lunes, 13 de junio de 2016

El mito del amor romántico


"El día en que sea posible que la mujer ame, no con su debilidad sino con su fuerza, no para escapar de sí misma sino para encontrarse, no para rebajarse sino para reafirmarse; aquel día el amor llegará a ser para ella, como para el hombre, una fuente de vida y no de peligro mortal". (Simone de Beauvoir)

Simone de Beauvoir


El amor romántico como lo entendemos hoy en día es una de las principales características de la ideología burguesa, un sistema basado en la pareja monogámica, heterosexual, orientado hacia la procreación y bendecido por la Iglesia y el Estado.
El escritor H.D. Lawrence llamó “egoísmo a dúo” a la forma de relación basada en la dependencia, la búsqueda de seguridad, necesidad del otro, la renuncia a la interdependencia personal, la ausencia de libertad, celos, rutina, adscripción irreflexiva a las convenciones sociales, el enclaustramiento mutuo…
Se basa en unos principios falaces de omnipotencia (el amor todo lo puede y lo justifica), exclusividad (monogamia, celos) y predestinación que justifican la codependencia, la monogamia, y el heteropatricarcado
Tendemos a pensar que las normas amorosas, morales y sexuales occidentales siguen los dictados de la naturaleza; la Ciencia se ha encargado de legitimar esta visión, hasta llegar incluso a afirmar que el mito de la monogamia y la fidelidad sexual es una realidad biológica y universal, negando su carácter cultural.
El sistema social y político necesita de una estructura básica que está basada en el trabajo en pareja para sacar adelante a nuevos trabajadores y trabajadoras que produzcan y consuman.  Es necesario que estos nuevos trabajadores asuman como algo normal y natural el funcionamiento socio-político, legal y económico de la realidad. La Familia es la principal instancia de educación e internalización de las normas y costumbres sociales.

En el siglo XX, la teoría feminista denunció la función social del amor romántico como instrumento de dominación y de sumisión entre dos personas, y también como una herramienta de control social del poder patriarcal para influir y construir las emociones y los sentimientos de la población, especialmente la femenina.


A. Kollontai



Alexandra Kollontai fue una filósofa rusa que alrededor de 1920, en plena revolución soviética, denunció la identificación entre amor y género femenino, y la dependencia moral, material y sentimental femenina. Esta dependencia choca con la independencia y la actitud del varón, para quien el amor no es más que una parte de su vida. Kollontai afirma que esa necesidad femenina de amar es la causa de incontables tragedias en el alma de las mujeres de todas las clases sociales: los celos, la desconfianza, la soledad, el renunciamiento a sí mismas por adaptarse al ser amado, etc.
El amor para la mujer nueva que ella preconiza no es sino una etapa en el camino de su vida; su fin principal es un ideal social, una vocación, el estudio de la Ciencia o el trabajo creador.
También denuncia el desconocimiento masculino de la sexualidad femenina, y la injusticia que suponía la existencia de una doble moral, aquella justificación del adulterio masculino y la condena del adulterio femenino que es tradición en las culturas patriarcales. Para Kollontai la doble moral es uno de los problemas más importantes que acosan la inteligencia y el corazón de la Humanidad. Para acabar con ella será necesaria una larga lucha con objeto de reeducar la psicología de la Humanidad; señala muy especialmente la imposibilidad de la “mujer nueva” de realizarse sentimentalmente en un mundo en el que el varón todavía no ha cambiado.
Para Kollontai, el matrimonio legal tiene en su base dos principios que lo envenenan y que afectan de igual modo a varones y mujeres: su indisolubilidad y la idea de propiedad con respecto al cónyuge, capaz de estrangular la relación más apasionada, por eso propone la unión libre como alternativa al matrimonio legal; se niegan los supuestos derechos de propiedad que el amor burgués concedía sobre el cuerpo y el alma de la persona amada. Se basa en el mutuo respeto a la individualidad y la libertad del otro, lo que entraña el rechazo de la subordinación de la mujer dentro de la pareja y de la hipocresía de la doble moral.
 Los seres humanos viven aislados, cuando no enfrentados con la comunidad; y es precisamente esta soledad moral en que viven mujeres y varones la que hace que las mujeres se aferren con enfermiza avidez a un ser del sexo opuesto.

El feminismo de los años 70 pensó en el romanticismo como un dispositivo de control social que sirve para perpetuar las diferencias de género, la familia nuclear patriarcal y el statuo quo político y social.
Numerosos autores de ambos sexos pusieron el acento en la necesidad de derribar la mitología amorosa, que seduce a las personas para que sueñen con mitos patriarcales y adopten un modo de vida muy concreto: en pareja, produciendo y  reproduciéndose, consumiendo  y consolándose mutuamente. El amor sería un modo de escapismo, entonces, y de refugio frente al mundo en una sociedad tan competitiva como la nuestra:
Carlo Fabretti

“El amor, que a menudo se presenta como último reducto de autenticidad y autodeterminación en una sociedad hipócrita y coercitiva, es en realidad la farsa suprema y la más angosta de las jaulas concéntricas que nos aprisionan. Los miembros de una pareja se someten mutuamente al más grosero de los engaños (sólo concebible en la medida en que ambos desean ser engañados tanto o más que engañar) y sujetos por la cadena de una dependencia neurótica, se convierten cada uno en la bola de presidiario del otro”(Carlo Fabretti).  
Para Fabretti, este mutuo engaño y su consecuente autoengaño son producidos por el terrible miedo a la soledad que tiene el ser humano, acrecentado en nuestra época por el individualismo:

Nota: ver original de Coral Herrera Gómez https://haikita.blogspot.com/
Waterhouse

No hay comentarios:

Publicar un comentario