martes, 4 de agosto de 2020

Sonríe, aunque la vida te vaya en ello

La sonrisa es uno de los reflejos simples más valorados en la sociedad contemporánea. Aquellos que sonríen con frecuencia son considerados más amigables, competentes, sociables e incluso más atractivos. Sonreír nos acerca al resto de personas (y al resto de los mamíferos). Evidentemente, estamos hablando de sonrisas genuinas, no las artificiales que se saben que no son sinceras y que también percibimos. 


Sonreímos a menudo para expresar disfrute y satisfacción y eso no depende de la cultura a la que pertenezcamos. De los 19 tipos de sonrisas -reflejados en un estudio de la Universidad de San Francisco, en California, Estados Unidos- sólo 6 ocurren cuando estamos pasando un buen momento. El resto se produce cuando sentimos dolor, vergüenza, incomodidad, horror o cuando estamos tristes. Lo que se conoce como una sonrisa "sentida" o "Duchenne" y está asociada con sentimientos genuinos de placer y felicidad. 

Mientras que las sonrisas genuinas existen como una recompensa en momentos en que hemos hecho algo bueno para nuestra supervivencia, las que no están vinculadas con el bienestar tienen menos que ver con cómo nos sentimos y más con lo que le queremos mostrar a los demás. Muchas son un gesto amable para demostrar que estamos siguiendo las reglas, pero también pueden ser una forma efectiva de manipular a los demás o distraerlos de nuestros verdaderos sentimientos. Con mucha frecuencia, este símbolo universal de la felicidad se usa como una máscara.


De hecho, en el ámbito de la Psicología existe lo que se conoce como “depresión sonriente”. Esta persona brinda una apariencia de normalidad e incluso de felicidad, porque vive los síntomas de la depresión en su interior. En sentido general, la sonrisa equivale a un mecanismo de defensa, es una máscara que sirve para ocultar un estado. Un estudio particularmente interesante realizado en la Universidad Estatal de Michigan ha analizado el impacto de una sonrisa falsa en nuestro estado de ánimo.

Desde muy pequeña me han intentado inculcar que debía sonreír siempre, me sintiera como me sintiera. Mi abuela me decía cada vez que veía mi semblante serio "sonríe, la vida es bella". Y no dudo de que lo hiciera con buenas intenciones. Pero como ya hemos visto, una sonrisa forzada es una máscara que no sólo no produce bienestar sino que puede inducir estados de ánimo negativos como tristeza, irritabilidad y ansiedad.

Estamos en una sociedad en la que se valora la apariencia por encima de todo y por eso en incontables ocasiones la sonrisa es esa máscara de la que hemos hablado, ya para ocultar sentimientos dolorosos o simplemente para encajar y agradar. Sin olvidar los mandatos de género, que imponen que las mujeres debemos estar siempre sonrientes y complacientes. ¡Cuántas veces de niña y adolescente gente ajena, sobre todo viejos verdes, me gritaban por la calle sin conocerme de nada: "sonríe, que estás más guapa" o "¿y esa carita tan seria por qué?"!

La sonrisa es un código social que tenemos muy interiorizado, hasta el punto de que hay auténticos expertos en la sonrisa falsa, esa que a mí personalmente (y según los estudios a la mayoría de humanos mínimamente empáticos) me produce un rechazo y una repugnancia enormes. Por hipócrita, por falsa, por mentirosa, por impuesta. Porque no me fío del que siempre sonríe sin mostrar ninguna emoción.


No tengo nada en contra de la sonrisa genuina, de hecho me encantaría poder sonreír más, pero por lo que sea, no puedo. Y muchas otras personas tampoco. Y eso resulta desagradable, la falta de sonrisa resulta incómoda, porque es como quitarse esa máscara de lo socialmente aceptable y de la positividad tóxica. No nos gustan las emociones verdaderas, nos gustan las máscaras porque nos dan seguridad. No estamos preparados para afrontar las emociones negativas, ni en nosotros mismos ni en los demás. 
Hay que gritar a los cuatro vientos "sonríe, la vida es bella", "todo va a salir bien", "no te preocupes, no es para tanto" y seguir huyendo hacia delante hasta morir con la sonrisa puesta. 
Porque más vale morir con la máscara puesta que vivir sin sonreír.




https://lamenteesmaravillosa.com/poder-una-sonrisa/

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