viernes, 5 de agosto de 2016

Frente al mar

"Nuestro gran tormento en la vida proviene de que estamos solos y todos nuestros actos y esfuerzos tienden a huir de esa soledad".
Guy de Maupassant (1850-1893) Escritor francés.
"La soledad es muy hermosa... cuando se tiene alguien a quien decírselo".
Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) Poeta español.
"Vivimos como soñamos, solos".
Joseph Conrad (1857-1924) Novelista británico de origen polaco.
"Suelen decir que el hombre que apetece soledad tiene mucho de dios o de bestia".
Mateo Alemán (1547-1613) Novelista español.
"¡Es inútil! ¡es inútil intentar liberarse de la propia soledad! Hay que aguantarla toda la vida. Aunque a veces, sólo a veces, el vacío se llene!"
D. H. Lawrence (1885-1930) Novelista británico.
"La soledad, si bien puede ser silenciosa como la luz, es, al igual que la luz, uno de los más poderosos agentes, pues la soledad es esencial al hombre. Todos los hombres vienen a este mundo solos y solos lo abandonan".
Thomas De Quincey (1785-1859) Escritor inglés.


Frente al mar


Oh mar, enorme mar, corazón fiero 

De ritmo desigual, corazón malo, 
Yo soy más blanda que ese pobre palo 
Que se pudre en tus ondas prisionero. 



Oh mar, dame tu cólera tremenda, 
Yo me pasé la vida perdonando, 
Porque entendía, mar, yo me fui dando: 
«Piedad, piedad para el que más ofenda». 



Vulgaridad, vulgaridad me acosa. 
Ah, me han comprado la ciudad y el hombre. 
Hazme tener tu cólera sin nombre: 
Ya me fatiga esta misión de rosa. 



¿Ves al vulgar? Ese vulgar me apena, 
Me falta el aire y donde falta quedo, 
Quisiera no entender, pero no puedo: 
Es la vulgaridad que me envenena. 



Me empobrecí porque entender abruma, 
Me empobrecí porque entender sofoca, 
¡Bendecida la fuerza de la roca! 
Yo tengo el corazón como la espuma. 



Mar, yo soñaba ser como tú eres, 
Allá en las tardes que la vida mía 
Bajo las horas cálidas se abría... 
Ah, yo soñaba ser como tú eres. 



Mírame aquí, pequeña, miserable, 
Todo dolor me vence, todo sueño; 
Mar, dame, dame el inefable empeño 
De tornarme soberbia, inalcanzable. 



Dame tu sal, tu yodo, tu fiereza. 
¡Aire de mar!... ¡Oh, tempestad! ¡Oh enojo! 
Desdichada de mí, soy un abrojo, 
Y muero, mar, sucumbo en mi pobreza. 



Y el alma mía es como el mar, es eso, 
Ah, la ciudad la pudre y la equivoca; 
Pequeña vida que dolor provoca, 
¡Que pueda libertarme de su peso! 



Vuele mi empeño, mi esperanza vuele... 
La vida mía debió ser horrible, 
Debió ser una arteria incontenible 
Y apenas es cicatriz que siempre duele.




Alfonsina Storni


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