martes, 7 de abril de 2020

La mística de la feminidad

(la esposa de los barrios residenciales de EEUU era la ) "imagen soñada y envidia, según se decía, de las mujeres de todo el mundo… Estaba sana, hermosa, tenía estudios y solo tenía que preocuparse por su marido, sus hijos y su hogar. Había encontrado la auténtica realización femenina… tenía todo aquello con lo que una mujer siempre soñó.” Betty Friedan



La mística de la feminidad es el nombre de un libro clave del feminismo escrito por la teórica y activista feminista Betty Friedan y publicado en Estados Unidos en 1963. En la introducción, trata “el malestar que no tiene nombre”, que según las investigaciones que realizó ella misma, aquejaba a las mujeres estadounidenses de clase media y que la autora identifica con "la mística de la feminidad".



“Las mujeres que aparentemente valoraban más su educación, que se mostraban más alegres y positivas con respecto a su vida, eran las que no encajaban exactamente en el ‘rol de las mujeres’, en el sentido en que se definía entonces –esposa, madre, ama de casa, entregada a su marido, a sus hijos, al hogar–. Las que manifestaban dedicarse únicamente a ello estaban deprimidas o totalmente frustradas. Tal vez el problema que impedía que las mujeres estadounidenses ‘se adaptaran a su rol como mujeres’ no fuera la educación, sino aquella obtusa definición del ‘rol’ de las mujeres. El ‘problema femenino’, como se le llamaba entonces. Las mujeres acudían al médico aquejadas de enfermedades extrañas, sin diagnóstico; y los facultativos no daban con el motivo o el remedio de su ‘síndrome de fatiga crónica’” .(Nuria Varela)

Este libro fue el punto de arranque del feminismo de los años 70. Friedan describe el período de los años 50 en el que el modelo educativo, difundido después de la Segunda Guerra Mundial, se dirigía a que las mujeres decidieran elegir la opción de regresar al hogar, después de haber conquistado el derecho al voto y a la educación y de haber accedido a un empleo. 



La expresión mística de la feminidad, se emplea para describir un conglomerado de discursos y presupuestos tradicionales acerca de la feminidad que obstaculiza el compromiso intelectual y la participación activa de las mujeres en su sociedad. ​Sin independencia económica, el modo de vida del ama de casa en ese nuevo hogar tecnificado produce soledad, depresión y otros cuadros médicos calificados como "típicamente femeninos" como ansiedad, alcoholismo, desmedido deseo sexual, neurosis o incluso suicidio.​ Friedan analiza el sistema económico en el que se vende a las mujeres una identidad acorde con la unidad familiar de consumo en que se ha transformado la familia.
Analizó la situación de sometimiento y dominio sobre las mujeres estadounidenses de la postguerra desde el aspecto psicológico-social de la identidad femenina, apareciendo definidas y narradas únicamente como amas de casa, esposas y madres y presuponiéndolas desinteresadas en lo que ocurría fuera del hogar.​ A pesar de lo que psicólogos, expertos y publicistas aseguraban, la vida de las amas de casa de clase media estadounidense no se parecía en nada a la existencia satisfactoria que mostraban los anuncios de electrodomésticos, maquillaje o detergentes.​ 



En contra de la posición de otro grupo de psicólogos que también trabajaron el tema, consideraba que el problema no era sexual aunque pudiera generar patologías de ese tipo sino que estaba relacionado con el desarrollo de la identidad personal de propio yo. Por otro lado a través de estudios de campo descartó que estuviera vinculado a la clase social de las mujeres o a la formación y consideró que era un problema común a todas las mujeres estadounidenses y, en esa medida, su solución exigía una reacción de todas y cada una de ellas.​

Friedan recupera para los años 60 la reivindicación de que se reconozca a las mujeres el estatuto de "seres humanos" dotadas de razón. También postula que la identidad de las mujeres no puede definirse sólo por sus funciones biológicas (reproducción y crianza) señalando que la cultura es un valor fundamental en la formación de su yo.​


Betty Draper

En la serie "Mad men" podemos ver la encarnación del ama de casa con "ese problema que no tiene nombre" en el personaje de Betty Draper, la esposa de Don, el protagonista, un hombre exitoso en los negocios, mujeriego y profundamente egocéntrico perdido en la búsqueda de su propia identidad y que considera a Betty y a sus hijos como un accesorio más en su vida.
Betty es la esposa perfecta: guapa, una auténtica Grace Kelly, joven, delgada, con hijos y un marido con alto estatus económico. Sin embargo tiene síntomas extraños de tipo psicosomático, está triste, bebe y fuma muchísimo, en resumen no es feliz. Su marido la ningunea, ella misma sólo se valora en tanto a su físico, tal y como su madre recién fallecida le enseñó a hacer, y hasta transmite eso a su hija, una niña a la que llama gorda sin ningún disimulo y con repugnancia. 
Ella misma no sabe de dónde viene su malestar, sus reacciones extrañas, su alcoholismo. Betty es la imagen de la fallida mística de la feminidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario