viernes, 2 de septiembre de 2016

Animalismo

"Hasta que no hayas amado a un animal, una parte de vuestra alma permanece dormida."
Anatole France
Anatole France

De hecho, una investigación multidisciplinar que se hizo en Escocia hace algunos años demostró que la mayoría de los sujetos que habían sido denunciados por maltrato animal habían cometido también crímenes violentos contra otras personas.
El animalismo, que es como se denomina el movimiento en pro de los derechos de los otros animales, es un producto moral e intelectualmente superior. La conciencia animalista forma parte del proceso de civilización, y cuanto más culta y democrática sea una sociedad, menos cruel será con absolutamente todos los seres vivos.
"Un país, una civilización se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales", decía  Mahatma Gandhi. 

George T. Angell, un abogado estadounidense del siglo XIX que fue uno de los pioneros en la lucha animalista, dijo: "a veces me preguntan: ¿Por qué inviertes todo ese tiempo y dinero hablando de la amabilidad con los animales cuando existe tanta crueldad hacia el hombre? A lo que yo respondo: Estoy trabajando en las raíces".
Desde los albores de la humanidad nosotros los "Homo sapiens sapiens" nos hemos creído superiores al resto de las especies animales de las que somos hermanos, debido a que tenemos una exagerada conciencia de nosotros mismos.
Sin embargo no hay gran diferencia entre el funcionamiento y  la estructura de nuestros cerebros y los de los demás animales. Sólo tenemos un poco más de corteza cerebral. Y viendo el resultado de nuestro breve paso por el planeta es muy cuestionable que seamos una especie superior. En lugar de adaptarnos a nuestro entorno lo hemos destruído masivamente prácticamente sin remedio.

Nos creemos el centro de la creación, la medida de todas las cosas, pero la realidad es que no somos más que un simio con un poco más de corteza cerebral y una gran capacidad de destruir.
Lo único que puede redimirnos como especie es el respeto hacia los otros animales, hacia su ser en la naturaleza, hacia su entorno, hacia su vida. 
No amarlos es no amar nuestro yo animal, que al fin es nuestra parte más noble y sincera, la más gozosa, la que vive en el presente y nunca haría daño si no es por mero instinto de supervivencia. 
No amarlos es asumir que somos superiores por nuestra enorme capacidad de dañar, por nuestra inédita capacidad de odiar y de hacer el mal por el mal, por nuestra refinada capacidad de torturar a nuestros semejantes y a todo ser sensible y viviente.
Cuando miras a un animal no humano a los ojos y sientes cómo te devuelve una mirada más pura e inocente, te vuelves más compasivo, te acercas más a la naturaleza más sensible y honesta que todos deberíamos portar, y te alejas de lo más destructivo y ruin que tenemos todos los humanos.
Mirar a los ojos a un animal no humano te abre a la ternura y a la gratitud, a los valores más sencillos y que más recompensas aportan en este mundo creado para que todos podamos vivir sin dañar.

Un esquema en el que se puede apreciar nuestro pequeño lugar en el mundo.

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