martes, 7 de febrero de 2017

Donde habite el olvido

Casa en la que habitó el después exiliado Cernuda

Donde habite el olvido, 
En los vastos jardines sin aurora; 
Donde yo sólo sea 
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas 
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios. 

Donde mi nombre deje 
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos, 
Donde el deseo no exista. 

En esa gran región donde el amor, ángel terrible, 
No esconda como acero 
En mi pecho su ala, 
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento. 

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya, 
Sometiendo a otra vida su vida, 
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente. 

Donde penas y dichas no sean más que nombres, 
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo; 
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo, 
Disuelto en niebla, ausencia, 
Ausencia leve como carne de niño. 

Allá, allá lejos; 
Donde habite el olvido.

Luis Cernuda

Este poema pertenece al libro al que le da nombre, Donde habite el olvido (1932-1933). El título del poema proviene de un verso de Béquer, de su Rima LXVI. Cernuda siempre fue fiel al surrealismo, pero en su obra encontramos también trazos románticos.  Nos presenta al poeta frente a la hostilidad del mundo y la figura del diablo, al poeta frente a la belleza juvenil y de la rebeldía moral.Cernuda se refiere a ese mismo lugar, donde el deseo no existe, como la única solución para aplacar un amor no correspondido. La muerte en esta ocasión es una herramienta donde poder descansar del ángel terrible que puede llegar a ser el deseo amoroso. La experiencia amorosa marcada por la insatisfacción, por el dolor y el fracaso, por la incomprensión. 

El autor del poema desea desvanecerse y poder escapar de la esclavitud del deseo, escapando a un lugar donde el amor no pueda herirle y donde la obsesión amorosa no pueda alcanzarle, donde quizás sea posible encontrar el paraíso perdido y sólo haya ausencia y olvido.




  RIMA LXVI
¿De dónde vengo?... El más horrible y áspero
de los senderos busca;
las huellas de unos pies ensangrentados
sobre la roca dura;
los despojos de un alma hecha jirones
en las zarzas agudas,
te dirán el camino
que conduce a mi cuna.

¿Adónde voy? El más sombrío y triste
de los páramos cruza,
valle de eternas nieves y de eternas
melancólicas brumas;
en donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba.


G.A. Bécquer



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