miércoles, 15 de abril de 2020

Orfeo y el orfismo

    El orfismo es una antropogenia, una cosmogonía, una religión y un modo de vida. Es un movimiento de protesta religiosa contra el orden establecido, un cuestionamiento de la religión del Olimpo. Es un movimiento de poca amplitud pero probado históricamente. En la historia del pensamiento es una ruptura fundamental que inaugura la idea misma de sujeto que se piensa como único, capaz de pensar la humanidad en su conjunto y de conceptualizar lo Uno y lo Todo […]. En el pensamiento antiguo los dioses y los hombres eran distintos, en el orfismo el hombre está constituido de lo divino; antes, el vivo y el muerto estaban en continuidad, ahora están radicalmente separados. El órfico piensa: estoy constituido de divino y de titánico: soy único y soy como toda la humanidad; soy responsable de mí mismo y de toda la humanidad presente y por venir. […] con el orfismo, el hombre se piensa como dividido, división de lo puro y de lo impuro, del alma y del cuerpo. La división ya no es entre los hombres, los buenos y los malos, los amigos y los enemigos, sino dentro de cada cual constitucionalmente. Plantear la división adentro permite pensar la reunión con el exterior: la civilización, la capacidad para pensar la humanidad como un todo.
      Suzanne Delorme

Orfeo es un personaje de la mitología griega. Según una creencia bastante difundida, sería hijo de Apolo y de una de sus musas, Calíope. Según los relatos, cuando tocaba su lira, las fieras se calmaban, y los hombres se reunían para oírlo y hacer descansar sus almas. Así enamoró a la bella Eurídice y logró dormir al terrible Cerbero cuando bajó al inframundo a intentar resucitarla. Orfeo era de origen tracio; en su honor se desarrollaron los Misterios órficos, rituales musicales bastante comunes en la Antigua Grecia, de los cuales no hay mucha información, o sus fuentes no son conocidas.
Desde el siglo vi a. C. en adelante fue considerado como uno de los principales poetas y músicos de la Antigüedad, el inventor de la cítara y quien añadió dos cuerdas a la lira: antes, la lira tenía siete cuerdas; la lira de Orfeo, nueve, en honor a las nueve musas.​ Con su música, Orfeo era capaz no solo de calmar a las bestias salvajes, sino incluso de mover árboles y rocas y detener el curso de los ríos. Como músico célebre, fue con los Argonautas en busca del vellocino de oro. Se le supone como uno de los pioneros de la civilización, habiendo enseñado a la humanidad las artes de la medicina, la escritura y la agricultura. En su aspecto más conectado con la vida religiosa, fue augur y profeta. Practicó las artes de la magia, en especial la astrología. Fundó o hizo accesibles muchos cultos importantes, como los de Apolo y Dioniso; instituyó ritos místicos, tanto públicos como privados; prescribió rituales iniciatorios y de purificación. Se dice que visitó Egipto y que allí se familiarizó con los escritos de Moisés, y con la doctrina de una vida futura. Orfeo aprendió la música de Apolo, quien le entregó su propia lira (fabricada por Hermes con el caparazón de una tortuga), como un presente de amor.
La historia más conocida sobre Orfeo es la que se refiere a su esposa Eurídice. Relata el mito que Eurídice paseaba tranquilamente por un prado de Tracia. Allí la ve Arsisteo, quien fascinado inmediatamente por ella, la persigue para hacerla suya. Ella escapa con miedo y en su huida es mordida por una serpiente e inmediatamente muere y desciende a los infiernosConsternado, Orfeo tocó canciones tan tristes y cantó tan lastimeramente que todas las ninfas y todos los dioses lloraron y le aconsejaron que descendiera al inframundo (catábasis) en busca de su amada. Durante el camino en las profundidades del inframundo, Orfeo tuvo que sortear muchos peligros; empleando su música, hizo detenerse los tormentos del inframundo (por primera y única vez), y, llegado el momento, ablandó los corazones de Hades y Perséfone, que permitieron a Eurídice que volviera con Orfeo al mundo de los vivos, pero con la condición de que él caminase delante de ella y no mirase atrás hasta que hubieran alcanzado el mundo superior y los rayos de sol bañasen a la mujer.
En el momento en que estaban a punto de abandonar las oscuras profundidades, Orfeo tuvo dudas. Así, empezó a pensar en la posibilidad de que Perséfone lo hubiera engañado y que Eurídice no viniera tras él, por lo que no pudo soportar la tentación  y se volvió para mirarla y corroborar que ella venía con él, por lo que ella desapareció para siempre.

