miércoles, 8 de enero de 2020

La enfermedad de Simba

En 3 meses un tumor cerebral se lo ha llevado.

Un buen día de primeros de octubre se le cerró el ojo derecho y en un principio no me preocupó demasiado, pues podía ser simplemente un rasguño tras una pelea con alguno de los otros gatos.
Esperé unos 2 días y ya vi que había algo que no me encajaba: tenía el tercer párpado tapando el ojo, así que decidí pedir cita con la veterinaria.

Empezamos el periplo de pruebas diagnósticas, puesto que lo que tenía era un síndrome de Horner, que no es más que un conjunto de síntomas en el ojo que pueden tener múltiples causas de diferente naturaleza (infecciosa, tumoral, neurológica, etc...). Lo importante era buscar la causa del Horner, aunque éramos optimistas porque un alto porcentaje de casos en gatos es de causa idiopática, es decir, que aparece y desaparece sin más a las 8-10 semanas. En principio no había motivos para preocuparse en exceso. Simba tenía el ojo con miosis (pupila contraída con poca reacción a la luz), ptosis (párpado superior bajado), enoftalmos (ojo hundido) y el tercer párpado prominente. Lo vio un oftalmólogo veterinario, confirmó el diagnóstico y recomendó analíticas y radiografías de cabeza para descartar patologías de tipo otorrinolaringológico que también son causa frecuente del Horner (otitis media, pólipos nasofaríngeos, etc...).

Gato con síndrome de Horner


Las pruebas salieron bien, por lo que aún éramos optimistas. Se le puso tratamiento para una posible otitis media que es muy difícil de diagnosticar en gatos y se decidió observar y esperar a ver si mejoraba pasadas las 8 semanas del posible Horner idiopático.

En general durante los 2 primeros meses se mantuvo estable, con su ojito cerrado y sin cambios. No tenía otitis y no se le iban los síntomas, así que ya a principios de noviembre se planteó hacer un TAC para ver cuál era la causa y tratarla.
Con mucha dificultad le hice el TAC, ya que es muy caro y no se puede pagar a plazos. Tuve que pedir ayuda porque por desgracia para Simba yo no estoy sobrada de dinero y ya la consulta con el oftalmólogo, la analítica y las radiografías habían supuesto una suma de dinero muy grande para mí. Me sentí muy mal por tener estas limitaciones económicas, quería lo mejor para Simba y quedarme tranquila de que estaba haciendo todo por él, pero por desgracia en la medicina veterinaria las limitaciones económicas determinan mucho todo el proceso diagnóstico y el tratamiento.

Por fin se le pudo hacer el TAC (gracias a todas y a Mary), que era bajo sedación, y la espera de los resultados fue difícil, porque yo ya empezaba a ver que la causa no era benigna. Él sin embargo seguía haciendo vida normal, algo más apagado tal vez que lo habitual, pero comía, se acicalaba, se relacionaba con los otros gatos y pasaba todos los días su ratito bebiendo/remoloneando en la fuente, cosa que le encantaba.

TAC en gato


Al fin tras varios días de espera llegaron los resultados del TAC, que fueron desconcertantes. Se veía una lesión en el lóbulo frontal derecho del cerebro, pero no quedaba claro que fuera de causa tumoral o vascular, por lo que en el informe radiológico se recomendaba realizar una resonancia magnética. Me sentí pesimista e impotente, porque no era posible de ninguna manera realizar una prueba tan cara (unos 800-900 euros), pero debo decir que mis veterinarias fueron muy sinceras y honestas a lo largo de todo el proceso y me dijeron que no veían necesario insistir en hacer la prueba ya que muy probablemente al ser un tumor cerebral casi no había opciones de tratamiento curativas (la cirugía no era viable por la localización y ni la radioterapia ni la quimioterapia funcionan) aunque sí paliativas.

Simba con 3-4 años


Ahora me encontraba con que Simba, que "sólo" tenía un ojito cerrado, tenía un probable tumor cerebral de mal pronóstico, pero no había certeza, así que estuve dando vueltas a qué más podía hacer por él. La incertidumbre es terrible. Se me ocurrió consultar a través de internet con una especialista en Neurología Veterinaria en Barcelona que sorprendentemente se ofreció muy amablemente a consultar el caso con mis veterinarias. Y así fue, las puse en contacto y la neuróloga confirmó que la imagen del TAC y los síntomas concordaban con un tumor cerebral y que iba a cambiar el curso de la enfermedad.


