jueves, 10 de noviembre de 2016

La Guerra Civil en Sevilla

"Yo os autorizo a matar, como a un perro, a cualquiera que se atreva a ejercer coacción ante vosotros. Que si lo hiciereis así, quedaréis exentos de toda responsabilidad.¿Qué haré?. Pues imponer un durísimo castigo para callar a esos idiotas congéneres de Azaña".
"Por ello faculto a todos los ciudadanos a que, cuando se tropiecen a uno de esos sujetos, lo callen de un tiro. O me lo traigan a mí, que yo se lo pegaré."
"Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los rojos lo que es ser hombre. De paso también a las mujeres de los rojos que ahora, por fin, han conocido hombre de verdad y no castrados milicianos. Dar patadas y berrear no las salvará." "Ya conocerán mi sistema: por cada uno de orden que caiga, yo mataré a diez extremistas por lo menos, y a los dirigentes que huyan, no crean que se librarán con ello; les sacaré de debajo de la tierra si hace falta, y si están muertos, los volveré a matar".
 El General Queipo de Llano en Radio Sevilla 



"En memoria de las víctimas que lucharon por la libertad y fueron asesinadas en Triana. Para que no habite el olvido". La placa de crámica conmemorativa hace alusión al poema de Luis Cernuda ( poeta de la Generación del 27 fallecido en el exilio) titulado 'Donde habite el olvido'. Se colocará en el barrio de Triana de Sevilla, con acuerdo de todos los grupos municipales y con abstención de Ciudadanos y PP, para recordar a los que fueron asesinados por las fuerzas rebeldes tras el golpe de Estado en el arranque de la guerra civil española.
 La zona este de Andalucía, Sevilla, Huelva y Cádiz, cayó rápido en manos golpistas. La represión franquista sembró de terror cada localidad a su paso. El barrio de Triana destacó por su oposición a las tropas franquistas que pretendían derrocar al Gobierno de la Segunda República. "Existen documentos gráficos sobre asesinatos que se produjeron entre la actual calle Pelay Correa y Rodrigo de Triana, siendo por tanto calles que simbolizan la resistencia al fascismo", lugar donde se colocará la placa. (Diario de Andalucía)
La sublevación fascista en Sevilla sobrevino en las primeras horas del Alzamiento a partir de un golpe de efecto del propio Queipo, a cargo de las fuerzas armadas en Sevilla en esos días, que según celebran sus hagiógrafos redujo por sí mismo y sin disparar un solo tiro a los oficiales que estaban presentes en la Comandancia General.O los mandaría disparar, mientras se oía su voz tenebrosa por los micrófonos de Unión Radio Sevilla EAJ-5, amenazando a todos los alrededores: "Y ahora tomaremos Utrera, así que vayan sacando las mujeres sus mantones de luto".
En torno a la figura de Queipo de Llano se construyó una leyenda que pretendía exagerar su valor y su astucia. Se hizo creer que Queipo tomó Sevilla con solo un puñado de soldados y que consiguió que los barrios de izquierdas se rindieran simplemente paseando a tropas moras montadas en camiones. En realidad los golpistas contaron con varios miles de soldados, casi toda la guarnición de Sevilla excepto la Guardia de Asalto y la base de Tablada. Una crónica anónima titulada Historia del alzamiento glorioso de Sevilla y publicada en 1937 detalla los nombres de 5782 hombres que lucharon en el bando sublevado aquellos días. Los barrios de izquierdas solo fueron conquistados tras violentos combates.


Sin embargo, en aquella Sevilla que apenas notó la guerra civil, se cuentan hasta 3028 muertes sumarísimas desde mediados de julio de 1936 hasta enero de 1937. Ejecuciones sin juicio previo, y entre sus víctimas figuran nombres ilustres como los de Blas Infante, el notario de Coria que había abanderado el proyecto andalucista, el diputado José González y Fernández de la Bandera o el alcalde sevillano Horacio Hermoso. Claro que también exportó la muerte a otras provincias, como detalla Francisco Espinosa en su libro "1936-1945, la justicia de Queipo", en una espiral represiva que se extendió a toda la II División, que englobaba a las provincias de Sevilla, Huelva, Cádiz, Córdoba, Málaga y Badajoz.
En el bando opuesto murieron un total de 13 personas, incluyendo tanto bajas en combate como civiles linchados por partidarios del Gobierno. Sevilla se convirtió en una de las bases principales de los sublevados, que desde allí lanzaron ofensivas sobre Huelva (julio 1936), Madrid (por Extremadura) (agosto 1936) y Málaga (enero-febrero 1937).

