martes, 18 de septiembre de 2018

Los debates en redes sociales: más proyección

No me gustan los debates en las redes sociales, y menos aún cuando se trata de ideologías.
Incluyo en las redes sociales todos los medios digitales, especialmente el whatsapp.
Esto es así porque, como ya hemos visto en posts anteriores, en la comunicación escrita y no-cara-a-cara que se da en estos medios existe una gran pérdida de información sobre el otro, su estado emocional, sobre lo no verbal, sobre sus circunstancias e incluso sobre la identidad real de la otra persona.

El medio escrito limita mucho la comunicación, y la inmediatez y el anonimato propios de las redes hacen que se conteste de forma impulsiva y poco meditada a un ente al que realmente no se trata como a una persona. Intentar debatir con un perfil de facebook es absurdo, porque esa otra persona que nos escribe también nos ve como un perfil sobre el que se realiza una proyección masiva de prejuicios, emociones, filias y fobias, y la mayor parte de las veces de forma inconsciente.

Sólo hay que pararse a leer los comentarios de los diarios digitales o de cualquier página que difunda una ideología ( política, feminismo, veganismo, etc...). Los trolls abundan, incluso los que no creen o pretenden ser trolls se comportan como tales desde el momento en que dicen cosas que no le dirían a un conocido en la cara. El nivel de agresión verbal es tremendo, porque se proyectan miedos y angustias propias sobre avatares de entes desconocidos que actúan como pantalla de los miedos y angustias propios, o incluso com espejo.

Para mí, la proyección es ubicua y masiva hasta niveles patológicos en las redes sociales, convirtiéndonos en esos seres primarios y narcisistas que vomitan odio y resentimiento como si de niños de parvulario en el patio del colegio fuésemos. Qué fácil es soltar insultos, ironías, memes ridículos y agredir en general a alguien a quien podemos bloquear en el instante y que no va a venir a pedirnos explicaciones cara a cara, con la implicación emocional que eso conllevaría. No creo que haya mucha gente capaz de soltar semejantes sartas de insultos con tales niveles de agresividad en la vida real, y menos mal, porque la vida sería insoportable. Sencillamente porque cuando tenemos a otra persona frente a nosotros nos volvemos más humanos, más empáticos, somos conscientes de que esa persona no es un ente difuso, sino alguien diferenciado de nuestro yo y las proyecciones no se vuelven tan masivas y casi psicóticas y autorreferenciales.



Porque la autorreferencialidad y las suspicacias también se multiplican en las redes. Cualquier comentario que critique algo que nos concierna, en lo que creemos o una conducta que hayamos tenido, inmediatamente nos hace sentir interpelados de forma directa como si hubiera sido escrito por y para nosotros, generando inseguridad, ira y verguenza masivas que nos vuelven agresivos y objetos de odio dirigido hacia quien nos ha descubierto. Sí, porque quien se siente amenazado por un meme o un comentario especialmente certeros se siente desenmascarado en su miseria (o lo que inconscientemente considera una miseria y censura en sí mismo) y los mecanismos de proyección se disparan. Tú has dicho que los catalanes que votan al PSOE son fachas, y yo soy catalán y voto al PSOE, ergo me has llamado facha a MÍ. Y me ha dolido y me he sentido agredido porque algo muy en el fondo de mí teme o sospecha que realmente sea un facha por votar al PSOE y ser catalán. La respuesta lógicamente tenderá al odio, al instinto de conservación del yo, a agredir a quien me agrede y me hace sentir en evidencia conmigo mismo. Y según el grado de autoconciencia y de instrospección del  presunto agredido, la respuesta será más o menos encarnizada, más o menos insultante, más o menos difundida para hacer saber a sus conocidos que no es un facha y el agresor sí.

¿Os suena de algo este tipo reacción? A mí sí, me ha pasado, he estado en ambos lados y me lo reconozco.
Por eso evito ese campo abonado de proyecciones y de mecanismos primarios que es el debate en redes sociales, por mí y por no hacer el ridículo, y por protegerme de las proyecciones de los demás, que no son a veces muy dañinas.
Así pues, quien quiera debatir conmigo, podrá hacerlo en persona, con calma y desde la reflexión y el conocimiento de sus mecanismos de proyección y sus fantasmas interiores.


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