jueves, 2 de febrero de 2017

Don Álvaro el satánico

"¡Infierno, abre tu boca y trágame! ¡Húndase el cielo, perezca la raza humana; exterminio, destrucción!... " (Sube a lo más alto del monte y se precipita). 
Final de "Don Álvaro o la fuerza del sino", Duque de Rivas.


Al final de la obra del Duque de Rivas, Don Álvaro maldice a toda la especie humana a la que hace responsable de su sufrimiento y le desea la extinción.
Lo hace desde el egoísmo propio del antihéroe romántico que desafía las convenciones sociales por interés propio y fracasa. Se suicida en el colmo de la desdicha y en ese momento de frustración e ira supremos maldice a todos sus semejantes, a todos lo que se han opuesto a sus propósitos y a los que en su inmovilismo han favorecido que los villanos se hicieran con la suya.
El egoísmo lleva al deseo de destrucción y de muerte del otro, pues don Álvaro no es más que un pobre egoísta. Las normas sociales estrictas que le impidieron ser aceptado como un hombre de noble estirpe le vetaron el matrimonio con la mujer noble a la que amaba. Luchó por romper unas normas que personalmente le perjudicaban, no porque las considerase injustas con sus semejantes.


Lo curioso es que hay autores que consideran este final "satánico".
Las opiniones están muy divididas en cuanto el mensaje o significado interno de Don Álvaro. Unos enlazan el drama con la tragedia griega y ven en él la realización del hado ciego e implacable, irracional y absurdo. Partiendo de aquí, se ha podido interpretar la obra como existencialista: la vida no tiene sentido, es insoportable, la solución es el suicidio. Particularmente después de la Ilustración , algunas obras como El paraíso perdido, fueron tomadas por los románticos y descritas como la presentación del Satán Bíblico, una alegoría que representa la crisis de fe, el individualismo, el libre albedrío, la sabiduría y el progresismo. 
Otros encuentran en ella el cumplimiento de los designios de la Providencia cristiana. Álvaro sufre el horrendo castigo de la desesperación por haber obrado mal inicialmente, por no haberse sometido a los dictados de la sociedad y de su propia conciencia.
Sin quererlo así, su gesto es todo un desafío a la estructura social, cerrada para él, una afirmación de los derechos individuales más allá de las leyes y las costumbres. Don Álvaro ejemplifica de esta forma uno de los rasgos que, según Hegel, caracterizan la tragedia; la colisión entre personaje y sociedad. 

Es don Álvaro en su desafío a la Iglesia, a a dios, a la Humanidad, un satánico?
No, es un pobre  hombre herido en su orgullo y frustrado en sus pretensiones. Muero yo, mueran todos.


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