en su cubil de cemento y en su soledad de persona no imprescindible con la que nadie cuenta para hacer planes.
Triste y eterno verano de felices adolescentes desocupados, carcajeantes e ignorantes de las miserias de la vida adulta, del olvido de los amigos, de la debilidad de los lazos familiares, de los escasos consuelos que ofrece la vida de forma gratuita en la cárcel de hormigón.
Las cuentas corrientes se desangran igual en verano, la factura de la luz se dispara sin compasión, las playas no se acercan, no se acercan los besos y las manos amigas, no cambia la perspectiva del otoño ni del invierno ni de la primavera en las noches de sudor y soledad, en las tardes de goteo de aires acondicionados.
El verano es mentira.


jueves, 13 de julio de 2017

The Walking Dead, reflexiones

Después de mucho resistirme empecé a ver la serie The Walking Dead, porque muchas personas que merecen mi confianza me la recomendaban. No me gusta el género de terror porque no me gusta ver el sufrimiento y la violencia gratuita que suelen ir asociados al  mismo.
Por eso mismo me sorprendí mucho al encontrar en la famosa serie de zombis una profunda reflexión sobre la naturaleza  humana. Lo de menos son los zombis, los que dan miedo son los humanos en esa serie. Y lo que da miedo es que ese mundo postapocalíptico que podemos contemplar a través una pantalla no es ninguna ficción. Ahora, en este instante, hay seres humanos como nosotros que huyen de hordas de asesinos ciegos e inmorales por carreteras intransitadas en constante peligro de muerte.
Hay miles de personas que han tenido que abandonar su hogar con una mochila al hombro, con un niño en brazos, y echarse a correr hacia lo desconocido, muy probablemente hacia la muerte y hacia el hambre. Se refugian en rincones abandonados, comen basura, son rechazados por otros que se sienten con más derecho que ellos a estar allí, son ejecutados por seres sin cerebro ni alma, pasan semanas y meses atravesando desiertos sin esperanza para acabar pereciendo en una cuneta sin que nadie les cave una tumba.
¿No os suena?
Los zombis somos nosotros.
No hay que esperar a un apocalipsis zombie para que estas cosas pasen. Ya están pasando, han pasado siempre, el terror más absoluto está presente en este mundo y es culpa de los seres humanos. Veamos lo que algunos filósofos y autores tiene que decir del tema zombie.
Refugiados en el campo de Idomeni

"Lo más interesante que aporta el género, –dice el filósofo Darío Sztajnszrajber– es esa zona de indistinción entre la vida y la muerte. El zombi y el ser humano son extremos de lo mismo, conjugan la vida y la muerte. El humano es un ser vivo potencialmente muerto, y el zombi es un muerto potencialmente vivo."
Para Sztajnszrajber hay una paropiación de un tema muy cercano a la religión: la idea de sobrevivir a la muerte. "Ése es el éxito mayor de las religiones, que dan una respuesta a qué es lo que pasa después de la muerte. El zombi es una respuesta alternativa, pero no hay una metafísica, sino que es mucho más directo: un ser muerto que come seres orgánicamente vivos para mantenerse en esta tierra.". "La cercanía entre el ser humano y el zombi es mucho más directa de lo que pensamos. No es un ángel, expresa algo mucho más cercano y real: somos algo que se pudre cuando se muere".
"No nos comemos entre nosotros, pero nos explotamos, hay matanzas, guerras. Nosotros mismos también hacemos eso con los animales: nos los comemos", agrega Sztajnszrajber.
El filósofo español Jorge Fernández Gonzalo, autor del libro "Filosofía Zombi" (Anagrama) añade que no importa qué es el zombi, sino qué era, realmente, el ser humano. "En qué nos convertimos cuando las reglas de nuestra civilización sucumben drásticamente. En The Walking Dead encontramos materiales suficientes como para reflexionar sobre nuestras sociedades, sobre aquello que las mantiene en orden y sobre las consecuencias de su derrumbe.". "La aparición de los zombis hace que la vida del hombre entre en una dinámica animal, en una dinámica de cazar y ser cazado, de acecho, amenaza corporal y estrategias de supervivencia".

En la serie, falta de  humanidad

Los muertos "vivientes" aparecen como "devoradores buscando saciar su hambre con carne humana, pero además de ser  torpes, están desvitalizados, vacíos, y al ser golpeados se fragmentan con gran facilidad. A su vez, los humanos se presentan como muy agresivos, inteligentes y que no van a entregar su sangre sin combatir. Pero lo que resalta es la interacción en espejo entre ambos grupos en donde la supervivencia de uno de ellos supone la aniquilación del otro, y en que los muertos "vivos" toman forma como un doble del humano, como aquella contraparte negada, denegada, voraz, vacía, desamparada, escindida y desesperada por la sangre de los humanos".
Estas cualidades pueden asemejarse a las que se dan en los cuadros psicopatológicos que son de actualidad en esta época de sobremodernidad y que toman el nombre de "patologías del vacío": sujetos cerrados en máscaras narcisistas, con predominio de una inteligencia instrumental, de poder, con escaso reconocimiento del semejante, pero con una escisión que hace que desconozcan la flaqueza, la necesidad, los sentimientos de desvitalización. Lucha a muerte con otra parte de sí mismo, negando lo que no se puede tolerar, y por ello la ilusión de la facilidad con que se lo destruye, como en la serie, pero que siempre retorna, haciéndose siniestro.
En la sociedad consumista actual del pensar tecnológico, de la carencia afectiva, de la soledad masificada, de la falta de compromiso y del intento de solucionarlas por la vía de la rapidez, los humanos se desvitalizan, casi como los muertos "vivientes", desesperados tratan de llenar un vacío a través de la droga, la comida, el consumismo, la paranoia, y en donde la necesidad nunca se sacia.

Más falta de humanidad entre no zombies

En el zombi ya no hay identidad porque también ha dejado de haber historia. Queda atrapado para siempre en un presente espeluznante, el acontecimiento –para él la necesidad de agarrar a la presa y devorarla- le convierte en un rehén del que sólo la muerte –la muerte a todos los efectos- podría liberarle.
Este vaciamiento no puede dejar de tener consecuencias políticas. El zombi encarna en grado sumo esa indiferencia de las masas que se asocia a las democracias catódicas. No se le puede convencer, ni reclutar, ni tan siquiera manipular… No es productivo, no sujeta su conducta a ningún tipo de proyecto institucionalizador. Forma parte de una horda, pero ésta no configura una comunidad, más bien es lo asocial que se aglomera.

Tampoco es lo que clásicamente se ha entendido por un antagonista. Su condición ansiosa no es la de un narcisista que se rebela contra aquellas estructuras que pretenden reprimirle. Sus movimientos automáticos, recurrencia maquinal mediante la que el capitalismo regulariza nuestras vidas, le permiten continuar en su apática condición de mónada. Es cierto que siempre ataca en masa, una masa abierta donde el sospechoso es aquél que se encierra tras una puerta para permanecer sólo siquiera unos instantes. Pero no es un individuo que se incorpora a la masa. Lleva la masa dentro, no se ha subsumido en ella a través de una mediación subjetiva, pues lo subjetivo no ha existido nunca en él. No hay alteridad en esa masa, solo seguimiento pasivo de una corriente general por la que se deja arrastrar.

Horda de muertos vivientes

Fuentes:
Wikipedia
The walking dead
Darío Sztajnszrajber
Jorge Fernández Gonzalo,  "Filosofía Zombi" (Anagrama)

miércoles, 5 de julio de 2017

estás a mi servicio

Yo te pago por un servicio y por ello me siento con derecho a absorberte como ser humano, en tu esencia y en tu tiempo, todo lo que pueda y lo que tu educación y amabilidad me permitan, hasta el límite de lo humano y lo decente, porque yo pago.
Yo pago y como ser inhumano que soy me siento dueño de tu alma, de tu tiempo, de tu todo.
Te digo cómo hacer tu trabajo, te digo lo que es posible y lo que no, lo que es lícito y lo que no, lo que es moral y lo que no.
Me da igual que vendas un saber o una práctica, porque yo sabré más que tú al tener acceso a internet. Te diré lo que tienes que hacer y te dirigiré en tu labor, te coaccionaré para que no actúes libremente dentro de tu buen hacer y de la buena praxis, y me limpiaré las manos diciendo blandamente que dios no quiera que yo haya querido influir en tus decisiones.
Irrumpiré en tu espacio y en tu tiempo, exigiendo una atención desmedida porque yo valgo más que cualquier otra persona y porque exijo que tú estés pendiente de mí en cada pequeña vicisitud que se me presente, aunque me hayas dicho que tengo que aprender a resolver los problemas por mí mismo.
Tengo un problema, quiero que me lo arregles tú, no quiero que me enseñes a afrontarlo yo.
No soy consciente de que mi problema es que me miro el ombligo y no veo que hay más personas sufriendo a mi alrededor. No, los demás no me importan.
Sólo me importa que me pica el dedo meñique de mi pie derecho.
Arréglalo. Ahora. Ya.