jueves, 13 de julio de 2017

The Walking Dead, reflexiones

Después de mucho resistirme empecé a ver la serie The Walking Dead, porque muchas personas que merecen mi confianza me la recomendaban. No me gusta el género de terror porque no me gusta ver el sufrimiento y la violencia gratuita que suelen ir asociados al  mismo.
Por eso mismo me sorprendí mucho al encontrar en la famosa serie de zombis una profunda reflexión sobre la naturaleza  humana. Lo de menos son los zombis, los que dan miedo son los humanos en esa serie. Y lo que da miedo es que ese mundo postapocalíptico que podemos contemplar a través una pantalla no es ninguna ficción. Ahora, en este instante, hay seres humanos como nosotros que huyen de hordas de asesinos ciegos e inmorales por carreteras intransitadas en constante peligro de muerte.
Hay miles de personas que han tenido que abandonar su hogar con una mochila al hombro, con un niño en brazos, y echarse a correr hacia lo desconocido, muy probablemente hacia la muerte y hacia el hambre. Se refugian en rincones abandonados, comen basura, son rechazados por otros que se sienten con más derecho que ellos a estar allí, son ejecutados por seres sin cerebro ni alma, pasan semanas y meses atravesando desiertos sin esperanza para acabar pereciendo en una cuneta sin que nadie les cave una tumba.
¿No os suena?
Los zombis somos nosotros.
No hay que esperar a un apocalipsis zombie para que estas cosas pasen. Ya están pasando, han pasado siempre, el terror más absoluto está presente en este mundo y es culpa de los seres humanos. Veamos lo que algunos filósofos y autores tiene que decir del tema zombie.
Refugiados en el campo de Idomeni

"Lo más interesante que aporta el género, –dice el filósofo Darío Sztajnszrajber– es esa zona de indistinción entre la vida y la muerte. El zombi y el ser humano son extremos de lo mismo, conjugan la vida y la muerte. El humano es un ser vivo potencialmente muerto, y el zombi es un muerto potencialmente vivo."
Para Sztajnszrajber hay una paropiación de un tema muy cercano a la religión: la idea de sobrevivir a la muerte. "Ése es el éxito mayor de las religiones, que dan una respuesta a qué es lo que pasa después de la muerte. El zombi es una respuesta alternativa, pero no hay una metafísica, sino que es mucho más directo: un ser muerto que come seres orgánicamente vivos para mantenerse en esta tierra.". "La cercanía entre el ser humano y el zombi es mucho más directa de lo que pensamos. No es un ángel, expresa algo mucho más cercano y real: somos algo que se pudre cuando se muere".
"No nos comemos entre nosotros, pero nos explotamos, hay matanzas, guerras. Nosotros mismos también hacemos eso con los animales: nos los comemos", agrega Sztajnszrajber.
El filósofo español Jorge Fernández Gonzalo, autor del libro "Filosofía Zombi" (Anagrama) añade que no importa qué es el zombi, sino qué era, realmente, el ser humano. "En qué nos convertimos cuando las reglas de nuestra civilización sucumben drásticamente. En The Walking Dead encontramos materiales suficientes como para reflexionar sobre nuestras sociedades, sobre aquello que las mantiene en orden y sobre las consecuencias de su derrumbe.". "La aparición de los zombis hace que la vida del hombre entre en una dinámica animal, en una dinámica de cazar y ser cazado, de acecho, amenaza corporal y estrategias de supervivencia".

En la serie, falta de  humanidad

Los muertos "vivientes" aparecen como "devoradores buscando saciar su hambre con carne humana, pero además de ser  torpes, están desvitalizados, vacíos, y al ser golpeados se fragmentan con gran facilidad. A su vez, los humanos se presentan como muy agresivos, inteligentes y que no van a entregar su sangre sin combatir. Pero lo que resalta es la interacción en espejo entre ambos grupos en donde la supervivencia de uno de ellos supone la aniquilación del otro, y en que los muertos "vivos" toman forma como un doble del humano, como aquella contraparte negada, denegada, voraz, vacía, desamparada, escindida y desesperada por la sangre de los humanos".
Estas cualidades pueden asemejarse a las que se dan en los cuadros psicopatológicos que son de actualidad en esta época de sobremodernidad y que toman el nombre de "patologías del vacío": sujetos cerrados en máscaras narcisistas, con predominio de una inteligencia instrumental, de poder, con escaso reconocimiento del semejante, pero con una escisión que hace que desconozcan la flaqueza, la necesidad, los sentimientos de desvitalización. Lucha a muerte con otra parte de sí mismo, negando lo que no se puede tolerar, y por ello la ilusión de la facilidad con que se lo destruye, como en la serie, pero que siempre retorna, haciéndose siniestro.
En la sociedad consumista actual del pensar tecnológico, de la carencia afectiva, de la soledad masificada, de la falta de compromiso y del intento de solucionarlas por la vía de la rapidez, los humanos se desvitalizan, casi como los muertos "vivientes", desesperados tratan de llenar un vacío a través de la droga, la comida, el consumismo, la paranoia, y en donde la necesidad nunca se sacia.

Más falta de humanidad entre no zombies

En el zombi ya no hay identidad porque también ha dejado de haber historia. Queda atrapado para siempre en un presente espeluznante, el acontecimiento –para él la necesidad de agarrar a la presa y devorarla- le convierte en un rehén del que sólo la muerte –la muerte a todos los efectos- podría liberarle.
Este vaciamiento no puede dejar de tener consecuencias políticas. El zombi encarna en grado sumo esa indiferencia de las masas que se asocia a las democracias catódicas. No se le puede convencer, ni reclutar, ni tan siquiera manipular… No es productivo, no sujeta su conducta a ningún tipo de proyecto institucionalizador. Forma parte de una horda, pero ésta no configura una comunidad, más bien es lo asocial que se aglomera.

Tampoco es lo que clásicamente se ha entendido por un antagonista. Su condición ansiosa no es la de un narcisista que se rebela contra aquellas estructuras que pretenden reprimirle. Sus movimientos automáticos, recurrencia maquinal mediante la que el capitalismo regulariza nuestras vidas, le permiten continuar en su apática condición de mónada. Es cierto que siempre ataca en masa, una masa abierta donde el sospechoso es aquél que se encierra tras una puerta para permanecer sólo siquiera unos instantes. Pero no es un individuo que se incorpora a la masa. Lleva la masa dentro, no se ha subsumido en ella a través de una mediación subjetiva, pues lo subjetivo no ha existido nunca en él. No hay alteridad en esa masa, solo seguimiento pasivo de una corriente general por la que se deja arrastrar.

Horda de muertos vivientes

Fuentes:
Wikipedia
The walking dead
Darío Sztajnszrajber
Jorge Fernández Gonzalo,  "Filosofía Zombi" (Anagrama)

No hay comentarios:

Publicar un comentario