viernes, 15 de septiembre de 2017

El odio nos hace humanos


"Cuando odiamos a alguien, odiamos en su imagen algo que está dentro de nosotros".
Hermann Hesse 
"No se odia mientras se menosprecia. No se odia más que al igual o al superior".
Friedrich Nietzsche
"El odio del contrario es el amor del semejante: el amor de esto es el odio de aquello. Así, pues, en sustancia, es una cosa misma odio y amor".
Giordano Bruno
“La experiencia enseña que para la mayoría de los seres humanos existe un límite más allá del cual su constitución no puede obedecer al reclamo de la cultura. Todos los que pretenden ser más nobles de lo que su constitución les permite, caen víctimas de las neurosis; se habrían sentido mejor de haberles sido posible ser peores.” 
Freud




El odio es un sentimientos asociado con la parte más oscura del ser humano. Frecuentemente está vinculado con la destrucción, con el mal, por lo que nos suele costar abordarlo en su complejidad y totalidad. Es un sentimiento inherente al ser humano y está presente en todas las vinculaciones que tenemos con los objetos del mundo, muy ligado al amor y casi indisociable del mismo. 
Algunos filósofos han ofrecido definiciones del odio. Descartes ha visto el odio como la conciencia de que algo está mal, combinada con un deseo de retirarse de él. Spinoza definió el odio como un tipo de dolor que se debe a una causa externa. Aristóteles ve el odio como un deseo de la aniquilación de un objeto que es incurable por el tiempo. Por último, David Hume cree que el odio es un sentimiento irreductible que no es definible en absoluto.​ Suelen considerar al odio como lo opuesto al amor.
Centrándonos en el psicoanálisis, que suele ofrecer explicaciones profundas y para mí satisfactorias en estas cuestiones, Sigmund Freud define el odio como un estado del yo que desea destruir la fuente de su infelicidad.

Profundizando en la teoría freudiana existen dos variedades de pulsiones, las de vida y las de muerte (Eros y Tanatos). El Eros o pulsión de vida comprende las pulsiones sexuales genuinas así como la pulsión de autoconservación. La energía de estas pulsiones es la libido, encargada de investir objetos, de buscar la reunión, la síntesis y con ello lograr la conservación de la vida. Las llamadas pulsiones de muerte o Thanatos se exteriorizan como pulsión de destrucción o de apoderamiento, mientras otra parte, que permanece en el interior del organismo, nos es ocultada. No podemos pensar las pulsiones de vida separadas de las de muerte, están íntimamente ligadas desde el comienzo. Así como Eros lucha por la conservación de la vida, las pulsiones de muerte laboran en el sentido contrario, quieren hacer retornar al organismo a un estado anterior. Las pulsiones de vida buscan la unión, la síntesis, el ligar libidinalmente los componentes para la consecución de la vida. En tanto que las pulsiones de muerte trabajan en pos de la descomposición, la disgregación, la separación de la materia. La pulsión de muerte se exterioriza a través de la pulsión de destrucción, y ésta no tiene una voluntad propia, no piensa, no siente, es una fuerza que sólo procesa a su manera, o sea, disgregando, separando, desarticulando todo lo que toca.
¿Qué es lo que guía a la pulsión de destrucción? Freud aquí es claro: la pulsión de destrucción es guiada por el odio. Dice: “...nos contenta mucho que podamos pesquisar en la pulsión de destrucción, a la que el odio marca el camino, un subrogado de la pulsión de muerte, tan difícil de asir”.

Eros

El odio y el amor no parten de algo común, no son el lado bueno y malo de una misma cosa, como se piensa, sino que sus orígenes son diversos y cada uno de ellos tiene desarrollos particulares. El odio es más originario que el amor, surge en reacción del narcisismo originario frente al mundo exterior. Desde el primer momento que nos relacionamos con el mundo éste nos aparece como hostil; de él nos vienen los estímulos que perturban la estabilidad del aparato psíquico, por ello en un comienzo coinciden lo odiado, el mundo exterior y los objetos.


El odio parte del yo, es el yo quien odia a todo aquello que le procura una sensación displacentera y arremete contra ello sin ningún tipo de miramiento: “El yo odia, aborrece y persigue con fines destructivos a todos los objetos que se constituyen para él en fuente de sensaciones displacenteras, indiferentemente de que le signifiquen una frustración de la satisfacción sexual o de la satisfacción de necesidades de conservación. Y aún puede afirmarse que los genuinos modelos de la relación de odio no provienen de la vida sexual, sino de la lucha del yo por conservarse y afirmarse”.
Hace referencia a la conservación del yo en tanto instancia psíquicaEntonces, podría ser que la lucha por conservarse y afirmarse, sea la lucha contra aquello que ponga en jaque la propia identidad, es decir, alguna de las identificaciones o rasgos de carácter del yo, o contra aquello que pueda derivar en el resquebrajamiento del propio ideal. En este sentido, el odio se dirigiría contra lo que hace peligrar alguno de los aspectos de esa conformación con el objetivo de eliminarlo, ya que la desestabilización en este caso viene dada por el temor a la pérdida de algo que cree propio.

Thanatos
Ejemplificándolo, el yo odia al que me hace ver que no soy tan fantástico como pensaba, al que desmiente mi gentileza y amabilidad, al que me devuelve la opacidad de mi ser. Emerge cuando el yo siente peligrar su grandiosidad.
Llevado por el odio, el yo emprende una auténtica investigación, un análisis exhaustivo de ese a quien está dirigido. De pronto el otro se transforma en el enemigo, y es a quien se dedica la máxima atención. El yo toma notas de lo que dice, de lo que hace. Evalúa sus fortalezas y debilidades. Lo observa para saber cómo piensa, cómo siente. Sigue con su mirada inquisitiva la mirada del otro, lo desnuda en su ser. Entregado a la pulsión de destrucción, el yo desgrana, descompone al otro en partes con la crueldad de un niño que despieza un grillo.
En esta línea y llevado al extremo, el odio es altamente destructivo. Sin embargo, en otro aspecto, si observamos la modalidad con la que procesa y trabaja, advertimos que en verdad lo que realiza es un análisis exhaustivo del objeto o la situación que vive como amenazantes.
Así pues, el odio es un mecanismo de autoconservación a ultranza del yo, que se fija en el objeto con especial énfasis y atención para destruirlo y combatirlo, lo cual lo convierte en una herramienta muy útil para deshacernos de lo que sentimos como amenaza. Al fin y al cabo, el odio es algo más básico que el amor, es más fácil odiar que amar, es más fácil destruir que construir, el yo primitivo odia, pero no ama.
Odiar nos hace los monstruos humanos que somos.



Fuentes:
Wikipedia
https://www.epbcn.com/textos/2014/01/el-odio-y-sus-despliegues-algunas-particularidades/http://www.consultabaekeland.com/p/es/psicoanalista-madrid-blog/que-son-el-odio-y-el-amor.phphttps://experienciafreudiana.wordpress.com/2014/12/02/psicologia-del-odio/

2 comentarios:

  1. Me encanta lo que has escrito. Resume de maravilla tantos conceptos y, a veces, tan complejos.
    Hasta con ejemplos. Un placer leerte, como siempre.

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