Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.
Antonio Machado
A veces pienso en cómo haría las cosas si volviera a tener 17 años y tuviera tantas puertas abiertas como entonces sabiendo lo que todo lo que sé ahora de la vida.
Supongo que eso nos lo hemos planteado todos llegados a cierto punto de nuestras vidas, cuando parece que ya está todo el pescado vendido y nos hemos quedado con la sensación de que las cosas podrían haber sido mucho mejores.
Claro, y esa vocecita interior optimista y positiva que dice: "pero aún puedes hacer muchas cosas y cambiar tu vida", salta, con mayor o menos fuerza, pero salta.
Sin embargo, las cadenas del miedo son cortas y pesan.
Quién, en su sano juicio, sabiendo cómo están las cosas, se arriesgaría a emprender un nuevo camino.
Sobre todo, cuando no se tiene claro cuál sería ese nuevo camino a seguir. Aún la senda está oculta entre las sombras, apenas se vislumbra, qué miedo, qué náusea.
A mis 17 años ni siquiera sabía que podía existir una senda diferente al camino que pensaba que debía seguir indefectiblemente. Sabía que éste no me ilusionaba, que no me motivaba, que lo seguía con resignación y pasividad.
Los años me han ido enseñando que hay muchas cosas en ese camino que no me gustan, he ido apartándome sin darme cuenta, me han apartado y he sufrido mucho por ello.
Si pudiera volver atrás... realmente, no sé muy bien qué haría, me siento tal vez tan confundida como al principio.
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