Fosa común en el cementerio de Sevilla
En la capital andaluza Queipo contaba, en principio, con el respaldo de un célebre torero llamado José García Carranza "El Algabeño", que en principio le había ofrecido mil quinientos falangistas que se vieron, sin embargo, reducidos a quince a los que se sumaron otros setenta, tras ser liberados de la cárcel. Ese fue el núcleo de un grupo de pistoleros que aterrorizó inicialmente a la ciudad y que luego sembró el miedo en los campos, una "policía montada", que llegó a utilizar garrochas para reducir a los campesinos fugitivos, en una sórdida atmósfera donde abundaban piquetes falangistas o requetés, sin descuidar a los paramilitares.Emulando sus tardes de gloria taurina, hay algún testimonio que asegura que El Algabeño llegó a torear a algunos presos utilizando su fusil como muleta. Autor de numerosos crímenes de guerra, el diestro de La Algaba murió como consecuencia de las heridas sufridas en la batalla de Lopera contra las Brigadas Internacionales. Eso sí, en virtud de sus méritos, Franco le nombró a título póstumo teniente honorario de Caballería.



La represión de Queipo no acabó en los paredones y en las cárceles que muy pronto se multiplicaron. También en las prohibiciones. Prohibido el luto. Prohibido inscribir a los muertos. Prohibido hacer fotografías en todo el territorio sublevado.Dejando aparte anécdotas hagiográficas escritas por amigos del general Queipo, la toma consolidada de Sevilla en los días siguientes por el Tercio y los Regulares llegados de Cádiz se produce por el empleo indiscriminado de la artillería y del salvaje terror africanista en los barrios que resistían. Para reducir los costes de la rebelión ante posibles represalias y como respuesta a la resistencia de los adversarios, los golpistas habían acordado emplear en territorio español las mismas medidas represivas y de escarmiento de Marruecos; una combinación brutal de detenciones, violaciones, fusilamientos, emasculaciones y otras sevicias. Los crímenes, sin ningún tipo de juicio, declaración o defensa se sucedieron generalmente junto a los cementerios o en las cunetas de las carreteras. En los libros registros civiles de juzgados y en los de cementerios puede leerse: «Desconocido o bien Fulano [...] fallecido el día XX de julio de 1936 a las [en blanco] a consecuencia de aplicación del bando de guerra». En otros casos el médico certificaba lo evidente «por herida de bala, hemorragia, anemia aguda, etc.». La acusación era verbal, sobre la base de delaciones, listas negras o informes oficiosos, en todo caso consentidos o inducidos por la autoridad militar: se los llevaban y eran fusilados en el acto. En los escasos registros o sumarios encontrados, las víctimas civiles fueron acusadas de «delitos» como ser votante de izquierda, ser familia de republicanos destacados, haber discutido con alguien de política o haber mirado mal al cura. Cualquier cosa, por insignificante que fuera, podía ser motivo para el escarmiento.
Utilizó los medios de comunicación de su época -el micrófono, el teléfono o el telégrafo-para imponer su ley al grito de "dadles café", el acrónimo de "Camaradas Arriba Falange Española" (se dice que esta fue la orden que dio para mandar ejecutar a Lorca).
Más de ocho mil españoles leales a la Segunda República fueron ejecutados en la provincia de Sevilla por orden del general Gonzalo Queipo de Llano, nacido en Tordesillas, a quien se le otorgó un marquesado que en el primer mandato de Rajoy renovó Alberto Ruiz Gallardón, como ministro de Justicia, y Juan Carlos I como Rey de España. Otra paradoja de su posteridad: sus restos mortales siguen enterrados en la capital hispalense, en la capilla de La Macarena, el barrio que él contribuyó a reprimir a sangre y fuego junto con el de Triana o San Julián.


Así pues, un asesino del régimen franquista tiene su tumba en un sitio ilustre en la ciudad de Sevilla, con el conocimiento y el beneplácito de la Iglesia, mientras otros miles de víctimas suyas no sólo permanecen aún bajo tierra en fosas comunes, sino que según el partido en el poder no merecen siquiera una placa que conmemore sus asesinatos.

Conocí a una persona que llevaba el apellido de Queipo de Llano con orgullo en Sevilla. Y yo me sorprendí de que no lo ocultara ni agachara la cabeza avergonzada. Qué ingenua puedo llegar a ser.


Fuentes: Diario de Andalucía, Wikipedia

2 comentarios:

  1. Cuando se hundieron las formas puras
    bajo el cri cri de las margaritas,
    comprendí que me habían asesinado.
    Recorrieron los cafés y los cementerios y las iglesias,
    abrieron los toneles y los armarios,
    destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro.
    Ya no me encontraron.
    ¿No me encontraron?
    No. No me encontraron.
    Pero se supo que la sexta luna huyó torrente arriba,
    y que el mar recordó ¡de pronto!
    los nombres de todos sus ahogados.
    Fragmento de la "Fábula y rueda de tres amigos", Poeta en Nueva York

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