Sobre la muerte de Orfeo hay gran número de mitos diferentes. El más extendido es que murió a manos de las mujeres Tracias que lo castigaron por su fidelidad a la memoria de Eurídice.  Otra explicación sobre su muerte se refiere a una maldición de Afrodita en venganza a Calíope. Una tradición completamente diferente es que murió abatido por un rayo de Zeus al haberlo irritado Orfeo por la revelación de los misterios que hacía a sus iniciados. Su lira fue ascendida al cielo dónde se convirtió en constelación y su alma pasó a los Campos Elíseos, dónde continúa cantando para los bienaventurados.
Como a otras figuras humanas legendarias, se ha atribuido a Orfeo un gran número de poemas religiosos griegos en hexámetro. De la vasta literatura solo sobreviven dos ejemplos completos: un conjunto de himnos compuestos en algún momento del siglo iii o del siglo ii a. C. y una Argonáutica órfica compuesta entre los siglos vi y iv a. C.. La literatura órfica temprana que puede datar del siglo vi a. C. sobrevive solo en fragmentos de papiro y en citas de autores posteriores.
Además de servir de almacén de datos mitológicos, la poesía órfica ha sido recitada en ritos mistéricos y rituales de purificación. Platón, en particular, habla sobre una clase de sacerdotes mendicantes que ofrecían a los ricos, mediante sacrificios y encantamientos, purificaciones de crímenes que hubieran podido cometer ellos o sus antepasados. Añade que estas prácticas, llamadas «iniciaciones a los misterios» se apoyaban en libros de Orfeo y Museo.​ Aquellos que eran especialmente devotos de estos rituales y poemas frecuentemente practicaban el vegetarianismo y la abstinencia sexual, y evitaban comer huevos. Esta costumbre llegó a ser conocida como «vida órfica» (Orphikos bios).
Lo que nos ha llegado del sistema de creencias órficas fragmentarias y de etapa tardía, en pleno helenismo. Si bien sus enseñanzas calaron hondo en la sociedad y cultura griega. Platón parece que fue un iniciado en sus misterios y que basó su filosofía en ellos. Los diálogos del el Fedro o el Banquete son un claro ejemplo.

El credo órfico propone una innovadora interpretación del ser humano, como compuesto de un cuerpo y un alma, un alma indestructible que sobrevive y recibe premios o castigos más allá de la muerte. Un precedente puede encontrarse en Homero, pero en él era el cuerpo el verdadero yo del hombre, mientras que para los órficos es el alma lo esencial, lo que el iniciado debe cuidar siempre y esforzarse en mantener pura para su salvación. El cuerpo es un mero vestido, un habitáculo temporal, una prisión o incluso una tumba para el alma, que en la muerte se desprende de esa envoltura terrenal y va al más allá a recibir sus premios o sus castigos, que pueden incluir algunas reencarnaciones o metempsicosis en otros cuerpos (y no sólo humanos), hasta lograr su purificación definitiva y reintegrarse en el ámbito divino.
Para expresar su credo, los órficos recurren a una mitología de temas muy definidos: de un lado, a una teogonía (distinta de la hesiódica) y, de otro, a una teoría soteriológica, de larga influencia posterior sobre el destino del alma.

Especial relieve tiene un mito dionisíaco que, en la interpretación órfica, explica el carácter patético de la vida humana, en una condena en que el alma debe purgar un crimen titánico. Según este mito, los antiguos Titanes, bestiales y soberbios, mataron al pequeño Dioniso, hijo de Zeus y Perséfone, atrayendo al niño con brillantes juguetes a una trampa. Lo mataron, lo descuartizaron, lo cocieron y lo devoraron. Zeus los castigó fulminándolos con su rayo (sólo el corazón del dios quedó a salvo, y de él resucitó entero de nuevo el hijo de Zeus). De la mezcla de las cenizas de los abrasados Titanes y la tierra surgieron luego los seres humanos, que albergan en su interior un componente titánico y otro dionísiaco. Nacen, pues, cargados con algo de la antigua culpa, y deben purificarse en ella en esta vida, evitando derramar sangre de hombres y animales, de modo que, al final de la existencia, el alma, liberada del cuerpo, casi tumba y cárcel, pueda reintegrarse al mundo divino del que procede.
El proceso de purificación puede ser largo y realizarse en varias transmigraciones del alma o metempsicosis. De ahí el precepto de no derramar sangre humana ni animal, ya que también en formas animales puede latir un alma humana (e incluso la de un pariente). Al iniciarse en los misterios, el hombre adquiere una guía de salvación, y por eso en el Más Allá los iniciados cuentan con una contraseña que los identifica, y saben que deben presentarse ante los dioses de ultratumba con un saludo amistoso, como indican las laminillas órficas que se entierran con ellos. Las laminillas áureas apuntan instrucciones para realizar bien la catábasis y entrar en el Hades (no beber en la fuente del Olvido, sí en la de la Memoria, proclamar 'también yo soy un ser inmortal', etc.).

La teogonía órfica recoge ecos de teogonías orientales y concede un papel esencial a divinidades marginadas del repertorio hesiódico, como Nix, el Tiempo y Fanes, y habla del Huevo Cósmico primordial, o del Reinado de Dioniso. Esta mitología está expuesta en textos de muy diversas épocas, y se compone de fragmentos muy distintos, empezando por breves restos de muy antiguos poemas y concluyendo con las glosas de época tardía donde se mezclan ecos filosóficos variados. Hubo una tradición de textos antiguos en verso y comentaristas en prosa, al margen de símbolos y contraseñas. Los órficos fueron muy aficionados a escritos y libros de nivel diverso, unos más de proselitismo popular y otros más refinados. Al final, confluyen con algunos textos de magia.


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