lunes, 22 de marzo de 2021

Carta a Baco

Hoy hace 2 meses de tu muerte.

Intento no pensar en tu final, en tu larga y penosa enfermedad y en tu accidentada eutanasia. Intento recordarte como fuiste durante estos 12 años. Un gato único y especial, un ser extraordinario que tuve la gran suerte de tener a mi lado este corto periodo de tiempo. Corto, muy corto, porque después de conocerte ya la vida no será igual. 

Intento no pensar en si las decisiones que tomé fueron acertadas o no, en si te prolongué el sufrimiento inútilmente. Siempre hice lo que creía de verdad que era mejor para tí. Las veterinarias me decían que había una esperanza y nos aferramos a ella. Me decían que no estabas para dejarte ir. Yo no podía decidir tu muerte mientras quedara una esperanza, mientras tus enormes ojos color ámbar brillaban como dos faros en la larga travesía triste y nublada que surcamos juntos. Tus ojazos rebosaban vida y voluntad, aunque ya no eras el mismo. Sé que sufrías, que la enfermedad te devoraba, pero pensábamos que podías al menos ganar este asalto a la muerte y ganar unos meses de volver a ser tú mismo, ese ser lleno de vida, de amor y de voluntad de hacerse notar y que amaba comer y ser acariciado.

Pero nos equivocamos, Baco. Nos equivocamos, y tú no pudiste más. De repente, dentro del prudente optimismo que habíamos conquistado tras 4 semanas de sonda y varias dosis de clorambucilo, tu cuerpo llegó al límite. Derrame pleural, anemia galopante, el linfoma te estaba consumiendo. Me dijeron que ya había llegado el momento, que no era justo hacerte esperar más y que tenías que tener una muerte digna para liberarte de ese cuerpo antes magnífico y que ahora se había convertido en alimento para el cáncer.

Y no puede estar contigo porque hay una pandemia que nos afecta a los humanos y yo me había contagiado. No podía estar a tu lado mientras te marchabas, ni abrazar tus restos mientras se enfriaban ya inertes. Me permitieron tenerte en mis brazos mientras cerrabas los ojos por última vez, en la calle, y te entregué sedado a tu fiel veterinaria para que te liberase del dolor para siempre. No te volví a ver. Vi tus cenizas y las vuelvo a mirar pero no entiendo que sólo quede eso de tí.

Que tus ojos color ámbar, tu cuerpo glorioso, tus manos tiernas, tus garras firmes, tus orejotas llenas de cera, tus bigotes imponentes sólo sean ceniza, es una burla al destino. Ya no estás. Tu ausencia pesa más que el recuerdo de su presencia amorosa y arrolladora. El silencio que se ha hecho al callar tú es demoledor. Tú lo llenabas todo, tú eras enorme.

Tú, Baco, siempre estarás conmigo, pero me falta sentirte a mi lado. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario