Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
¡Ay! -pensé-. ¡Cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: «Levántate y anda!»
Siempre me ha gustado la rima VII de Bécquer porque es bonita, porque me gusta imaginar ese arpa arrinconado y polvoriento y porque resulta interesante la idea de una belleza o un genio esperando a ser despertado, como las notas en las cuerdas.
Es un gran error esperar a que vengan a despertarnos. Tengamos genio o no, hay momentos en la vida en que sentimos que sin el impulso de unas palabras de aliento o una mano amiga que se tienda hacia nosotros, no podremos reunir las fuerzas para seguir adelante.
Puede que nos ocurra como al arpa olvidado por su dueño y nos quedemos esperando en un rincón cogiendo polvo. Se acordarán del arpa o tal vez no, no lo sabemos.
Otra opción es asumir que no vendrá nadie y seguir adelante por uno mismo. Aunque sea un camino solitario y doloroso. Pero será tu propio camino.
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