miércoles, 5 de febrero de 2020

El hacer y el ser

En este mundo hiperconectado y orientado hacia el logro y la acción en el que nos ha tocado vivir el tema de cómo empleamos y vivimos nuestro tiempo es muy significativo.
Nos enseñan desde la infancia a ser eficientes, a hacer muchas cosas y a valorar la actividad a la vez que la inactividad está mal vista y se considera una carga o un defecto.


Ya los niños desde muy pronto aprenden a compartimentar su tiempo y a aprovecharlo en cosas "útiles" como hacer los deberes, las actividades extraescolares que cada vez están más orientadas a la productividad futura y a seguir horarios muy estrictos como los que sus padres se ven obligados a seguir, siempre corriendo y siempre mirando el reloj.

Los adultos estamos siempre mirando la hora y empeñados en ser eficientes y no perder tiempo en cosas inútiles o improductivas. Nos levantamos muy temprano, echamos la jornada laboral que suele estar muy marcada por la productividad y la medida de cada minuto empleado en cada tarea, con un control estricto de las horas de entrada y salida. Salimos y seguimos corriendo porque no hay tiempo que perder, hay que hacer cosas: recoger a los niños, limpiar la casa, cocinar, comprar, trasladarse, etc...

Entre el descanso (muchas veces escaso)  y la actividad productiva queda poco tiempo para el ocio, que además también está mediatizado cultural y socialmente, volviéndose cada vez más individualista gracias a las nuevas tecnologías (plataformas de series en streaming, videojuegos online, redes sociales...). Incluso nuestra froma de relacionarnos como humanos ha cambiado, también es más eficiente. Mandamos un whatsapp para quedar, felicitar o preguntar algo a otra persona en lugar de llamar y tener una conversación.

Todo está enfocado en la eficiencia y en el hacer, y al final nos quedamos vacíos cuando tenemos tiempo para parar y pensar. No sabemos mirarnos, reconocernos y detectar las señales que nos mandan nuestro cuerpo y nuestra mente y por eso muchas veces enfermamos de estrés y de cansancio, ya sea por trastornos de ansiedad y depresión, trastornos psicosomáticos o patologías físicas asociadas a la falta de autocuidado (dieta, descanso, ejercicio...)

Como se habla en el mindfulness, estamos la mayor parte del tiempo en el "modo hacer" y casi no nos permitimos vivir en el "modo ser". Es decir, que estamos orientados a producir y actuar, pero no a pararnos y vivir. Me llama mucho la atención que aparentemente la gente enferma por temas relacionados con la falta de tiempo o con el exceso de tiempo. Me explico: todos podemos entender que las personas que van a toda prisa por la vida, corriendo del trabajo a casa, de casa al gimnasio, del gimnasio a recoger a los niños, de allí al supermercado, etc... acaben desarrollando los problemas de salud mencionados, o si  no al menos sintiendo que su vida es un sinvivir, un huir hacia adelante, una corriente que los arrastra sin verla pasar. Pero lo que más nos cuesta entender es que las personas que disponen de un exceso de tiempo "improductivo" (parados, jubilados, enfermos, discapacitados, etc...) también enferman, incluso más, porque la culpa y la carga de no ser alguien "útil" para la sociedad es muy grande. Tenemos a personas haciendo mil cosas a la vez y personas que no saben qué hacer. Personas que se quejan de que no tienen tiempo ni de sentarse a comer y personas que sienten que su vida es inútil y vacía porque no trabajan, no producen, no cuidan a otros o no aportan nada (aparentemente) a la sociedad.

Yo defiendo que tenemos que estar más en el "modo ser" y dejar de vernos como seres productores. Tenemos que valorar la calma, el descansar y el remolonear, la introspección, la relación con los otros y dejar pasar el tiempo con más naturalidad.



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