Poco a poco la situación se fue precipitando. Por esa época, a finales de noviembre, en sus revisiones semanales se le empezó a detectar pérdida de sensibilidad y de reflejos en la mitad derecha de la cara y se le puso tratamiento paliativo para intentar controlar las consecuencias del crecimiento del tumor. Pasé a tener que medicarlo cada 12h con un jarabe y una pastilla (cualquiera que haya tenido un gato sabe lo difícil que es darles una pastilla). Me resultaba estresante tener que forzarlo a tragar y pillarlo a traición para medicarlo en contra de su voluntad, pero es lo que había que hacer y lo hice.

Fueron pasando los días y aunque lo que tenía Simba era malo yo creía que aún nos daría unos meses de tregua y de estar juntos. A veces con cierto sentimiento de culpa pensaba "¿y si va más rápido y lo pierdo?", pero intentaba alejar esos pensamientos de mi mente. Lo veía bien, me había acostumbrado a su ojo cerrado, a darle sus pastillas y a vigilar que comía lo suficiente para no perder peso. Tenía aún la esperanza de que de alguna manera se pudiera poner bien y todo hubiera sido un "error".

Pero no, los síntomas iban avanzando, más rápido de lo que yo he podido ir asimilando. Empezó a perder fuerza en la boca y a tener dificultades para tragar, de forma progresiva iba perdiendo peso aunque yo le intentara ofrecer comida húmeda, hasta que me di cuenta el último fin de semana del año de que apenas podía comer. Ese lunes 30 de diciembre fui a la clínica veterinaria y tuve que tomar la difícil decisión de ponerle una sonda de esofagostomía para alimentarlo. Las opciones eran que muriese de inanición o intentar alimentación forzada con jeringa arriesgándome a que pudiera atragantarse o hacer una neumonía por aspiración. En ese momento pensé que aún no estaba para dejarlo ir, que tenía hambre, que aún se acicalaba y que buscaba sitios calentitos para descansar junto a mí, así que se le puso la sonda.
Sonda de esofagostomía

Los primeros días fueron bien. La sonda no es nada traumática ni para él ni para mí: no le duele, no le molesta, los cuidados son sencillos y él estaba con el estómago lleno.
Pero sin embargo iba decayendo, cada vez estaba más apagado, dejó de acicalarse, su maullido se volvió ronco, y tuvo una especie de crisis en la que empezó a lamerse de forma compulsiva y desesperada las patas. Verlo así me producía mucha tristeza, ya no era él, hacía cosas raras, y por lo que me dijeron las veterinarias lo que quedaba ya era todo sufrimiento (crisis convulsivas, parada respiratoria..). Encima venía un fin de semana y un festivo. No había margen para esperar mucho porque seguramente las cosas se iban a precipitar en los próximos días y no iba a tener el apoyo de las veterinarias. Por desgracia los días de fiesta determinaron la decisión de la eutanasia.

Me tomé un día de reflexión junto a él para decidir qué debía hacer. No quería recurrir a la eutanasia de forma prematura ni dejar de proporcionarle el tiempo de vida que le pudiera quedar en las mejores condiciones. Él estaba hecho un saquito de huesos, muy apagado, pasamos ese último día en familia con sus hermanos gatunos, tapadito con una manta a mis pies, y pensé que ya no podía dar más de sí, que estaba cansado y tenía que dejarlo ir. Las veterinarias me apoyaron y todo fue rápido.

Pude estar con él todo el tiempo, con intimidad e infinito respeto en la consulta, él tumbado sobre su toallita ya exhausto y con su ojito verde despierto pero ya medio apagado. Se durmió entre mis brazos, vi cómo la vida se le escapaba sin dolor y noté su cuerpo enfriarse y relajarse. Sus ojos verdes volvieron a abrirse con la mirada ausente y midriática de la muerte.

Mi Simba se fue un 3 de enero de 2020 después de 3 meses de enfermedad.

Allá donde estés, espero que descanses y que me perdones si no tomé las decisiones adecuadas. Te prometo, mi niño guapo y tierno, mi rubio tierno y gentil, que lo hice todo pensando en lo mejor para tí.
Simba con unos 4-5 meses
https://www.diagnosticoveterinario.com/sindrome-de-horner/2374

https://www.portalveterinaria.com/articoli/articulos/18717/diagnostico-y-tratamiento-de-los-tumores-intracraneales.html

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