miércoles, 23 de marzo de 2016

Perdón y clemencia

TITO
Del più sublime soglio

L'unico frutto è questo:

Tutto è tormento il resto,

E tutto è servitù.
Che avrei, se ancor perdessi

Le sole ore felici,

Ch'ho nel giovar gli oppressi,

Nel sollevar gli amici;
Nel dispensar tesori
Al merto, e alla virtù?

La Clemenza di Tito, Mozart

(del más sublime trono/ el único fruto es éste/ todo lo demás es tormento/y todo es servidumbre/¿qué haría, si también perdiera/ las únicas horas felices/ que obtengo en favorecer a los oprimidos/ en recompensar/ el mérito y la virtud?)


A veces, cuando hemos sufrido un daño o una ofensa irreparable, nos cuesta perdonar a quien nos lo ha infligido, y en esta sociedad de profundas raíces judeocristianas el expresar la incapacidad para no perdonar a alguien está mal visto. Sin embargo, puede que el perdón, ese concepto del que tanto se ha adueñado el cristianismo, no sea tan positivo ni tan benéfico como pueda parecer... 

El perdón es definido de forma normativa como la acción por la que una persona renuncia a vengarse, a reclamar un justo castigo o una restitución, optando por no tener en cuenta la ofensa infligida por el perdonado en el futuro, de modo que las relaciones entre ofensor y ofendido no queden afectadas en adelante. El que perdona, por lo tanto, y  como veremos que dice Séneca, no "hace justicia" con su concesión del perdón, sino que renuncia a la justicia en aras de otros intereses.
El perdón reporta beneficio para el perdonado, pero también sirve al perdonante , que suele tener interés en recomponer sus relaciones con el ofensor o en cumplir una obligación moral o religiosa. También cumple una función social, en principio contribuyendo a la paz y cohesión sociales, motivo por el que prácticamente todas las religiones lo suelen recomendar.
Pero veremos por qué el perdón no implica tantas ventajas ni es necesariamente justo.

Nerón y Séneca
Nos dijo Séneca en "De la Clemencia":
"Diré por qué no perdonar. Establezcamos primeramente qué es el perdón, para convencernos de que el sabio no puede concederlo. Perdón es remisión de castigo merecido. ¿Por qué no debe concederlo el sabio? (...) Se perdona al que debería ser castigado: ahora bien, el sabio no hace nada de lo que no debe hacer, ni omite nada de lo que debe realizar: así, pues, no remite la pena que debe imponer, pero lo que quiere obtenerse por el perdón lo concede por camino mucho más honroso; porque el sabio tolera, aconseja y corrige. Hace lo mismo que si perdonara y no perdona, porque perdonar es confesar que se omite algo que debería hacerse. Reprenderá a uno, pero no le castigará, atendiendo a su edad, que le permite enmendarse: a otro, a quien su crimen expone al odio público, asegurará la salvación, porque delinquió seducido o embriagado. Despedirá a los enemigos con la vida salva, algunas veces con elogios, si empuñaron las armas por honroso motivo, por la fe jurada, por alianza, por la libertad. Estas cosas no serán obras de perdón, sino de clemenciaLa clemencia tiene libre albedrío: no juzga por fórmulas, sino por el bien y la equidad. Permitido le está absolver y tasar los castigos en el precio que le conviene. Al obrar de esta manera no pretende anular la justicia, sino que sus sentencias se ciñan a lo más justo. Ahora bien, perdonar es no castigar lo que se juzga perdonable. Perdón es remisión del castigo debido: el primer efecto de la clemencia es declarar que los indultados no debían padecer otra pena. Es, por consiguiente, más completa y honrosa que el perdón. (...) El sabio remitirá gran número de castigos; conservará considerable número de hombres de mente enferma, pero que pueden sanar.(...) Siguiendo estos ejemplos, el sabio perfecto examinará de qué manera debe tratarse cada espíritu para atraer al bien a los que se han pervertido"
"Castigar a los opresores de la libertad es clemencia, perdonarlos es barbarie", dijo Robespierre.




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