lunes, 28 de diciembre de 2020

Soy tóxica y poco compasiva

Muchas veces siento que soy una persona de esas tóxicas, de las que las webs de psicología positiva y los gurús del bienestar dicen que hay que huir. 
No soy una persona con vibraciones altas, sea lo que sea eso, ni soy un Moai, ni traigo luz a los demás seres ni irradio mi amor a todos los seres del universo. Soy más bien un ser humano bastante imperfecto, con luces y sombras, temores, dudas, inseguridades y dificultades para sentir compasión por mí misma y por ciertas personas. Incluso a veces me frustro y me enfado, maldigo y digo palabrotas. Tan tóxica soy que hasta a veces me cabreo con la gente porque hace cosas que me molestan en vez de sentir compasión y amor por ellos y por la humanidad compartida de la que somos parte. 



 Toda esta introducción es una sátira burda de en lo que se han convertido ciertas prácticas y disciplinas muy valiosas en su origen para el saber popular (mindfulness, filosofía budista, ciertas ramas de la psicología, etc...). Ya nos creemos gurús del crecimiento personal por haber leído un par de artículos y un libro o haber hecho un retiro de yoga. Ya sabemos el secreto de la felicidad y hemos alcanzado el Nirvana. Cuando en realidad no se trata de llegar a ser un ser de luz, un buda o un ser semidivino, sino de conocer y reconocer las fortalezas y debilidades propias que además compartimos con miles de millones de otros humanos que no son menos especiales y únicos que una misma. Lo difícil es predicar con el ejemplo o pasar de la teoría a la práctica.

Y creo que en este paso de lo que creemos que tenemos que ser a lo que somos en realidad es donde se nos van toda la fuerza, la luz, las vibraciones y los chakras. Y donde se ven las pocas ganas de cambiar de verdad de cada uno. 
Seguimos perdiéndonos en las expectativas. Discutimos a ver quién medita mejor y más tiempo, quién alcanza un trance o un estado concreto, nos comparamos con el otro y nos seguimos creyendo seres únicos y exclusivos con un sufrimiento que nadie puede entender. Es decir, nos perdemos en el individualismo y en el logro. No porque seamos peores seres humanos, tóxicos y carentes de compasión (bueno, algunos sí, todo hay que decirlo) sino porque vivimos en una sociedad imbuida del pensamiento occidental que nos ha grabado a fuego el individualismo, la necesidad de competir y de alcanzar metas. Y de sentirnos culpables si no somos lo suficientemente buenos. 




A mí, como humana de a pie de esta sociedad occidental, industrializada y postcapitalista, me cuesta mucho acordarme de esto. Intento ser compasiva y no dejarme llevar por mis reacciones, pero hay personas a las que no soy capaz de desear el bien y la felicidad. Y no porque yo sea peor persona, sino porque eso nos pasa a todos (recordemos: la humanidad compartida). La diferencia es que  yo me doy cuenta y al menos intento mejorar esa parte de mi ser. No sé si con mucho éxito, pero en eso estoy, en intentar ser mejor persona y en no sufrir inútilmente. 



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