lunes, 19 de diciembre de 2016

Vivan las cadenas

Vivan las cadenas!" es un lema acuñado por los absolutistas españoles en 1814 cuando, en la vuelta del destierro de Fernando VII, se escenificó un recibimiento popular en el que se desengancharon los caballos de su carroza, que fueron sustituidos por personas del pueblo que tiraron de ella. Se pretendía justificar con ello la decisión del rey de ignorar la Constitución de 1812 y el resto de la obra legislativa de las Cortes de Cádiz, gobernando como rey absoluto, como le proponían los firmantes del Manifiesto de los Persas (12 de abril). El pueblo recibe con fervor la vuelta del absolutismo encarnada en la figura del llamado "Deseado".
Aunque todavía no está claro si fue una escenificación perpetrada por los absolutistas o fue algo espontáneo, el caso es que a su llegada en la carroza real, se desengancharon los caballos y fueron sustituidos por personas del pueblo que gritaban ”¡Muera la Pepa, vivan las cadenas!” y otras proclamas que venían a reflejar la triste realidad.



En otras ocasiones se combinaba el grito con otros de contenido parecido: Muera la libertad y vivan las cadenasViva el rey absoluto y vivan las cadenas,  etc... En 1823, cuando la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis acabó con el Trienio Liberal, se produjeron adiciones de nuevos contenidos al lema: Vivan las cadenas y mueran los negros y Vivan las cadenas y muera la nación. Negros era el nombre con el que los absolutistas se referían a los liberales españoles; y nación era una palabra de contenido político liberal (soberanía nacional, milicia nacional, bienes nacionales, etc...
Desde entonces el grito vino siendo usado no tanto por los absolutistas como por sus enemigos políticos con fines peyorativos, del mismo modo que usaban para referirse a ellos el epíteto de «serviles». Muy a menudo, la forma de referirse al lema para marcar esa intención era exagerar una pronunciación vulgar: "¡Vivan las caenas!"
Cortes de Cádiz


La primera Carta Magna de España se promulgó el 19 de marzo de 1812 en Cádiz. El texto consagraba la separación de poderes, limitaba la autoridad del Rey, tanto legislativa como económica, e instauraba el sufragio masculino indirecto. Además, en su artículo 371 reconocía la libertad de todos los españoles de “escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas sin necesidad de licencia, revisión o aprobación alguna anterior a la publicación”. Es decir, eliminaba la censura. Pese a la ruptura con gran parte del sistema anterior, algunos sectores mantenían su poder. Fue el caso de la Iglesia. La Constitución reconocía la confesionalidad del Estado, donde la única religión era la católica. Las mujeres tampoco salían bien paradas. Solo se las nombra una vez en sus 384 artículos. Pese a todo, el texto suponía un gran avance para la época y una victoria para los liberales.
Sin embargo, la Constitución no pudo aplicarse en un país invadido y centrado en la lucha contra el ejército francés. Tras dos años más de guerra el conflicto terminó con el triunfo español y el regreso de Fernando VII. Era el momento decisivo para consolidar o no el proceso constitucional. Contra la opinión de las Cortes, el monarca no se dirigió directamente a Madrid. Fernando VII no quería jurar la Constitución y sabía que si iba a la capital tendría más difícil evitarlo. Antes quiso tantear el terreno y acudió a Valencia. Allí le esperaba una delegación de absolutistas que le entregaron el "Manifiesto de los Persas", un documento firmado por 69 diputados de las Cortes en las que pedían al Rey que recuperara los poderes del Antiguo Régimen y aboliera la Constitución. Fernando VII comprobó que el apoyo a los principios de la Carta Magna no era tan grande y no dudó en eliminarla.


Fusilamiento de Torrijos
En la España de1812, en plena guerra de la Independencia contra el Imperio francés de Napoleón, el rey de España Fernando VII , exiliado en Bayona, dio las instrucciones para que mientras estuviera fuera del país, las instituciones locales obedecieran a los generales franceses y a los más cercanos al Rey, o dicho de otra forma, que colaboraran con el nuevo amo y fueran obedientes. Pero estas instrucciones fueron pronto desobedecidas por un pueblo hambriento, que veía como las tropas francesas se aprovechaban de su autoridad para llevarse los escasos alimentos y bienes básicos de la población civil. El levantamiento del 2 de mayo de 1808 fue a más, acabó extendiéndose por todo el territorio y ante un Rey ausente, el país en estado de preguerra y los ánimos populares muy caldeados, el entramado institucional del Antiguo Régimen se desmoronó y los sublevados ocuparon el espacio que dejó la vieja administración.
La gente descubrió que podía vivir sin la Monarquía que llevaba siglos dominándoles, que había vida más allá del único modelo que habían conocido, eran capaces de organizarse localmente y funcionar pese a la caída de todo el régimen institucional monárquico que ya existía. En las ciudades y pueblos alzados se fueron conformando juntas locales, integradas por los notables de cada ciudad o municipio: propietarios, comerciantes, clérigos, abogados y nobles.




Pese a todo lo avanzado en materia social, de igualdad ante la ley, pese a lo mucho que se debatió y el gran avance que suponía recoger ideas ilustradas en un país que llevaba un atraso cultural atroz, la gente, el pueblo, la masa manipulada y sometida durante siglos, vitoreó y restauró el mismo absolutismo que les privaba de todas esas libertades. El 4 de mayo de 1814 el recién restaurado rey decretó la disolución de las Cortes, la derogación de la Constitución y la detención de los diputados liberales, los cuales acabaron  fusilados, encarcelados o exiliados.
De esta forma comenzaron seis años de persecución y represión contra todo lo que oliera a liberal. Durante ese periodo se produjeron varios pronunciamientos militares sin éxito. Sin embargo, en 1820, el general Rafael de Riego tuvo más suerte en Las Cabezas de San Juan. Comenzó el trienio liberal. Un acorralado Fernando VII no tuvo más remedio que aceptar los hechos: “Marchemos juntos, y yo el primero, por la senda constitucional”.

Pero el Rey no iba a claudicar tan fácilmente y pidió ayuda al exterior. Europa, que también había restaurado el Antiguo Régimen tras las convulsiones provocadas por la revolución francesa, socorrió al monarca español. Los Cien Mil Hijos de San Luis enviados desde Francia repusieron los poderes absolutos a Fernando VII sin apenas oposición. Fernando VII no volvió a dar otra oportunidad en sus últimos diez años de reinado.
Sin embargo, el espíritu de la Constitución de Cádiz sobrevivió al monarca y en 1836 un nuevo pronunciamiento, esta vez de la Guardia Real en la Granja de San Ildefonso reinstauró la 'Pepa', que sirvió de inspiración para la Carta Magna de 1837. La senda constitucional ya era imparable.
Fernando VII



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