jueves, 12 de abril de 2018

La verdadera naturaleza del amor.

Edipo y la esfinge

El gran error que hemos cometido es creer que el amor es algo innato y universal que surge de forma automática y que no necesita por nuestra parte nada más que dejarlo ser y estar.
Nada más lejos de la realidad para cualquier manifestación del amor.
El amor no es innato, de hecho existen personas incapaces de amar, y de hecho es más fácil odiar. Dado que como se vio en un post anterior el odio es un mecanismo básico de autoconservación del yo, que se fija en el objeto odiado con especial atención para combatirlo.
 Al fin y al cabo, el odio es algo más básico que el amor, es más fácil odiar que amar, es más fácil destruir que construir, el yo primitivo odia, pero no ama.
Entonces, el amor se identificaría con el sentimiento que surge cuando somos capaces de darnos cuenta de que hay un otro que nos preocupa igual o más que nosotros mismos, por cuyo bienestar nos hacemos responsables e, incluso, por quien no nos importa hacer sacrificios, ya que el solo hecho de verlo feliz nos compensa. 
Amor y Psique


El amor se da en función de otro, pero no como alguien separado, sino como otro con el que se hace pareja, con quien existe una unión que nutre y hace crecer a la pareja y al individuo. Ambas personas ofrecen, se impulsan, se ayudan avanzar y crean juntos. Una relación así se consigue si cada uno es capaz de aportar lo que le corresponde, si puede entender cuál es su función y su lugar, si cede y es capaz de recibir lo que el otro da, sabiendo que todo se hace para el bienestar y crecimiento común, así como de la pareja y de la familia. Para ello, es necesario renunciar al deseo de tener la razón, el poder o el control del otro. Es preciso ser humildes y modestos; poder ser feliz realmente a través de dar a otro. Por eso el amor es tan complejo, nos asusta, sentimos que nos deja vulnerables, pues exige hacer a un lado el orgullo y la arrogancia.
Pero en ocasiones ( y en muchas ocasiones) cuando creemos hacer algo por amor, tal vez lo que nos impulse sea una mezcla de sentimientos más primitivos o infantiles (enojo, posesividad, celos, rivalidad, envidia, miedo). Incluso, podemos llegar a dudar si somos capaces de llevar a cabo una tarea tan compleja como es amar. Sin embargo, también es cierto que siempre oscilaremos entre el amor y muchas otras emociones, no hay sentimientos puros y completamente definidos. 


Lupa capitolina y Rómulo y Remo

Para el psicoanálisis el amor es del orden del deseo: no una pasión imaginaria donde el sujeto tiende, sin conseguirlo, a completarse sino un don activo. Cada vez que vuelvo a caer en la ilusión de completud tengo inhibiciones para trabajar, para amar, para crear. El sujeto, cuando acepta que no puede poseer al otro acepta su carencia y se transforma en sujeto deseante en continua transformación. El amor surge, por lo tanto, ahí donde un amado se transforma en amante, es decir un deseable en deseante. Eros tiende a la unión pero sin principio de muerte (Thanatos) moriríamos todos ahogados en su abrazo. Es decir que para que se pueda forjar en mí la dimensión del amor tendré que haber aceptado el límite que la muerte impone a mi existencia material. Cuando acepto ser mortal, alcanzo un grado más de humanización que me permite transformar la realidad.

Cuando uno de nosotros está capacitado para crear (amar). Crear es la expresión más alta del amor: dar lo que no se tiene a quien ni siquiera conozco. En Psicología de las masas Freud escribe que en el desarrollo de la  Humanidad, como en el individuo, es el amor que ha revelado ser el principal factor de civilización, y aún quizá el único. El amor nace de un trabajo en común. En efecto, no hay amor sin un trabajo: el trabajo de producir sin descanso el amor, el trabajo de transformarse en humano. Y lo que nos hace humanos es encontrarnos con el lenguaje, sumergirnos en el mundo del deseo.
Tánatos

