martes, 25 de octubre de 2016

O divinos o humanos. Sobre la práctica de la medicina

Existe la creencia muy extendida y muy tóxica de que la medicina es una ciencia que tiene respuesta para todo. Y no es así en absoluto.
Como ciencia y como técnica es limitada, y lo está aún más en su práctica diaria dentro un sistema perverso que la instrumentaliza y deshumaniza.
Consultas de 1 a 5 minutos por paciente, en las que no da tiempo ni a hacer una historia clínica ni una exploración, una presión asistencial brutal que somete al facultativo a una tensión psíquica y un estrés que dificultan en extremo una labor que requiere de concentración y esfuerzo mental. Porque evaluar en pocos minutos una situación clínica y decidir qué hacer y cómo manejarla es tarea compleja, más si se hace contrarreloj y bajo la mirada inquisitorial de pacientes y familiares furiosos que no toleran el maltrato institucional al que igualmente está sometido el médico.
Para el ciudadano de a pie el médico es un enemigo, un tirano que ni lo mira ni le hace caso, que se niega a hacerle pruebas, que manda demasiadas o demasiadas pocas pastillas, que no pregunta nada o que pregunta demasiado. Porque cualquier cosa que haga o diga un médico es sobreinterpretada por un paciente y su familia en una situación de gran vulnerabilidad e indefensión.
La responsabilidad de tomar una decisión sin medios ni tiempo es también una posición de vulnerabilidad e indefensión, sometida al juicio de compañeros insolidarios y pacientes que siempre temerosos, sospechan.
Hay que luchar a solas en una consulta contra muchos factores, el principal y más temible, el sistema perverso que se perpetúa y se concreta en la falta de medios para impedir practicar una medicina humana y realista, sin grandilocuencias ni falsas esperanzas.
Hay muchas cosas que no tienen cura y otras que de hecho no son competencia de la medicina. En esta sociedad del sobrevalorado bienestar existe un proceso de abandono de la responsabilidad personal en el que, entre otras cosas, se tiende a medicalizar cuestiones de la vida que han acabado llegando a las consultas de medicina general, pediatría y psiquiatría. Cuestiones como tristeza o insomnio por acontecimientos vitales estresantes que a todos nos ocurren, porque la vida es dura y nada ni nadie nos va a evitar ese dolor.
Esta falta de responsabilidad personal también lleva a la consulta del médico problemas de salud banales que no requieren atención médica normalmente, como un resfriado común, pero resulta que nos han vendido que no podemos sufrir ningún malestar físico ni psíquico, que para todo hay una fácil solución mágica que un médium de bata blanca puede resolver.
Y no es para nada así. Si te das un golpe te va a doler, si te resfrías vas a tener mocos, si te deja tu pareja vas a llorar, si tienes miedo vas a tener insomnio. Y no hay pastillas ni varita mágica que te puedan ni deban ahorrar ese sufrimiento porque forman parte de la vida y de tu crecimiento personal. La vida duele y debe doler.
Y sin embargo se espera del médico que agite su varita mágica y haga desaparecer el dolor, siempre, sin fallar nunca, en una terrible y perversa posición de semidios quimérica.
No, no somos dioses, somos falibles, somos humanos, presas de un sistema disfuncional (mientras siga funcionando) practicando una medicina instrumentalizada y deshumanizada para salir del paso infinitamente.

Quirón


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