Ya vimos que el niño al nacer no tiene conciencia de la realidad que le rodea o de sí mismo. Tan sólo siente la estimulación del calor de la madre y el alimento, la satisfacción y seguridad que la madre le produce; lo exterior es real en función de sus necesidades. Cuando crece aprende a percibir las cosas, aprendiendo a manejar las cosas y a la gente. Siente el amor incondicional materno. Los niños entre los ocho y medio a los diez años ya pueden amar y no sólo responder con gratitud y alegría al amor que reciben. El niño pasa de su egocentrismo a valorar las necesidades de los demás, donde dar o amar es más satisfactorio que recibir, sintiendo una nueva sensación de unión. Fromm lo reduce a lo siguiente "El amor infantil sigue el principio: ‘Amo porque me aman’. El amor maduro obedece al principio: ‘Me aman porque amo’. El amor inmaduro dice: ‘Te amo porque te necesito’. El amor maduro dice: ‘Te necesito porque te amo’. La base de la salud mental y el logro de la madurez son fruto del éxito de la relación madre-niño y padre-niño. La neurosis es fruto del fracaso o ciertos desajustes en esta relación. 


El amor no es una relación con una persona específica, es una actitud, una orientación del carácter que determina el tipo de relación de una persona con el mundo como totalidad, no como un « objeto » amoroso. Si una persona ama solo a otra persona es indiferente al resto de sus semejantes, su amor no es amor, sino una relación simbiótica, o un egotismo ampliado.


Tánatos


El amor fraternal es el amor a todos los seres humanos; se caracteriza por su falta de exclusividad. Si he desarrollado la capacidad de amar, no puedo dejar de amar a mis hermanos. En el amor fraternal se basa en la experiencia de que todos somos uno. Las diferencias en talento, inteligencia, conocimiento, son despreciables en comparación con la identidad humana común a todos los hombres.

El amor es amor entre iguales: pero, sin duda, aun como iguales no somos siempre «iguales»; en la medida en que somos humanos, todos necesitamos ayuda.


En el amor erótico hay una exclusividad que falta en el amor fraterno y en el amor materno.  Ese carácter exclusivo requiere un análisis más amplio. La exclusividad del amor erótico suele interpretarse erróneamente como una relación posesiva. Es frecuente encontrar dos personas «enamoradas» la una a la otra que no siente amor por nadie más. Su amor es, en realidad, un egotismo.

Se supone que en la medida en que me amo a mí mismo, no amo a los demás, que amor a sí mismo es lo mismo que egoísmo. Freud identifica el amor a sí mismo con narcisismo, es decir, la vuelta de la libido hacia el propio ser. El narcisismo constituye la primera etapa del desarrollo humano, y la persona que en la vida adulta regresa a su etapa narcisista, es incapaz de amar; en los casos extremos, es insano.

Eros
Así pues, para amar a otros necesitamos haber sido criados por personas que tengan capacidad de amar y respetar, que nos hayan mirado como a seres independientes de sí mismos y merecedores de amor en sí mismos sin ser depositarios de frustraciones y miserias arrastradas de una crianza deficitaria previa.
Necesitamos abandonar el narcisismo primario del que partimos todos para sobrevivir a la primera infancia y ser capaces de reconocer a los demás como a objetos y sujetos de amor independientes de nosotros mismos, más allá del amor infantil del "te amo porque me amas" y superar las tentaciones del pseudoamor del "te amo porque te necesito".
Visto así, ¿quién, honestamente, puede decir que tiene una capacidad de amar madura, libre de dependencias y de miedos?
"EL arte de amar" de Erich Fromm debería ser una lectura universal y la educación emocional, obligatoria. Como seres humanos podemos pasar sin saber hacer raíces cuadradas, pero sin saber relacionarnos y vincularnos de una manera sana con nuestros semejantes, no.


http://www.centroeleia.edu.mx/blog/algunas-ideas-del-amor-desde-el-psicoanalisis/ http://www.colpsicoanalisis-madrid.com/el-amor-en-la-quiebra-de-los-vinculos-sociales/Carmen Gallano
http://psicologiadeamor.blogspot.com.es/2011/11/el-amor-segun-freud.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario